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Elena Gómez

Y vuelve la burra al trigo…

Soy consciente de lo cansina que puedo llegar a ser, pero estoy convencida de que entenderán que una de mis batallas recurrentes es la que me permite, o no, desarrollarme como persona. Sí, hablo de nuevo de las barreras arquitectónicas.

Hoy en día existen leyes, reglamentos y multitud de normas técnicas que ordenan a todo aquel que se le ocurre construir o reformar algo, hacerlo de la forma más accesible posible. Cualquier particular o negocio privado tiene que ser especialmente sensible en este ámbito, so pena de que se paralicen las obras. Sin embargo, estoy asustada por la dejadez que existe, en este sentido, en las instituciones públicas, justo las que deberían dar ejemplo y cumplir con la legalidad vigente.

Muchísimos edificios públicos en Teruel no son accesibles y otras veces la solución que ofrecen es denigrante. Se repiten aquí y allá las declaraciones de intenciones, los discursos políticos que hinchan el pecho y elevan la conciencia, pero no existen soluciones reales, prácticas y, sobre todo, inclusivas. Y no solo hablo de las barreras que impiden a las personas con movilidad reducida a realizar cuantos trámites necesiten en estos sitios, sino también de esas barreras que dificultan la vida de las personas con discapacidad sensorial o intelectual.

Por otro lado, las mismas instituciones organizan a diario multitud de actividades que pueden resultar interesantes para cualquiera. Y una vez más, muchas de ellas son inalcanzables para una buena parte de la sociedad. En otros casos son accesibles pero con alguna dificultad añadida que nos hace recorrer un largo laberinto hasta que conseguimos disfrutar de ellas.

Desde la aprobación de la Constitución Española, llevamos casi medio siglo discutiendo sobre igualdad, inserción e inclusión. No existe ningún partido político que no incluya en sus programas algún apartado sobre ello. Y una vez que llegan a donde se pueden tomar las decisiones apropiadas, se olvidan de todo.

Cuando empecé a luchar por nuestros derechos, en los albores del siglo XXI, una de mis frases favoritas era "aún queda mucho camino por recorrer". A estas alturas, estoy cansada de esperar y el camino se me ha hecho bola.

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