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La UVT cumple cuarenta años como referente académico y cultural para la provincia La UVT cumple cuarenta años como referente académico y cultural para la provincia
La directora de la UVT en 1986, Micaela Muñoz, y el presidente, Isidoro Esteban

La UVT cumple cuarenta años como referente académico y cultural para la provincia

El proyecto ha sabido adaptarse a los cambios sociales y formativos manteniendo su esencia
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La Universidad de Verano de Teruel (UVT) echaba a andar el 27 de junio de 1985 como un experimento que buscaba impulsar la actividad universitaria en Teruel y que ahora, cuando se va a celebrar su cuadragésima edición, ha demostrado que es un proyecto consolidado que ha sabido adaptarse a los cambios sociales y académicos. En el camino ha dejado experiencias muy interesantes y un gran esfuerzo de todos aquellos que se implicaron para que saliera adelante, especialmente el de sus siete directores.

En su primera edición se ofertaron seis cursos y participaron cerca de 500 personas entre profesores y alumnos y la prueba de que era una iniciativa que respondía a una demanda real es que en la segunda edición se pasó a 800 participantes con once actividades.
 

Cartel de la primera edición de la UVT


“La Universidad de Verano fue uno de los gérmenes del desarrollo universitario de Teruel, al comprobar el poder de convocatoria de la ciudad a ofertas culturales de primer nivel. En alguna medida fue el prólogo al desarrollo universitario posterior”, destaca Micaela Muñoz, la primera directora de la UVT.

La primera coordinadora de los cursos estivales reconoce que poner en marcha este proyecto no fue fácil y que hubo muchas dificultades “desde vencer el escepticismo de muchos, buscar financiación y crear una estructura de trabajo”.

Muñoz asegura que las instituciones políticas, las autoridades académicas, las entidades sociales, económicas y culturales apoyaron y colaboraron para su puesta en marcha. La dirección de la UVT supuso académicamente para su primera responsable una continuidad a su trabajo como profesora del Colegio Universitario. “En el plano más personal, un compromiso con mi ciudad y la de muchas generaciones de mi familia”, asegura.

Tras estas primeras ediciones, tomó el testigo, en 1987, Montserrat Martínez que estuvo al frente de la UVT que era “un niño recién nacido prácticamente”, yy que dirigió hasta 1993.

Ofrecer un alto nivel en las propuestas formativas fue una de las preocupaciones desde el primer momento. “Centramos los esfuerzos en la estabilidad académica, buscando unos elementos de calidad, porque una universidad de verano no eran unos cursillos para entretenernos. Tuvimos la gran suerte de que en aquellos años desfiló gente de mucha entidad, tanto política como cultural, recuerdo a Gregorio Peces-Barba, a  Francisco Grande Covián o Mariano Moles”, repasa Martínez.

La segunda responsable de la UVT reconoce que gastaban “muchas energías” en buscar la estabilidad económica porque “costaba mucho el que se creyeran las instituciones” el proyecto. En este sentido, Martínez destaca la gran implicación que tuvo desde el primer momento la Diputación Provincial de Teruel.

Montserrat Martínez asegura que guarda un “muy buen recuerdo” de esa etapa, aunque también lo pasó mal, por ejemplo, cuando había de suspender algún curso y surgía polémica.

La UVT generó un importante dinamismo en los veranos turolenses. “Había un ambientillo muy interesante”, recuerda Martínez que afirma que se vivía un clima universitario y que en esa época que no había tanto turismo como ahora, los hosteleros aseguraban que se notaba la repercusión en sus negocios.

Poco a poco, la calidad de la oferta convierte a la UVT en un importante referente nacional de los cursos estivales y surgen nuevos desafíos. María Victoria Álvarez asume su dirección en 1994 y se plantea varios retos. Relata que fue una experiencia “muy gratificante”. En primer lugar, el económico porque “no había unos apoyos suficientes” para los cursos lo que generó “una deuda importante”. En estos años se logra un mayor respaldo de las instituciones y de nuevo el apoyo de la DPT fue crucial.

Desde el punto de vista académico, Álvarez trabajó para lograr la homologación de los cursos. Por un lado, se consiguió -a través del Servicio Provincial de Educación- que el Ministerio reconociera esta formación a los docentes para las oposiciones. Además, con la Universidad de Zaragoza se autorizó que sirvieran como créditos de libre elección para sus estudiantes.

