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Demoler nuestro hospital Demoler nuestro hospital

Demoler nuestro hospital

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Javier Silvestre

Llegan las elecciones y cualquier motivo es bueno para tirarse los trastos a la cabeza. Lambán aprovechaba una visita a Teruel semanas atrás para recriminar al Ayuntamiento que las obras de acceso al nuevo hospital no estarán a tiempo, mientras la alcaldesa Buj corría a responder que lo único que falta por licitar está a la espera de un trámite que es competencia de nacional y autonómica. Los unos por los otros, la casa sin barrer… Y el nuevo y flamante hospital que no llegará hasta finales del año que viene tras una inversión de más de 92 millones. 

Me ha llamado la atención, en las informaciones publicadas en este periódico, lo poco que hablaban los políticos sobre qué pasará con el antiguo Obispo Polanco. He tenido que hacer un buceo en la hemeroteca que me ha llevado hasta noviembre de 2021. Fue entonces cuando se hizo una mesa redonda organizada por la Asociación de Vecinos del Ensanche, a la que acudieron todos los portavoces municipales. 

Y para mí sorpresa, todos descartaban mantener las consultas externas en este edificio y hablaban de reordenar la zona en espacios de ocio, locales para actividades asociativas, bibliotecas, colegios mayores de enfermería, instalaciones deportivas, oficinas para la DGA e incluso se apuntaba a la demolición del -en un futuro- antiguo hospital. A partir de 2024, las visitas al especialista se repartirán entre el actual Centro de Salud del Ensanche y el nuevo megahospital de Planizar. Sin duda, un error que va a complicarle la vida a la gente mayor, que es la que más utiliza estos servicios, y que tendrá que recurrir al coche o al autobús para que le vea un médico. 

"Hay que trabajar para los que vendrán", decía en ese debate el portavoz del PAR, Julio Esteban, siendo secundado por el resto de representantes municipales. Pero creo que es más importante trabajar por los que "ya están" necesitando de los servicios hospitalarios a diario. La ubicación del proyecto a las afueras de la ciudad (por muy a mano que esté de la autovía para dar servicio a los pueblos) es un error garrafal en una ciudad que no adolece de falta de solares en zonas mucho mejor comunicadas. Pero esa guerra ya la perdimos los ciudadanos hace tiempo.

Mantener un hospital abierto en el Ensanche debería de ser una prioridad vecinal y municipal. Porque gran parte de la población tiene un acceso rápido y cercano en caso de necesitar ir al médico o si tiene que cuidar a un familiar. 

Planizar es la panacea médica (no seré yo quien cuestione su utilidad), pero renunciar a que el Obispo Polanco siga recibiendo pacientes es condenarnos a tener que utilizar el coche o el siempre deficitario transporte público para acceder a algo tan vital como la Sanidad. Dejando a un lado el nacionalismo de barrios, una infraestructura no está reñida con la otra. Y demoler el hasta ahora hospital sería perder una infraestructura vital para una ciudad cuya población es eminentemente mayor. Nos dirán que no hay dinero, que eso es competencia del otro, que los estudios avalan la toma de decisiones. Pero, pregúntenle qué es lo que ha ocurrido en aquellas cuidades donde el gran centro sanitario se ha desterrado fuera de los barrios más poblados. Nada bueno. 

No perdamos un recurso hospitalario tan valioso y tan bien situado, al alcance de miles de personas, como es el Obispo Polanco. O, al menos, centremos allí las especialidades más recurrentes para la gente mayor que tendrá muchas más dificultades para acceder al lejano Planizar. Hagámoslo por ellos… y por los nosotros del futuro. 

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