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La invasión La invasión

La invasión

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Javier Lizaga

Decía Borja Cobeaga que está harto de que, cuando su hijo pequeño tiene una rabieta, el resto lo achaque al cansancio, cuando él sabe que se debe a su ideología nacionalsocialista. Hablando de intuiciones aborrezco que se disculpe a los turistas por su desconocimiento, cuando realmente sé que el caos que provocan es porque son unos alienígenas dispuestos a conquistarnos.

Me estoy ciñendo a los hechos. Ya he leído las primeras quejas por las fechorías de algunos fotógrafos aficionados que suben al observatorio de Javalambre. Su gracieta de iluminar con focos o los faros del coche las cúpulas para que les quede una foto bonita anda jodiendo algun proyecto científico. En el Castellar, han arreglado la alberca donde bebían las ovejas, pero cuatro fotos de melena al viento mirando al monte hacen que parezca una piscina infinita en Ibiza. El resultado es la locura de los llamados “instagramer” y unas cuantas llamadas a la Guardia Civil.

Como decía Baudrillard hemos pasado de la utopía a la simulación, es decir, como perseguir los sueños es muy jodido, nos conformamos con que “parezca” esto o lo otro. Quien sabe si tu cuñao es peor que Marichalar, lo importante es que parezca que has estado en Palma. Tan irreal como las camisetas multicolores, las vermudas mil bolsillos que usó el ejército americano en Vietnam y recorrer el Torico con ropa que te daría vergüenza ir  a hacer spinning en septiembre.

Son los turistas alien. Se relamen con el jamón, llenan las terrazas sin criterio y una barra de pan les parece oro, venidos de sus planetas de pan bimbo. Pero cuidado con lo idílico del verano en el pueblo. Hace unos días el juez decretó orden de alejamiento para un vecino que había atacado con un hacha a otro en Arcos de las Salinas. Su pareja se pasó el día siguiente amenazando al personal con un megáfono: “voy a contratar a un sicario para mataros”, espetaba. Ya no sabes si te jode la siesta el de los melones o un asesino múltiple.

No hagáis caso y acabaremos vistiendo con el traje regional o abducidos en algun planeta. “¿Ya habéis venido?” le decía una abuela a otra.  “No os he reconocido”. Disfruten si pueden. Al final, veranear es sentirse raro en un sitio, qué mejor que en casa.

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