Dinópolis cumple 20 años: un trabajo que iba a ser solo de verano y que acabó convertido en un proyecto de vida
Pablo Martínez, responsable de sedes, destaca el impacto turístico que ha supuesto para TeruelLos fósiles han sido algo que ha formado parte de la vida de Pablo Martínez desde niño. Creció entre ellos en Guadalaviar, puesto que en el municipio es frecuente encontrarse ammonites, belemnites y otros restos marinos del pasado en sus montes. Jamás imaginó cuando iba con otros niños a coger fósiles que de mayor acabaría formando parte de una iniciativa como Dinópolis, que veinte años después de su apertura ha cambiado por completo Teruel al convertirlo en un destino turístico de primer orden. Pablo es uno de los trabajadores que lleva en el parque paleontológico desde que se inauguró. Hoy es el responsable de las sedes y recuerda cómo aquel trabajo que iba a ser solo de verano acabó convertido en un proyecto de vida en el que ha podido desarrollar su profesión como técnico de turismo.
En 2001 Pablo Martínez tenía 26 años y acababa de terminar los estudios del grado superior de Comercialización de Productos Turísticos. Cuando supo que estaban buscando gente para el parque que se iba a abrir echó su currículum para el proceso de selección. “Quería trabajar y encima me permitía convalidar prácticas que me hacían falta para tener la titulación”, cuenta, sin imaginar entonces que acabaría haciendo su carrera profesional allí.
“Como la mayoría de la gente que entramos pensamos que sería un trabajo de verano”, explica, pero la temporada se fue alargando, el proyecto triunfó desde un principio y lo que iba a ser una ocupación para los meses estivales se convirtió en el trabajo de su vida porque lleva ya dos décadas en él.
En todos estos años ha desarrollado diferentes trabajos en el parque. Primero fue guía, después estuvo encargado de la atención telefónica, a continuación fue el responsable de reservas y acabó haciéndose cargo de las sedes de Territorio Dinópolis, puesto en el que continúa hoy.
“Ni mucho menos imaginaba que acabaría haciendo mi vida aquí”, confiesa Pablo, una persona que transmite tranquilidad, seriedad y compromiso con un proyecto que siente como propio porque ha crecido con él a la vez que crecía el parque.
Hoy aquel joven veinteañero está ya en los 46 años pero presenta el mismo aspecto juvenil de entonces. Resulta irónico verlo tan joven ahora y en cambio encontrar una fotografía de los inicios de Dinópolis a principios de siglo en la que parece un cincuentón con el pelo todo encanecido; es como si este proyecto le hubiese dado vida con los años al igual que pasó con el turismo.
La imagen la encuentra Pablo al rebuscar en el baúl de los recuerdos. Es una de las fotografías que se tomaron en aquella época para los folletos de promoción del parque. Eran los propios trabajadores y sus familias los que ponían rostro a la publicidad, pero todos eran jóvenes entonces y había que mostrar también otros grupos de edad. La solución fue maquillarlos y a Pablo le tocó echarse unos años de más poniéndose canas y envejeciendo su rostro. Aparece en la sala de cine 3D y detrás de las gafas estereoscópicas está irreconocible.
Implicación con el proyecto
Así es como se implicaban los trabajadores para sacar adelante el proyecto, involucrándose en todo lo que hiciese falta, cuenta Pablo, quien agradece la colaboración y ayuda que existe entre los compañeros. “Es importante el compañerismo que tenemos entre todos, siempre buscas echar una mano al compañero”, afirma, a la vez que recuerda cómo aquel primer verano tenían que salir a las ocho “pero al acudir tanta gente te quedabas un poco más y lo hacías a gusto”. Había días que después se iban a cenar juntos o de fiesta.
