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Culebrón medieval Culebrón medieval

Culebrón medieval

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Javier Silvestre

Jamás he entendido la polarización que existe respecto a Raquel Esteban y las Bodas de Isabel de Segura. Se me escapan los vericuetos internos que se traducen en un amor-odio de extremos irreconciliables. Siempre me sorprende que el simple hecho de mencionar el nombre de la directora de la fiesta que celebraremos el fin de semana que viene (y que llenará Teruel hasta la bandera) acabe con dos amigos discutiendo sobre el papel de Esteban en los Medievales. 

También se me escapa por qué deciden echarla justamente ahora, a una semana de la celebración de las Bodas. Y lo que me parece más preocupante, sin dar las pertinentes explicaciones (con las que se puede estar de acuerdo… o no).

Y agradezco que Santiago Gascón, autor de los textos de las principales escenas de la fiesta, haya superado la pataleta inicial y, tras amenazar con impedir usar sus guiones si no se reconocía públicamente la labor de Esteban, deje que los turolenses podamos disfrutar de una celebración que aporta cultura, posicionamiento turístico e ingresos económicos para toda la ciudad. 

Yo me fui de Teruel en 1997. No fui consciente de lo que se había montado cada segundo fin de semana de febrero hasta que, en el año 2000, mi editor de los informativos de Onda Cero me llamó para que hiciese una crónica sobre "esa fiesta medieval que hacéis en Teruel" y que había obligado a doblar el número de trenes que circulaban desde Valencia y Zaragoza a nuestra pequeña ciudad. 

Aluciné, literalmente, cuando viví las Bodas de Isabel de Segura por primera vez. Y me maldije mil veces por haber descartado venir hasta ese momento al considerarlo una especie de "mercado medieval" como otros tantos había en España.

Ya entonces me contaron "historias" sobre la creación, gestación y gestión de la fiesta en sí. No había año que no me mandasen al móvil las esquelas que publica, como una gota malaya, Lola Blasco, presidenta de la Asociación de Mujeres Empresarias. En ella acusa a Esteban de "apropiarse" de la idea de las Bodas y de deberles 18.000 euros por la organización deficitaria de las tres primeras ediciones.

A partir de ahí, el culebrón Esteban no ha dejado de crecer. Nóminas con extras por un trabajo que no se hace, doctorados con dudosa procedencia creativa, denuncias laborales de la Fundación que la Justicia acaba desestimando parcialmente, presuntas compras de locales para los ensayos con rumores de amiguismo… Y el colofón final: la salida de Raquel Esteban, que seguro no es el último capítulo de este serial más propio del medievo que del siglo XXI.

Como ciudadano, me parece indispensable que se reconozca la autoría de la celebración de las Bodas a su(s) creadora(s) como se considere oportuno. Pero exijo, a su vez, transparencia. Si bien el germen surgió, hace dos décadas, de una iniciativa privada, es innegable que la creación de la Fundación para controlar un evento que trasciende a lo público era más que necesario. Pero el mal proceder, en tiempo y en forma, vuelve a emponzoñar la gestión de una fiesta que pide a gritos transparencia. 

No me importa demasiado la lucha de egos y vanidades que se esconde tras todo este bochornoso espectáculo. Pero, por favor, déjennos disfrutar de la Bodas sin ponerlas en peligro, porque los miles de turolenses que se gastan su dinero en hacer que está fiesta sea lo que es no se merecen este culebrón medieval. 

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