A la capacidad de no sorprenderse en lo educativo se acostumbra uno enseguida. Los hay que su primer encuentro es una formación con juegos de Barrio Sésamo, gomets de colores y miradas de incredulidad.
Decía nuestra ministra que "la escuela tiene que estar diseñada para que los niños aprendan y disfruten", al hilo de las nuevas medidas en las que ya da todo igual. A este paso llegarán el primer día de curso a primero y les regalarán el título de la ESO. Y arreglado el fracaso escolar.
Y decía eso mientras los hijos de muchos políticos y de muchos profesores de secundaria, por qué no decirlo también, siguen con sus rutinas en la concertada y la privada.
Y si la cosa ya iba de capa caída desde el fatídico invento de la LOGSE, ya solo faltaba la pandemia para rematarlo todo. Presuntos aprobados generales encubiertos, el nivel por los suelos... Estas cosas son muy largas de contar, pero los pedagogos que dirigen todo el cotarro, y que no han preguntado a un profesor en su vida, lo tienen claro. Inventando el pseudolenguaje de la corrección lo tienen todo apañadico. El papel lo aguanta todo. Dos asignaturas más.
Luego está la realidad. Una clase. Alumnos de incorporación tardía. Otros tantos con alguna problemática. La mitad que ni les va ni les viene. Y otros pocos que quieren ir para adelante. En esas escuelas con unicornios rosas que se dibujan en la cabeza de los ministerios y consejerías no hay lugar para coger las ratios por los cuernos. Siempre habrá padres que pensarán que se premia el esfuerzo y el conocimiento. Enhorabuena.
Porque de eso se trata, de conocimiento y contenidos, esas palabras malditas para los pijomodernos que abogan por estupideces como las emociones y las inteligencias múltiples. Todo para perjuicio de la clase obrera y humilde, que ve cómo se le desmonta todo, mientras la globalimbecilización, la hipocresía de cierta izquierda y la dejadez de cierta derecha, que no le va a cuento lo de los servicios públicos, hacen el resto. Igual este sería el momento de sacar las camisetas verdes a relucir.
Cuando la pedagogía entra por la puerta, la educación y el conocimiento sale por la ventana. Total, qué más dará, si esto no le importa ni al Tato.