Demasiado han tardado en el Ministerio de Igualdad en apropiarse del tema eurovisivo de Rigoberta Bandini, Ay, mamá cuyo estribillo se pregunta abiertamente “por qué dan tanto miedo nuestras tetas” ya que “sin ellas no habría humanidad, ni habría belleza”. Una canción que van a oír hasta la saciedad durante los próximos meses gracias a Eurovisión 2022.
Es innegable que el tema musical engancha. Su ritmo invita a bailar dando saltos y su letra no esconde una reivindicación feminista incontestable: el papel de las madres en un mundo de hombres. Hasta ahí todo correcto. El problema radica en convertir está canción en una consigna política excluyente. Apropiarse de un mensaje universal para acusar de retrógradas machistas a todas aquellas que no comulguen con la traslación ideológica de su letra.
Al igual que ocurrió con la docuserie de Rocío Carrasco, la ministra Irene Montero trata de pescar en río revuelto y se apropia en este caso de una canción que ya es suficientemente reivindicativa de por sí. Pero el buen-feminismo que ella trata de imponer va más allá y, micro en mano, no ha dudado en preguntarse en un mitin -muy enojada ella, porque la buena-feminista debe de estar cabreada todo el día- “¿por qué les dan tanto miedo nuestras tetas, compañeros…? ¿Por qué les dan miedo nuestros derechos?”
Lo que más me cabrea es que se mancille algo tan apolítico como es el festival de Eurovisión (aunque la selección de canciones impuesta a dedo por RTVE no deja duda del sesgo ideológico impuesto este año). Y sobre todo que se vuelva a buscar la confrontación constante entre esas dos Españas sin la que algunos políticos jamás saldrían en el Telediario. Porque las palabras de Montero asegurando que “tienen miedo de nuestros derechos” me obliga a preguntarme: los derechos, ¿de quién? ¿De las mujeres en general? ¿Únicamente de las feministas? ¿O sólo de aquellas que entienden el feminismo como lo trata de imponer un Ministerio vacío de contenido palpable pero que nos cuesta 525 millones de euros al año?
Porque si bien es cierto que el feminismo es igualdad, no sé yo hasta qué punto las políticas del Ministerio de Montero van más allá y son hembrismo encubierto en una especie de revanchismo histórico con el que muchas mujeres no comulgan. “¡Ah! ¡No serán verdaderas demócratas entonces!”, dirán indignados los Ireners. Porque no olvidemos que el carnet de mujer demócrata lo expiden ahora únicamente desde el Ministerio de Igualdad. El resto, directamente, sois el enemigo. Y por ende tenéis miedo de vuestras tetas.
A mí no me dan miedo las tetas. Me dan pavor las que las utilizan como arma de supremacía moral. Las que se vanaglorian por airear sus pechos en una iglesia pero justifican el uso cultural del hiyab. Las que niegan el derecho a que un hombre transexual pueda ser mujer porque eso también es machista. Las que imponen cómo debe de vivir cada mujer su forma de ser mujer. Las que proclaman la belleza de las tetas mientras las suyas rezuman leche agria que todo emponzoña. ¡Qué vivan todas las tetas, porque sin ellas no había humanidad, ni habría belleza!