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El final del verano El final del verano

El final del verano

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José Baldó

Vivimos enganchados a la nostalgia. Cuando llega septiembre y la vuelta a la rutina resulta inevitable, nuestra mente lucha con todas sus fuerzas por aferrarse al recuerdo, al calor de un verano que se extingue sin remisión y del que añoramos hasta el olor del after sun. Para un servidor, ya talludito, el final de la época estival tiene el sabor amargo y triste de las despedidas: Pancho corriendo tras el taxi en el que se marcha Julia, las voces del dúo dinámico cantando a un amor maravilloso y efímero, el adiós a un verano azul repleto de aventuras, amigos, playa e, incluso, algún que otro beso.

Espero que todos ustedes hayan disfrutado de unas buenas vacaciones. Tal vez han vivido un tórrido romance al rumor de las olas, han conocido a una rubia australiana llamada Sandy (Olivia, no te olvidamos) o a un joven rebelde con tupé y andares a lo Travolta. Otros quizá han compartido un dirty dancing con el monitor del resort y no consiguen sacar de su cabeza el hipnótico balanceo de sus caderas. Supongo que habrá aficionados a Bergman (todavía debe quedar alguno) que hayan preferido pasar Un verano con Mónica o, si son más de Hollywood, unas Vacaciones en Roma y habrán descubierto que la princesa de sus sueños tiene el rostro angelical de Audrey Hepburn.

Hay veranos que merecen ser recordados toda la vida. Viajes que son inolvidables y amigos que nunca nos dejarán de lado. Desde que la descubrí siendo niño, a finales de los 80, he asistido en numerosas ocasiones al milagro de Cuenta conmigo (Stand by me, 1986). Más que una película, la cinta de Rob Reiner se ha convertido, con el paso de los años, en un refugio al que acudir cuando el día llega a su fin, te sientes perdido y necesitas del abrazo protector de un viejo conocido.

El ocaso de la infancia

“Las cosas más importantes son siempre las más difíciles de contar”. Con esta frase comienza El cuerpo, la novela corta escrita por Stephen King que sirve de punto de partida para la película Cuenta conmigo.

Durante el último fin de semana de las vacaciones, cuatro amigos de 12 años emprenden un viaje en busca del cadáver de un chico desaparecido. En su periplo se enfrentarán a numerosos obstáculos que les ayudarán a conocerse a sí mismos y a descubrir el valor de la amistad. Un relato emocionante donde el fin del verano simboliza el ocaso de la infancia y el tránsito a la adolescencia de sus protagonistas.

Cuenta conmigo asienta las bases del llamado coming-of-age, un subgénero en el que encontramos ejemplos como la serie Stranger Things o, incluso, el film Live is Life dirigido en 2021 por Dani de la Torre y con guión de Albert Espinosa.

De hecho, si rastreamos en la obra de este último, el creador de Pulseras rojas o Planta cuarta lleva casi veinte años obsesionado con la narrativa del film de Reiner.

El pasado fin de semana volví a reunirme con la pandilla, cruzamos la vía del tren y nos internamos en el bosque en busca del cadáver de Ray Brower.

Su recuerdo me ha hecho pensar en otro Ray diferente, el autor de la obra maestra El vino del estío. Bradbury sabía que “las albas de junio, los mediodías de julio, las noches de agosto habían terminado, concluido, desaparecido para siempre, pero quedándose allí, en el interior de su cabeza. Ahora, esperaba todo un otoño, un invierno blanco, una primavera fresca y verde para sacar las sumas y totales del verano pasado”.

Que no cunda el pánico. Aunque en pocos días nuestra piel vuelva a lucir su habitual blanco nuclear y el verano no sea más que un espejismo en la memoria, no se inquieten, amigos.

El tiempo pasa rápido y saben lo que eso significa para el turolense de pro… ya queda menos para la próxima Vaquilla.

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