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Los megalosaurios de Teruel cobran relevancia al cumplirse dos siglos del primer dinosaurio Los megalosaurios de Teruel cobran relevancia al cumplirse dos siglos del primer dinosaurio
Vitrina del Museo Aragonés de Paleontología en Dinópolis con dos dientes de megalosáuridos, emparentados con el primer dinosaurio descrito en Londres hace dos siglos, hallados en Riodeva y Formiche Alto. En la

Los megalosaurios de Teruel cobran relevancia al cumplirse dos siglos del primer dinosaurio

El 20 de febrero hará 200 años que se publicó en Londres el hallazgo mundial de ‘Megalosaurus’
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Los megalosaurios, que es como se conoce a los grandes dinosaurios carnívoros del Mesozoico, han cobrado especial relevancia dentro del registro fósil de la provincia de Teruel al cumplirse dos siglos de la descripción científica del primer dinosaurio de la historia cuando todavía no se había acuñado ni siquiera este término. La efeméride será el próximo martes, día 20 de febrero, que es la fecha en la que William Buckland publicó en Londres en 1824 un ejemplar fósil que denominó Megalosaurus. Es el primer dinosaurio de la historia de la paleontología, porque nunca antes se había reportado dentro de la comunidad científica la existencia de un animal terrestre de semejantes dimensiones.

El fósil de Megalosaurus apareció publicado en la revista Transactions of the Geological Society, de la Sociedad Geológica de Londres, el 20 de febrero de 1824. El naturalista y geólogo que publicó el género de este gigantesco animal de entorno a 10 metros de largo, William Buckland, no se refiere a él como un dinosaurio porque en aquel entonces no se conocía la existencia de estos animales y tuvieron que pasar varios años, hasta 1841,  cuando se acuñó el término como tal para englobarlos.

La historia moderna de los dinosaurios, tras su extinción hace 66 millones de años, arranca en esa fecha, cuando el mundo tuvo conocimiento de que en un pasado remoto grandes bestias de tamaños descomunales poblaron el planeta cuando todavía quedaban por delante muchos millones de años para que apareciese la especie humana.

La efeméride trae a colación la relevancia que en la provincia de Teruel ha tenido la Fundación Conjunto Paleontológico, de la que el año pasado se cumplieron 25 años de su creación, por el impulso que ha dado al desarrollo de la palentología de los dinosaurios en España, y su proyección mediática y divulgativa a través del parque paleontológico Territorio Dinópolis.

Si un gran carnívoro fue el primer dinosaurio que se describió y publicó científicamente hace dos siglos en Londres, que es la cuna de estos grandes reptiles del  Mesozoico porque fue el primer lugar donde se hicieron eco los naturalistas de la existencia de estos animales, Teruel es la provincia de España que cuenta con un registro fósil importante de esta clase de grandes terópodos, los megalosáuridos.

Los restos que han aparecido en la provincia turolense no son los mismos que se identificaron hace ahora dos siglos en la Inglaterra decimonónica, pero sí forman parte de esa gran familia que constituyen los megalosáuridos, dinosaurios descomunales que pudieron alcanzar los diez metros de largo y cuyos dientes tenían forma de cuchillo con sus laterales aserrados para cortar bien la carne como buenos depredadores que eran.

En Dinópolis, los visitantes pueden ver la reconstrucción de uno de estos megaterópodos, como también se llama a estos carnívoros, realizada por la Fundación Dinópolis y que es uno de los corpóreos que más impactan en el área de Tierra Magna por el descomunal tamaño que tiene.
En el Museo Paleontológico de Dinópolis, justo enfrente de la réplica del esqueleto de Tyrannosaurus rex, se halla una de las vitrinas más interesantes que acoge este espacio museístico por lo que alberga, y que pasa bastante inadvertida para los visitantes ante la popularidad del gran depredador del Cretácico que tiene enfrente y que atrae todas las miradas.

En esa vitrina se muestran dos fósiles que son únicos en España. Se trata de dos dientes de dinosaurios carnívoros hallados en Riodeva y en Formiche Alto que pertenecen a megalosáuridos. Uno de ellos está incompleto mientras que el otro está íntegro, y miden hasta 10 centímetros de corona, lo que los convierte en auténticos cuchillos.

La Fundación Dinopolis publicó hace diez años un compendio con los restos de megalosaurios en la provincia en la revista científica internacional Palaeogeography, Palaeoclimatology, Palaeoecology (Palaeo 3). Fue en abril de 2014 cuando apareció el artículo con el título Megatheropods as apex predators in the typically Jurassic ecosystems ot the Villar del Arzobispo Formation (Iberian Range, Spain).
Sus autores eran los paleontólogos de la Fundación Dinópolis  Alberto Cobos, que lideraba la investigación, Francisco Gascó, Rafael Royo Torres y Luis Alcalá, así como Martin G. Lockley, fallecido el año pasado, y que entonces era investigador del Dinosaur Tracks Museum de la Universidad de Colorado en Denver (Estados Unidos).

Dos dientes y huellas
En la publicación se describían los dos dientes, además de un nuevo icnotaxón denominado Iberosauripus grandis, hallado en El Castellar en el yacimiento de icnitas del mismo nombre. Hoy, una réplica del rastro dejado por estas huellas puede verse también en el Museo de Paleontología de Dinópolis, y puede visitarse in situ en la localidad de El Castellar, en donde se ha acondicionado y musealizado el afloramiento para que el público lo pueda ver. En este mismo yacimiento se describió el icnotaxón de otro dinosaurio, pero fitófago (comedor de plantas), Deltapodus ibericus, que se corresponde con la pisada dejada por un dinosaurio estegosáurido (cuadrúpedo y con placas en su lomo).