Veinte años después tienen otras responsabilidades familiares porque se han casado y han tenido hijos. El de Pablo tiene 18 meses y asegura que confía en que pueda verlo “crecer viendo a su vez crecer Dinópolis”. Cuenta con orgullo que el chaval dice “papá con dinosaurios” cuando él no está en casa. “Es que Dinópolis entre los niños se vende solo porque los dinosaurios les apasionan”, argumenta, y lo sabe muy bien porque entre las diferentes labores promocionales que ha desarrollado está su participación en ferias y actividades en centros comerciales como Madrid por la Ciencia.
Al hacer balance de estos veinte años admite que la evolución que ha tenido Dinópolis era impensable cuando empezaron. “Al principio era una única nave con el Viaje en el tiempo, el museo, el cine 3D y el grupo de animación, y no había nada más, y poco a poco se ha ido ampliando de las dos horas que se tardaba en verlo a las seis y siete horas, y ese tiempo sigue creciendo, a lo que hay que sumar el recorrido por las sedes”, argumenta.
“Dentro de Territorio Dinópolis hay gente que está toda la semana viajando, y hace unos años pusimos en marcha los pasaportes, las Pequevisitas en las que los niños tienen que recorrer todos los centros y consiguen un cromo; y es muchísima gente la que lo hace, sabemos que hay familias que muchas completan todo el recorrido de Territorio Dinópolis y van pernoctando por la provincia”, afirma.
Eso es lo que ha convertido el parque paleontológico en un motor de desarrollo no solo para la capital y su entorno sino para toda la provincia por la estructura que tiene con centros repartidos por toda su geografía.
Empuje al turismo
“En tu trabajo hablas con mucha gente y todo el mundo te dice que en el turismo de Teruel hay un antes y un después de Dinópolis, porque todos recordamos que cuando terminaba la Vaquilla Teruel estaba vacío, no había nadie”, comenta Pablo, quien recuerda que al principio había muchos clientes del parque que desayunaban allí mismo nada más llegar a las instalaciones los domingos “porque en Teruel no encontraban nada abierto a esa hora”.
Dinópolis ha hecho crecer Teruel a través del turismo, “porque fue abrir sus puertas y al haber muchos visitantes en verano se generó una demanda que hizo que abrieran nuevos hoteles y restaurantes, y ellos son los que ahora nos dicen que están deseando cada año que comience la temporada porque les hacen muchas reservas cuando abre Dinópolis, cuando antes eso era impensable”. Algo, aclara, que no solo se da en la capital con la sede central “sino en toda la provincia por las sedes, donde te preguntan también cuándo vamos a abrir ya que la gente que acude a ver los centros pernocta en la zona y esto ha dinamizado el turismo por toda la provincia con un importante flujo de turistas que luego van a ver otras cosas, y esto es debido a Dinópolis”.
Si Teruel ha crecido turísticamente de la mano de un Dinópolis que a su vez ha ido creciendo y sigue haciéndolo tras estos veinte años, Pablo asegura que él también lo ha hecho profesionalmente. “La verdad es que yo no me podía imaginar que podía empezar en una empresa nada más acabar los estudios y llevar veinte años en la misma -comenta-, porque cuando uno empieza su carrera profesional suele pasar por varios sitios y acaba dando tumbos de un sitio a otro hasta que se asienta”.
En cambio él se muestra satisfecho de haber tenido continuidad, “algo que es muy importante”, y haber podido crecer con Dinópolis. “Profesionalmente me siento realizado porque teniendo unos estudios de Turismo empecé como guía y he terminado como responsable de las sedes, una evolución que en otra empresa no habría podido llevar a cabo, y aquí he podido aplicar lo que he estudiado”, afirma, para añadir que ha sido un continuo proceso de retroalimentación porque “aprendes de Dinópolis día a día y también aportas”.
“Cada día te surgen cosas diferentes porque es un continuo aprendizaje, y eso también te da soltura para ir resolviendo las situaciones ya que la experiencia es un grado”, explica. Y todo ello a pesar de que cada año ocurre lo mismo, “que cuando se acerca la fecha de apertura estás muy nervioso y no sabes si vas a llegar, si vas a encontrar la gente adecuada para trabajar, pero la experiencia te dice lo que tienes que hacer y el día señalado está todo listo para empezar”.
