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Te veo en Liverpool, Raúl Te veo en Liverpool, Raúl

Te veo en Liverpool, Raúl

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Javier Silvestre

Tengo un amigo que tiene cáncer. Es médico anestesista, lo que hace que él sea aún mucho más consciente de lo que le está pasando. Le han detectado un glioblastoma, un tumor cerebral bastante agresivo que no tiene cura (por el momento). Nos lo contó poniendo un enlace en WhatsApp que conduce a un blog personal que desde hace unas semanas sirve para informarnos de cómo evoluciona su caso.

Cuando nos lo contó nos quedamos helados. Cada uno le escribimos por privado y le mandamos todo el ánimo que fuimos capaces de reunir a bote pronto. Pero la vida es así: te abofetea sin previo aviso y te deja noqueado. ¿Para qué edulcorar semejante noticia? Nuestro amigo anestesista nos inoculó su diagnóstico sin anestesia. Otra paradoja más. 

Raúl es de aquellos amigos a los que sólo vemos una vez al año pero al que tratas como si lo hubieses visto ayer mismo. La última vez que lo vi fue en Turín. Como cada año se sabía absolutamente todas las canciones de Eurovisión y ya nos había preparado la ruta para no perdernos ni una sola fiesta eurovisiva.

Este año se fue antes. Casi no pude preguntarle por su nueva vida como cooperante en el Congo, ni él pudo preguntarme a mí cómo me ha cambiado la vida en el último año. ¿Qué más daba? Salía Chanel a actuar al escenario y aprovechamos para saltar juntos intentando ganar el Festival, como mínimo, en cuanto a decibelios se refiere… como cada año. 

Meses más tarde, ya en España, otro amigo me dijo que algo le había pasado a Raúl. "No sé qué de una infección en un río del Amazonas…" Que todo había sido un "susto" pero que ya estaba bien. Hasta que el 6 de septiembre a las 20:06, un enlace en un grupo de WhatsApp interrumpía una anodina tarde de jueves. Al abrirse la página web y comenzar a leer nos llegaba la peor de las noticias. 

Silencio. 

Tardamos un rato en reaccionar. En leerlo todo. En entender que Raúl se despedía, sin decir nada pero contando cada detalle. ¿Qué decir? ¿Qué sentir? Se mezclaban demasiados sentimientos: incredulidad, miedo, sorpresa, enfado. Y uno no podía evitar ponerse en su lugar ni dejar de plantearse cómo reaccionar si un día la vida te imprime tu fecha de caducidad.

Raúl ha seguido escribiendo. Como médico que es ha decidido investigar y darle una oportunidad a la ciencia en la que tanto ha creído siempre. Pero la fatalidad le ha regalado una mínima oportunidad: un ensayo clínico que le permite soñar un poco más. Un aferrarse a la vida para poder disfrutar de esas pequeñas cosas que tanto le llenan ahora. Un soplo de aire tras la asfixia de gritar que todo estaba perdido. 

El otro día escribí a Raúl. Medí las palabras para intentar no hacerle daño. Y él me dio otra lección al despedirse diciéndome que "nos vemos en Liverpool".

Será en mayo de 2023 cuando nuestras vidas se vuelvan a cruzar durante unas horas. Cuando no te preguntaré por el maldito glioblastoma, ni tú me preguntarás por las malditas audiencias de televisión. Nos limitaremos a desgañitarnos intentando ganar, una vez más, Eurovisión, ni que sea en cuanto a decibelios se refiere. 

Te veo en Liverpool, Raúl. 

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