Los megalosáuridos eran bípedos, como los representa la reconstrucción corpórea del gran terópodo emparentado con Torvosaurus que se exhibe en Dinópolis y al que se han asociado tanto las huellas de El Castellar como los dientes de Riodeva y Formiche Alto.

En el mismo trabajo científico, que es una de las publicaciones de referencia de la Fundación Dinópolis en sus 25 años de historia, se citan igualmente el gran diente de terópodo de Galve y otro hallado en Alpuente (Valencia), en el mismo piso geológico al que corresponden los descubrimientos de Teruel, la famosa Formación Villar del Arzobispo, que es en donde también se encontró el Gigante Europeo, Turiasaurus riodevensis. Los fósiles de este inmenso saurópodo muestran restos de mordidas de un gran carnívoro cuyo diámetro encaja con los dientes hallados en la zona, lo que indica que fue objeto de depredación por un megalosaurio.

Los tres dientes y las pisadas de El Castellar se asocian en la publicación a terópodos megalosáuridos, carnívoros de gran tamaño que se encuentran dentro de la gran familia a la que pertenece Megalosaurus, el descomunal depredador descrito hace dos siglos por William Buckland.

En el artículo de la Fundación Dinópolis se destacaba la importancia de los hallazgos de estos restos de megalosáuridos en Teruel, tanto por las pisadas, que alcanzan casi los 60 centímetros de tamaño, como por los fósiles de los dientes. Se han identificado también pisadas de Iberosauripus en el yacimiento de icnitas de Ababuj, dentro de la provincia, además de en el afloramiento de El Hontanar de la localidad valenciana de Alpuente. En Las Villasecas de Soria también se identificó una huella.

El registro de megalosáuridos hallados en la provincia es excepcional. Los restos tanto directos como indirectos son en torno a hace 150 millones de años, del Jurásico Superior, y por tanto son más modernos que los del primer dinosaurio descrito en la historia de la paleontología, el que William Buckland publicó en 1824.

El paleontólogo José Luis Sanz, que fue quien describió en 1987 el primer dinosaurio español, Aragosaurus ischiaticus, hallado en Galve, asegura en su último libro, el monumental Dinosaurios y otros animales, que la aportación geológica y paleontológica “más rutilante” de todas las que hizo Buckland fue la denominación de Megalosaurus.
El naturalista estudió los restos de este animal procedente del Jurásico Medio de Stonesfield (Inglaterra) y lo dató en hace 167 millones de años. Presidente de la Geological Society y profesor de Mineralogía y Geología en la Universidad de Oxford, Buckland publicó el hallazgo el 20 de febrero de 1824 causando un gran impacto, aunque en aquel momento no era consciente ni de lo lejos de la repercusión que iba a tener con el tiempo este descubrimiento.

Sanz explica que el naturalista inglés consideraba a Megalosaurus “como un reptil con una mezcla de caracteres entre cocodrilos y lagartos”. El también naturalista francés Georges Cuvier llegó a estimar su tamaño entre 12 y 15 metros, algo descomunal para un animal terrestre.

Este hallazgo, junto con otros animales terrestres gigantes como los descritos por Gideon Mantell en esa época, Iguanodon e Hylaeosaurus, llevaron al anatomista inglés Richard Owen a acuñar en 1841 el término Dinosauria (lagartos terribles) para agrupar dentro de un nuevo subgrupo a estos reptiles de gran tamaño.
La sociedad británica quedó impresionada por estos descubrimientos al conocer la existencia de estos “lagartos terribles”, cuya reconstrucción corpórea en un espacio público por primera vez en Londres a mediados del siglo XIX dio lugar a lo que se conoce como dinomanía, la fascinación popular por los dinosaurios que perdura hasta hoy.

Exposición de dinosaurios


Cuando en 1854 el Crystal Palace, que había acogido en Londres tres años antes la Exposición  Internacional inaugurada por la reina Victoria, se trasladó a la colina de Sydenham al sur de la ciudad, los alrededores fueron adornados con las primeras reconstrucciones corpóreas a tamaño natural de los dinosaurios y otros reptiles mesozoicos que se conocían entonces. Su autor fue Benjamin Waterhouse Hawkins, considerado el primer paleoartista de la historia, asesorado científicamente por Richard Owen.

Hoy se conservan todavía estas recreaciones y son un foco de atracción turística, aunque poco tienen que ver con la imagen que tenemos actualmente de los dinosaurios. El aspecto de Megalosaurus, por ejemplo, está muy alejado del megalosáurido Torvosaurus que se exhibe en Tierra Magna en Dinópolis, pero la Dinosaur Court de Sydenham es sin duda el precedente más antiguo de un proyecto como el del parque paleontológico de Teruel.

Ambas reconstrucciones de estos megalosáuridos transmiten por igual fascinación y horror. De hecho, Owen tildaba al de mediados del siglo XIX, de aspecto mamiferoide, de “arisco, violento, cruel”, y consideraba que entre todos los animales era “uno de los más salvajes y destructivos que, en épocas geológicas, vagó por la caótica Tierra”.

Dos siglos después del primer dinosaurio de la historia, el parque paleontológico de Dinópolis y el centro de investigación que constituye la Fundación Paleontológico se han erigido como referentes mundiales de ese fenómeno que es la dinomanía, al igual que a mediados del siglo XIX lo era Londres. Y eso ocurre ahora en Teruel, la nueva tierra prometida de los dinosaurios.

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