Es algo con lo que también ha crecido Dinópolis porque al recordar los inicios, como reconocen otros compañeros que vivieron ese mismo proceso, todo era vértigo ya que el parque se inauguró a los pocos días de ser contratados, afirma Pablo.
Él firmó el contrato sobre el 20 de mayo de 2001 mientras que Dinópolis abrió el 1 de junio. Tras la alegría inicial al comunicarle que le habían seleccionado, cuenta que llegó la “expectación porque no sabíamos muy bien ni lo que había en el museo, faltaba poco tiempo para abrir y teníamos que aprender un montón de cosas”.
Además de los contenidos para explicárselos a los visitantes tenían que aprender a hablar en público, algo que reconoce que le costaba al principio por su timidez. “En cuestión de días te soltabas y hacías la visita de maravilla”, afirma.
En diez días tuvo que aprenderse todo, como sus compañeros, y día tras día recorrían las salas para interiorizar el relato que tenían que transmitir a los visitantes. “Íbamos viendo cómo terminaba de montarse todo, con la gente trabajando a destajo para poder abrir; veías que poco a poco iban cambiando las cosas en las salas, montando focos todavía y pintando algún pasillo que faltaba”, relata. Llegaron a echar una mano hasta para montar las mesas de la cafetería.
Adaptación
Como guía estuvo dos años. A pesar de su timidez se adaptó bien a esta tarea, y admite que cuando peor lo pasaba era al encontrarse conocidos entre los visitantes. “Es un poco más difícil, pero al final lo hacías y la gente se iba muy contenta”, relata.
Iban rotando por todas las salas del museo y su preferida era la del Mundo Acuático. “Eran el tipo de fósiles que yo había visto desde pequeño y estabas acostumbrado a ellos”, comenta. En ese tiempo también estuvo en el parque infantil para niños pequeños que había dentro de las instalaciones a cubierto.
No puede evitar recordar que al principio la gente de Teruel era “muy reticente” al éxito del parque y lamenta que “en casa siempre miramos las cosas de otra manera”. Él, aunque no pensaba que acabaría desarrollando su carrera en Dinópolis, terminó apostando por el proyecto. “Siempre hay momentos en los que te planteas cambiar, pero realmente luego ves que estás bien y eres valorado”, precisa.
Tras su primera etapa de guía pasó a llevar la atención telefónica. Era un trabajo diferente en el que a veces había que dar muchas explicaciones a la gente que llamaba porque no entendían cómo funcionaba el parque con varias sedes repartidas por toda la provincia. “Era algo totalmente novedoso y tenías que dar información para que la gente entendiera qué era Dinópolis”, explica Pablo, quien recuerda muchas anécdotas de esta época, porque había personas que “preguntaban si los dinosaurios se movían mucho y hasta si estaban vivos, y eso lo decía gente mayor, no niños”.
Rememora también que había gente de Teruel que acudía a veces con fósiles que habían encontrado en sus pueblos. “Recuerdo que un señor los trajo en una bolsa y otros que te contaban lo que tenían”, comenta.
Con cariño evoca igualmente la época en la que trabajó en reservas, un “trabajo agradable” porque trataba con muchos colegios y hacía su tarea “codo con codo” con Carlos Hernández, el director comercial. Acudían a numerosas ferias como Madrid por la Ciencia y disfrutaban con el trato cercano.
Ya en 2007 le ofrecieron ser el responsable de las sedes de Territorio Dinópolis, cargo que sigue ocupando y cuya labor consiste en gestionar los siete centros que hay en Galve, Peñarroya de Tastavins, Rubielos de Mora, Castellote, Albarracín, Riodeva y Ariño. Él, no obstante, se sigue sintiendo como uno más entre todos los trabajadores de Dinópolis que juntos tiran del carro para que año tras año estas instalaciones sigan siendo un motor de desarrollo para la provincia. “Vas a las sedes y no te ven como si fueses el jefe, te ven como un amigo y eso es importante”, concluye Pablo.
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