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Elena Gómez

Hoy voy a meterme en un barro del que no sé si voy a poder salir indemne, quizás mis compañeros periodistas me echen a los leones después de opinar como una simple consumidora de prensa, televisión y radio. Pero creo tener el derecho y me veo en la obligación de dar un toque de atención a quienes se vuelven locos cuando una noticia copa nuestro tiempo.

Es más que evidente que todos estemos pendientes de lo que está ocurriendo en la isla de La Palma. La fuerza viva de la naturaleza, que no respeta nada ni nadie, es fascinante a la vez que terrible. Y cuando se nos presentan estas imágenes de una forma tan cercana, todos nos vemos en la tesitura de meditar sobre la fragilidad de nuestra existencia y sentimos una empatía extrema hacia aquellos que lo están perdiendo todo menos, afortunadamente, la vida. Es obligación del periodismo en general estar a pie de un evento histórico para nuestro país, más si cabe en estos tiempos en los que la instantánea está a la orden del día y es muy fácil ofrecer datos al minuto. Y tenemos derecho a estar informados, como mínimo para sentir la llamada de la solidaridad y ejercer la presión social necesaria para que las instituciones no se olviden de los damnificados.

Pero, como siempre, alrededor del rigor informativo se genera un cúmulo de fuegos artificiales que están de más y que incomodan a los que estamos al otro lado de la noticia, incluso aunque estemos pegados a la última hora en todo momento. En mi caso, no puedo soportar la cantidad de veces que se está entrevistando a personas que han perdido su hogar, solo para preguntarles cómo se sienten. Vemos a reporteros buscando de forma incansable el testimonio de aquellos que no tienen fuerzas para ponerse delante del micrófono y contar lo evidente. Y eso se me hace insoportable.

Como ya he dicho, hoy en día las imágenes hablan por sí solas y la mayoría de nosotros sabemos interpretarlas. Cuando vimos explotar el volcán de Cumbre Vieja cerca de una gran cantidad de casitas, entendimos que esto iba a ser una tragedia humana. No necesitamos más amarillismo, sino una información veraz y rigurosa sobre lo que está ocurriendo y lo que puede ocurrir. En estos casos, menos es más.

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