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¡Vaya falta de virtud! ¡Vaya falta de virtud!
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¡Vaya falta de virtud!

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Flojos, endebles, blandengues, desfallecidos, cobardes, pusilánimes, melancólicos…tristes… “con poca virtud”, que decían hace tiempo…así se nos ha visto durante mucho tiempo, y no nos engañemos, a menudo se nos sigue viendo. Lo que pesa esa etiqueta lo sabemos solo quienes la llevamos, quienes peleamos por liberarnos de la argolla que nos ata a la tradición judeo-cristiana que deforma el sentido del deber y a la plaga liberal de la productividad como modus vivendi. Enfrascada en esta reflexión recurrente, se me cruza el día mundial contra la depresión. Resumiré las abrumadoras cifras de los últimos informes oficiales, recordando que los españoles estamos entre los países de la OCDE más afectados por problemas de salud mental como ansiedad y depresión, y como consecuencia, entre los que más antidepresivos, ansiolíticos y somníferos consumimos.

Deberíamos preguntarnos qué está haciendo mal una sociedad que necesita kilos de benzodiacepinas para dormir y litros de cafeína para despertar y, en cambio, aceptamos que el sistema nos responsabilice individualmente por nuestra “falta de virtud”. En el estado del bienestar, el éxito está al alcance de todos los que sean lo suficientemente fuertes y trabajadores para poder alcanzarlo.

Si padeces neumonía, psoriasis o miopía nadie te echa la culpa, pero ¡ojo! si tienes que coger una baja por ansiedad o depresión: el coladero por el que se escapan los vagos, los inútiles y los inadaptados. Si tus neurotransmisores no funcionan correctamente, si tu sensibilidad no está hecha a prueba de faltas de respeto y abusos de poder, o tu cuerpo decide que ya ha sufrido bastante y activa sus mecanismos de defensa sin contar contigo, la culpa es de tu falta de gestión emocional.

 Esta sociedad del bienestar tolera a los mustios que no se levantan de la mesa de la oficina o siguen acudiendo cada mañana al taller arrastrando las neuras propias de su debilidad, pero no a quienes desatienden sus obligaciones con la excusa de un mínimo ataque de ansiedad. ¡Vaya falta de virtud!