Según una frase atribuida a Benjamin Franklin, en este mundo solo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos. De la primera poco se puede añadir, pero de los impuestos... Vamos a dejar de lado las consideraciones y bucearemos en la historia para encontrar los impuestos más raros de la historia.
Vectigal urinae, el impuesto sobre la orina. En el siglo I el emperador Vespasiano decretó un impuesto sobre la orina que se recogía para utilizar como blanqueador, tanto en las lavanderías como en el dentífrico de la época. Tito, el hijo Vespasiano, le recriminó a su padre el cobro de un impuesto tan miserable, y el emperador, impertérrito, extrajo de su bolsa una moneda, se la puso en la mano y le preguntó si le molestaba su olor. Tito lo negó y su padre le respondió: "PECVNIA NON OLET" (El dinero no huele), venga de donde venga.
Aes Uxorium, el impuesto de la soltería. Cuando Augusto tomó las riendas de la República decretó una serie de leyes para recuperar la familia tradicional como institución básica de su nueva Roma, y entre ellas estaba el "Aes Uxorium", un tributo que penalizaba la soltería. El impuesto era anual y suponía un 1% de la riqueza declarada. Una vez casado, dejabas de pagar el impuesto y, además, si la novia era viuda de algún soldado muerto en combate recibías una gratificación.
Impuesto sobre los sombreros. En Reino Unido, durante el siglo XVIII, se creó un impuesto que debía pagarse por cada uno de los sombreros, no por llevarlo. El pago se acreditaba mediante un sello que se ponía en la parte interior. Aunque era un simple método para recaudar dinero era justo porque se vinculaba con la riqueza: los pobres tenían uno o ninguno, y los ricos varios.
También en Reino Unido en 1696 se aplicó el impuesto sobre las ventanas. Igualmente gravaba la riqueza, ya que las casas de los ricos eran más grandes y tenían más ventanas. Hecha la ley, hecha la trampa: muchos empezaron a tapiar ventanas, lo que hacía las casas más lúgubres e inhabitables.
En la misma línea, en 1784, se decretó el impuesto a los ladrillos. Había que pagar cuatro chelines por cada mil ladrillos que tuviese la vivienda. La respuesta de las fábricas fue hacerlos más grandes -hubo que legislar el tamaño máximo de los ladrillos- y los británicos, a su vez, empezaron a construir con más madera y menos ladrillos.
Impuesto sobre la barba. En el siglo XVI, Enrique VIII, el rey de Inglaterra, estableció el impuesto que debían pagar los que llevasen barba. Lógicamente era sencillo librarse de pagar este impuesto afeitándose. Aun así, muchos decidieron llevar la barba y pagar por el mero hecho de pagar. A caballo entre la vanidad y la opulencia, llevar barba era una señal de ser tan rico que podías permitirte ese lujo. En 1698, el emperador ruso Pedro I el Grande recuperó este impuesto por motivos estéticos e higiénicos. Su idea de europeizar Rusia chocaba con las barbas, ya que el afeitado transmitía una imagen más europea y moderna. Los que querían llevar barba debían pagar. Cuando pagabas el impuesto, te daban una chapa acreditando el abono.
Impuestos sobre las barajas de cartas/naipes. En Inglaterra, desde el siglo XVII hasta mediados del XX, los fabricantes debían pagar un impuesto por las barajas. Para controlar que una baraja había pagado el impuesto se ponía un sello en uno de los naipes. Hasta 1718 en cualquiera, pero a partir de ese año se estableció que debía sellarse la primera carta de la baraja, el As de Picas. Más tarde, se estableció una doble imposición que obligaba también al comprador a pagar. Para evitarlo, tanto fabricantes como jugadores empezaron a falsificar ases de picas, a lo que el gobierno respondió tipificando la falsificación como delito capital (pena de muerte). Además, se legisló que todos los ases de picas serían estampados por un único fabricante en nombre del gobierno. Los fabricantes se encargaban del resto de cartas y debían comprar el as de picas al gobierno para completar la baraja.
Impuesto de celibato
Impuesto del celibato. Una de las medidas establecidas por el dictador Ceaucescu en Rumanía en favor del aumento de la natalidad fue la prohibición del aborto. El control era tan estricto que funcionarios gubernamentales, la policía menstrual como la llamaban las mujeres rumanas, se presentaban sin previo aviso en las casas o en los lugares de trabajo para repartir pruebas de embarazo. Si una mujer no se quedaba embarazada durante un cierto periodo de tiempo, debía pagar "el impuesto de celibato". Había dos excepciones para el pago de este impuesto: las madres con más de cuatro hijos (por entenderse que ya habían cumplido con la patria) y las mujeres con cierta posición en la estructura del Partido Comunista Rumano.
Impuesto a los inmigrantes chinos. Con el descubrimiento de oro en el río Fraser en 1858 llegaron muchos chinos a Canadá. Los que llegaron con la fiebre del oro se sumaron a los 15.000 que habían sido contratados para completar la construcción del ferrocarril en la Columbia Británica. Cuando terminaron las obras, emigraron a otras provincias en busca de trabajo, y el gobierno canadiense entendió que ya había muchos y que debía limitar su llegada aplicando un impuesto: en 1885 era de 50 dólares por persona, en 1900 de 100, en 1903 se incrementó a 500... hasta que 1923 se promulgó la llamada Ley de Exclusión de los Chinos, que prohibió a los inmigrantes chinos entrar a Canadá. Aunque se derogó en 1947, todavía existían algunas limitaciones para la población china. En 1967 Canadá modificó su política de inmigración y estableció normas uniformes para todos los solicitantes de inmigración, con independencia de su país de origen. En los años 80 se creó el Consejo Nacional de los Canadienses Chinos e inició una campaña para que los chinos que pagaron un impuesto de entrada y sus familias fuesen indemnizados. Después de mucho pelear, en 2006 el primer ministro canadiense, Stephen Harper, pidió disculpas por la ley de Exclusión de los Chinos y ofreció una compensación de 20.000 dólares a cada uno de los inmigrantes chinos vivos que hubiesen pagado el impuesto y a las viudas y viudos aún con vida.
Y ya que estamos en Norteamérica, algunos impuestos de EEUU que siguen en vigor hoy en día:
En Nuevo México, las personas mayores de 100 años están exentas de impuestos, pero solo si no son dependientes.
En Iowa, Pennsylvania y Nueva Jersey, las calabazas están exentas del Impuesto de ventas (nuestro IVA) si son para comer, pero si son para decorar o tallarlas como en Halloween deben pagar.
En 2005, en Tennessee y en Carolina del Norte se comenzó a exigir a los traficantes de drogas que pagaran impuestos por cualquier sustancia ilegal que vendieran. Para cumplir con esta normativa fiscal se deben adquirir -aunque eso sí, de forma anónima- unos sellos o pólizas que se pegan en los paquetes de droga. Con la compra de los sellos sólo se cumple con las obligaciones fiscales, pero no legaliza su posesión, así que todavía se están violando las leyes penales por la posesión de drogas.
Y terminaré con el impuesto sobre la TV en Inglaterra. Cada televisor paga una tarifa anual que se utiliza para financiar la BBC. Curiosamente, si una persona es ciega y tiene un televisor en su domicilio, todavía tiene que pagar, pero solo la mitad.
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