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Navidá Navidá
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May Serrano

Advertencia: absténganse de seguir leyendo las personas con alto espíritu navideño podría causarles un pinchacito en el corazón y no disfrutar de la felicidad y los buenos propósitos que, supuestamente, están en el ambiente.

Y dicho esto, declaro públicamente: no me gusta la navidá. Carezco por completo de espíritu navideño. Estos días atrás he intentado subirme al carro de la felicidad que contagia el espumillón y me ha caído el Saturno del árbol de la plaza del Torico en la cabeza.

Me parece como si tuvieras hambre y te comieses una hamburguesa de una conocida franquicia a nivel mundial que recientemente ha abierto un local en nuestra ciudad. No alimenta.

Llevamos más de un mes oliendo a perfume de estafa emocional. Todo es felicidad, buenos propósitos y ganas de compartir pero en el mercado los precios no paran de subir, en la pescadería las empleadas hacen horas extras para que tú puedas pagar 4 veces más por una merluza, los beneficios extra no se reparten y van a parar siempre a la misma cuenta, que se lo pregunten a Mr. Roig que tiene a la plantilla contenta...

Las luces se encienden para que no veamos la realidad. La competición por ver quién la tiene más larga, digo, quién tiene más luces en su ciudad aumenta cada año igual que la factura de la luz ¿quién paga esta competición? Mientras en casa miramos la tabla del precio por horas para poner la lavadora en el centro de Teruel las luces de navidad están encendidas hasta las 8 de la mañana.

La temporada de la paz y la armonía se llena de listas de la compra interminables, exigencias de llenar la mesa, comprar los regalos, invitar a tus suegros sin pensar en el reparto de tareas. En tu casa ¿Quién cocina? ¿Quién friega? ¿Quién piensa el menú?

Los Reyes son las madres que tienen que hacer magia para encajar toda esta sobrecarga dentro de una agenda ya bastante llena y un presupuesto cada año más ajustado. El maratón de comprar regalos empezó hace semanas.

Los compromisos se agolpan en las agendas hasta el punto de sentirte vacía de tan llena. La cena de empresa, donde compartes plato de jamón con la compañera que te pone la zancadilla por las mañanas. La comida con las amigas que no ves casi en todo el año porque patata. Nochebuena en la carretera no vaya a ser que la familia se disuelva si no te haces 1000 km para estar esta noche con ella.

“Feliz año nuevo!” “¿pero usted quién es, señor?

En este ajetreo constante resulta muy complicado disfrutar. La paz, la armonía, los buenos deseos, las relaciones, el amor requieren tiempo.

¿No podríamos celebrar lo mismo pero a lo largo de todo el año?

Nochebuena de libre disposición. Y nos juntamos en mayo, compramos marisco a un precio razonable y nos damos un homenaje.

Los reyes por sorpresa. Llegas una noche de agosto de la verbena y te encuentras a los pies del ventilador un montón de regalos que te gustan, son de tu talla y son justo eso que necesitabas.

Año nuevo podría ser todos los días.

Te levantas por la mañana y justo antes de abrir los ojos, respiras y te das cuenta de que estás viva, sales a celebrarlo y te alegras de ver que la gente que quieres está también a tu lado.

Les dejo, que tengo la masa del roscón en el segundo leudado y tengo que amasarla para sacar el aire y quitar tensión.

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