Si el verano es desorientarse, éste es el shock. Días duros para los que organizamos nuestra vida dependiendo del siguiente partido de nuestro equipo. Quizá la primera lección sería esa, lo bien que vendrían dos meses para poner patas arriba la vida o dejarla igual. Piensen, por ejemplo, en Koeman, todavía entrenador del Barsa, a estas horas. Su agente resumió la conversación con el presidente en: “Me quiero casar contigo, pero tengo dudas. Dame dos semanas y si no consigo un pretendiente mejor… ¡podemos casarnos!”. El típico mensaje tan sincero que tienes que borrar. ¿Pero cuantos votantes no han pensado eso?
El filósofo Simon Critchley sostiene que o bien la filosofía está en algo banal como el fútbol o bien el fútbol nos ofrece un acceso privilegiado a la vida. Elijan. Yo les diré que la victoria del Atlético y el Chelsea sólo puede ser parte de la creciente burocratización y militarización de las sociedades. Para Gianni Brera, el gran escritor del calcio, el partido perfecto era el 0-0, como para Merkel, supongo, el presupuesto perfecto no tiene déficit.
Imposible no sentir simpatía cuando un equipo radicado en una ciudad de 50 mil vecinos (Villarreal) se convierte en el mejor de Europa en algo. Han invertido mucho dinero, dirán algunos, pues claro, si tuvieramos 5G en todos los pueblos y buenas carreteras también Teruel sería distinto. Pero eso no anula el mérito de la ilusión y el esfuerzo. Ante el dinero como acusación, Cruyft sostenía: “Jamás he visto a una saca de dinero marcando un gol”. Podría poner muchos ejemplos. De lo gratificante para un cuarenton de ver a un “viejo” como Modric dar lecciones, a lo edificante de aprender los matices de “fracasar”. Como me enseñó mi primo, el único fracaso es no intentarlo, no esforzarse (aplíquenlo por favor a sus hijos). No les pregunten a sus hijos el resultado, sino si han dado todo lo que podían. Y no hablo de fútbol.
Amo el fútbol porque como decía Zanetti “la única manera de vivir y de alcanzar un éxito verdadero es a través del esfuerzo colectivo”. También porque la incertidumbre de cada partido nos recuerda la incerteza de la vida. Igual que Faulkner sostiene que la vida nos prepara para milenios de muerte, el juego, pienso, nos prepara para la vida.