Emocional es una palabra muy cabrona. Vives y emocionas. No hagas cosas sin emoción. Emocional y mente. Piensa con emoción. Pobrecicos, si es que no les emocionan. En clase y en casa. En casa y en clase. Friega y empana pechugas, pero hazlo con sentimiento, coño. No seas idiota. Tienes que ser buena persona, lo demás no importa. Da igual que seas un zoquete, siempre y cuando tu aura mística vaya con el saco de tus puñeteras inteligencias múltiples, que más que múltiples son el pozal de oro tras el arco iris. Opérame las almorranas o el corazón siempre que seas buena persona. Inventa un dogma. Solo necesitas constancia y seguidores, de ahí a la nueva religión solo hay un paso. ¿Es obligatorio vacunarse? Lo que no es obligatorio es ser gilipollas. Quiero descubrir, pero no vas a descubrir nada, o casi, si no sabes nada antes.
Alabado sea el mindfulness y la madre que lo parió. Si somos tontos es más fácil. Aunque ya no sepamos lo que no es normal, ni lo que es ser tonto. Da igual. Es moda. ¿Se lo remuevo con la polla? Joder, si es que me autoemociono. La carne de gallina se me pone, co.
Entre tanta discusión vacía nos crecen los fascistas. Dicen cosas viejas. Si se las creen, mal. Si no se las creen peor. No hace falta creer nada para ser un imbécil fascista que se limpia su cerebro lleno de mierda con la bandera de turno. No sabemos dónde vamos. Yo soy yo; y tú más. Pero sin elegancia. Mi vida por una mecedora, un fusil, tabaco, un perro y un porche en la puerta de casa donde esperar el meteorito. Tanto emocionarnos se nos escurre la realidad entre las manos. Y nos moja, pero solo un poco, solo un rato, solo un segundo, solo los pies. Para caer después la mano protectora de las redes sobre nuestros hombros.
Tralarí. Tralará. Toca la lira mientras se queman tus hijos, mientras se queman tus padres, mientras se queman tus amigos. Tú eres tan cuñao como el marido de tu hermana. Escribe mucho en las redes. No discutas con nadie. Apoya el Change.org y te sentirás importante. Eres un pringau, lo sabes, yo también lo sé, y lo soy. No hay un Dios que frene la decadencia del imperio. Yo me subo a un barco y que navegue el que sepa. ¿Y si no sabe nadie? Pues eso, que no habrá nadie a quien echarle la culpa.
¡Adiós, muy buenas!