Agua, conservas, material de iluminación, medicamentos, DNI y una radio de onda larga. Con este kit de supervivencia debemos enfrentarnos los europeos a una crisis climática o a una guerra (a estas alturas de la Historia, supongo que nuclear).
Yo, de verdad, creía que sería más complicado encarar un conflicto bélico o una inundación como la que sufrió Valencia en octubre. Tan preocupados como estamos por la creciente radicalización que lleva a la proliferación de megalómanos sin escrúpulos que no dudarán en asesinar a quien haga falta para lograr sus objetivos, y resulta que solo necesitábamos estar bien hidratados, bien documentados y bien informados. Si lo llegamos a saber antes nos habríamos ahorrado muchas preocupaciones.
No es que los dirigentes europeos acantonados en Bruselas y Estrasburgo se hayan caracterizado nunca por su agilidad en la gestión ni por sus ideas innovadoras, pero esta directriz de su Estrategia de Preparación roza el ridículo (qué digo roza, abre una nueva dimensión de la vergüenza ajena) Y es que “no pretende solo que los estados miembros refuercen sus defensas ante un escenario hostil”, sino que apela al “compromiso del ciudadano, quien deberá tener en su casa un pequeño kit de resistencia para sobrevivir tres días sin apoyo externo”. Si conocieran a su población sabrían que llevamos toda la vida sobreviviendo sin apoyo externo, es más, la mayoría de las veces lo conseguimos a pesar de su flagrante carencia.
Lejos de alarmar, la UE pretende fomentar una “cultura de la preparación”, pero esta vez, pensando a lo grande porque “las amenazas son cada vez mayores”. Supongo que se refieren a que no compremos botellas de 1,5 litros de agua, sino garrafas de 10. Según la comisaria europea de gestión de crisis, la pandemia del covid-19 demostró que actuar juntos es absolutamente crucial, nos hace más eficientes y más fuertes. Ya saben, pónganse de acuerdo con todos sus vecinos y hagan pedidos conjuntos de pilas que les permitan despedirse de los suyos por la radio.
Yo, de verdad, creía que sería más complicado encarar un conflicto bélico o una inundación como la que sufrió Valencia en octubre. Tan preocupados como estamos por la creciente radicalización que lleva a la proliferación de megalómanos sin escrúpulos que no dudarán en asesinar a quien haga falta para lograr sus objetivos, y resulta que solo necesitábamos estar bien hidratados, bien documentados y bien informados. Si lo llegamos a saber antes nos habríamos ahorrado muchas preocupaciones.
No es que los dirigentes europeos acantonados en Bruselas y Estrasburgo se hayan caracterizado nunca por su agilidad en la gestión ni por sus ideas innovadoras, pero esta directriz de su Estrategia de Preparación roza el ridículo (qué digo roza, abre una nueva dimensión de la vergüenza ajena) Y es que “no pretende solo que los estados miembros refuercen sus defensas ante un escenario hostil”, sino que apela al “compromiso del ciudadano, quien deberá tener en su casa un pequeño kit de resistencia para sobrevivir tres días sin apoyo externo”. Si conocieran a su población sabrían que llevamos toda la vida sobreviviendo sin apoyo externo, es más, la mayoría de las veces lo conseguimos a pesar de su flagrante carencia.
Lejos de alarmar, la UE pretende fomentar una “cultura de la preparación”, pero esta vez, pensando a lo grande porque “las amenazas son cada vez mayores”. Supongo que se refieren a que no compremos botellas de 1,5 litros de agua, sino garrafas de 10. Según la comisaria europea de gestión de crisis, la pandemia del covid-19 demostró que actuar juntos es absolutamente crucial, nos hace más eficientes y más fuertes. Ya saben, pónganse de acuerdo con todos sus vecinos y hagan pedidos conjuntos de pilas que les permitan despedirse de los suyos por la radio.
