Cuando el director de este medio me ofreció en 2018 escribir en la contraportada de los viernes, lo primero que pensé era la suerte que tenía por poder redactar una "Columna Vaquillera" al año. Así que se supone que esta es la cuarta que publico en un viernes de Vaquilla, pero solo las dos primeras fueron motivo de celebración.
Comprendo que quien no es vaquillero no puede llegar a entender que esto, más que una fiesta, es un sentimiento. Los que tenemos un balcón al público, hemos intentado explicarlo de mil maneras diferentes y, sin embargo, no hemos podido describir ni una pequeña parte de lo que pasa en nuestro interior cuando llega este fin de semana tan señalado. Por eso, seguramente muchos no sientan ningún tipo de empatía si les cuento que, cuando vi la plaza del Torico repleta de los pañuelos rojos de las peñas, se me empañaron los ojos de lágrimas.
Así que aquí me encuentro, en la tesitura de volver a hablar del vacío que vamos a sentir por segundo año consecutivo. Estábamos preparados para ello, no nos ha pillado tan de sorpresa como en 2020 y la mayoría estamos concienciados de que es lo mejor en esta situación. El problema es que la ausencia de la fiesta más emblemática de Teruel es un símbolo de la gravedad de esta pandemia. Ni en nuestras peores pesadillas llegamos a pensar que esto iba a ser tan grave y tan largo.
No va a ser fácil, por lo que a todos los nostálgicos les voy a proponer un ejercicio de memoria. Recordemos aquellos momentos míticos que nos marcaron por diferentes motivos durante estas fechas. Por mi parte, me acordaré de mi primera faldita blanca de tablas y mi pequeña gorrinera, que ya había pertenecido a mi padre. Sonreiré al verme cogida de la mano de mi abuela, junto a mi hermano, esperando a que mis padres salieran de la Plaza de Toros para recogernos en la Fuente Torán y marchar detrás de alguna charanga con mi silla de bastón.
Después llegarán recuerdos de la adolescencia y la juventud, los mejores para grabar a fuego la Vaquilla. Terminaré añorando a mis compañeros de mi peña actual, ya que a algunos no los volveré a ver. Y entre sonrisas y lágrimas, le pediré al destino que en 2022 celebremos, por fin, la vuelta a la normalidad.