Sería conveniente leer más la constitución y ver menos el Zalbame KK Deluxe. “No deberíais estar aquí, ni por mi derecho a la intimidad, ni por la protección de datos”, me espetó una señora en la cola de las PCRs. Estábamos fuera del ambulatorio del Centro y ella, absolutamente indignada, como una folklórica cuando la pillaban morreándose con otro en los 80. La despaché con un “creo que la intimidad es otra cosa señora” y pasé de ella, como de los gilipichis que siempre te cruzabas en el pasillo del instituto porque la vida, he teorizado con el tiempo, es demasiado bonita, como para enredarse. La intimidad debería haberle dicho, o así la define el artículo 18 de la constitución, se refiere al derecho a disfrutar de un ámbito privado para nosotros y nuestra familia, que no puede ser violado. Subraya la inviolabilidad del domicilio, así como la privacidad de las comunicaciones. Ella hubiera entendido mejor un “señora, es más importante denunciar la saturación de la atención primaria, que el hecho de que su vecina se pispe de que usted se está haciendo una PCR”. Aunque no lo crean la salud pública está antes que el chismorreo.
La respuesta hubiera sido “eso a mí me importa una mierda”, lo anticipo. Es quizá el mal no calculado de una sociedad basada en la envidia, en el quiero más, en ese “tú eres lo importante”, que, además de vendernos ropa hecha en semiesclavitud, promociona un egoismo recalcitrante. A veces olvidamos que la generosidad es la primera premisa, sea de la revolución francesa, sea de vivir felices. Pensar en el otro, en el bien común, joder qué palabra.
Lo peor de la última nevada fue una señorita informándome antes del bajar del coche, entre rodadas de nieve y un panorama desolador, de que no podía grabar en esa gasolinera (una explanada vacía), cuando lo único que pretendíamos era estacionar el coche con un poco de seguridad. Debe ser una desgracia cuando se enteren de otra ley, la del derecho a la información, el que nos permite tomar imágenes en lugares públicos orientadas a informar de una situación noticiosa. El que permite defender muchos derechos. Pero el que nos obliga también a no injuriar o calumniar. Aunque lo que no puede evitar es que pienses que cada vez hay más gilipollas.