Sin embargo, María Victoria Álvarez lamenta que no logró uno de sus principales objetivos, la integración en la Universidad de Zaragoza, como sí tenían los cursos de Jaca, lo que fue uno de los motivos para dejar la dirección en 1999. Entonces, se puso al frente de la Universidad de Verano Pilar Abós que estuvo hasta 2003 y que también mantuvo la idea de esa integración que “no acababa de cuajar”, aunque ya empezó a surgir el planteamiento de crear una fundación.

Abós explica que en esta etapa se amplió el número de patronos y había más apoyo económico. También fue un momento de gran participación de los estudiantes y en alguna de las ediciones se superaron los mil alumnos, la mayor parte universitarios, por la convalidación de créditos de libre elección.

“Recuerdo unos años muy bonitos porque fue una experiencia muy interesante, conoces muchísima gente, aunque el tema económico siempre estaba ahí”, comenta Abós que destaca como una de las dificultades para la organización, las carencias en comunicaciones que complicaba traer a los ponentes, suponía un gasto extra y en ocasiones iban los propios profesores del Campus a buscarles.

Un nuevo cambio al frente de la UVT se produce en 2004, cuando cogió las riendas de la dirección Amador Marín que estuvo hasta 2012, lo que le convierte, por el momento, en el director que más tiempo se ha ocupado de esta responsabilidad. En esta etapa se produjeron destacados cambios, uno de los más relevantes fue la integración de la Universidad de Verano en la Fundación Universitaria Antonio Gargallo, en 2007, lo que ha contribuido a la estabilización del proyecto.

Aunque ya se habían realizado algunas actividades puntuales fuera de la capital, es en estos años cuando arranca la apuesta por que la Universidad de Verano contribuya a vertebrar el territorio descentralizando los cursos.

“Me planteé que la sociedad turolense, especialmente en los pueblos, había cambiado y que los pueblos tenían condiciones bastante aceptables, tanto en alojamiento como en medios, para llevar allí los cursos”, señala Amador Marín que añade que las condiciones para hacerlo eran que el municipio desease acoger un curso, que aportara un valor añadido hacerlo allí y que colaborasen.

Por otro lado, en esta etapa se produjo un cambio en el perfil del alumnado, empezó a disminuir la presencia de universitarios, mientras que los profesionales aprovechaban el verano para su actualización. Marín recuerda el ejemplo de los fisioterapeutas que apostaron por la UVT para su formación continua.

El crecimiento del Campus también tuvo sus repercusiones. El nuevo colegio mayor facilitó el alojamiento de profesores y alumnos. Además, la implantación de nuevas titulaciones como Psicología y Bellas Artes dejaron su impronta en la programación estival con diferentes propuestas de estas áreas de conocimiento.

Amador Marín recuerda también que le tocó vivir la crisis económica de 2008 que se prologó durante varios años y repercutió también en la UVT.

En los primeros seis años de integración de la Universidad de Verano en la Fundación Universitaria Antonio Gargallo (FUA) -que también tenía otras competencias como e impulso a la investigación y la proyección social y cultura del Campus-, la UVT mantuvo un director y la FUA otro, pero en 2013 se concentran ambas responsabilidades en una sola persona, en José Manuel Latorre que fue el director hasta 2016.

Latorre indica que fueron unos años “un poquito complicados”, continuaban los efectos de la crisis económica que hizo “que las matrículas se resintieran”, ya que además coincidió con el fin de los créditos de libre elección para los universitarios.

José Manuel Latorre destaca la vinculación de los cursos de la UVT con iniciativas y sectores de la provincia, como en el caso del curso de Truficultura que comenzó durante su dirección y que sigue con enorme éxito. Asimismo, comenta que en estos últimos años se han acogido algunos congresos científicos, como otra fórmula más para el desarrollo de la actividad formativa de la UVT.

Latorre resalta que la UVT es “una realidad consolidada” que, tras 40 años, está asentada y cada director ha tratado de aportar para mejorarla. Asimismo, valora el trabajo del personal de administración y la estructura que está montada y permite el buen desarrollo de las actividades. “Son 40 años de adaptaciones a realidades diferentes y así va a seguir”, argumenta.

En la actualidad, Alfonso Blesa es el responsable de la Fundación y la UVT desde 2017 y destaca la apuesta por “cursos que estén vinculados e el territorio y que se puedan hacer en el territorio” como el de Alabastro en Albalate del Arzobispo o el de Ornitología en Gallocanta, por ejemplo, y muestra su satisfacción por esa presencia en todas las comarcas. Otra de las líneas que se está impulsando son actividades que no son estrictamente cursos como congresos, talleres, workshop para potenciar la actividad investigadora del Campus.

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