Quizá sean los agujeros en la carretera, una de esas que no está arreglada porque no es de nadie pero la usan todos, o las dos horas de coche desde Teruel, pero uno llega a Tronchón con expectativas, como Juan Preciado llega a Comala. Seguramente si hubiera un arriero nos diría lo mismo: “¿Por qué está todo tan triste?” –Pregunta Preciado- “Son los tiempos, señor”. La plaza esta hecha de cantos rodaos, recordando que el pasado es bastante imperfecto. Entre las piedras brotan las malas hierbas como las promesas de los políticos. Basta mirar al teléfono para comprobarlo. Sin cobertura, dependiendo de la compañía. Aunque, tal y como están las cosas, quedarse sin móvil, a veces, es un avance.
Vine a hablar de despoblación con el vecino más joven del lugar. Qué eminencia. Tiene tres meses y me llevó a conclusiones más certeras que todos los chupatintas y mancebos del último congreso del asunto. El chaval lo resume bien: nació en otra comunidad autónoma, porque ese hospital está más cerca que cualquiera aragonés. La escuela y el pediatra a media hora de coche. ¿Guardería? Está en el pueblo de al lado, pero no puede ir porque solo aceptan nenes que andan (15 meses). Esto es la despoblación y déjense de números. Despoblación es cuando acabas la explicación diciendo: “si al final me voy a tener que ir”.
En cambio, Tronchón es uno de esos lugares para volver y llevarle la contraria a Sabina. Matilde reparte felicidad aunque solo pregunte: “¿Qué os apetece comer?”. Da igual lo que respondas. Unas judias, unos garbanzos, una sopa o un arroz de pescado, que curan. Reparte generosidad y no cansa que repita algun ingrediente, como Arguiñano el perejil, ella le echa siempre alguna sonrisa. Y ya nadie se sorprende porque pueda detener el tiempo. Tronchón es un pueblo precioso, aunque no se me ocurre un monumento mejor que Casa Matilde. Quizá sólo para confirmar que las personas hacen los lugares a los que miramos, desde el cadillac solitario. Uno se marcha pensando que es una pena que las cosas no cambien más rápidamente. Pero también, como diría Matilde, que vamos a seguir aquí, y haciendo lo que sabemos lo mejor posible. Y a ver qué pasa.