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Criterio y griterío Criterio y griterío

Criterio y griterío

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Javier Silvestre

Les confesaré un vicio que creo compartimos muchos periodistas: escuchar conversaciones de desconocidos, en la calle, comentando la actualidad informativa. Es un ejercicio de humildad que nos permite darnos cuenta de hasta qué punto la información que generamos se deforma y retuerce hasta hacerse casi irreconocible. He llegado a tener a alguien a mi lado en el metro comentando con su acompañante una noticia que yo mismo había firmado en un periódico y he comprobado, asombrado, que no habían entendido nada… (o que yo no había sabido comunicar bien la información).

Los periodistas tendemos a vivir en un ecosistema formado por semejantes. Un mundo irreal que nos lleva a pensar que el resto de la sociedad se mueve por nuestros cánones informativos. Nuestra vida se ha convertido en un sprint constante por ser los primeros en contar las cosas, avanzarnos al rival, dar el matiz que nadie da… Y se nos olvida, en muchas ocasiones, que hay otros ecosistemas y que la mayoría de la sociedad va a otro ritmo. 

Les pondré otro ejemplo para que lo entiendan. El día que entró en vigor la subvención de 20 céntimos en las gasolineras, todas las televisiones preparamos un gran despliegue informativo. Esperábamos (ilusos de nosotros) que se formasen larguísimas colas de conductores que habían apurado la reserva de sus coches para ahorrarse unos eurillos al repostar… tal y como habíamos hecho nosotros mismos. La realidad fue que no hubo apenas colas, que muchas personas ni tan siquiera sabían que entraba en vigor la rebaja y que, una vez más, pensábamos que la sociedad bien informada actuaría como nosotros lo haríamos. Error.

La dura realidad es que la gente cada vez se informa menos por los medios (que sufren una terrible crisis de credibilidad desde hace años) y lo hace más a través de las redes sociales. Eso aleja aún más al periodista del resto de ecosistemas. Y en un intento por saber qué le preocupa al “consumidor de la actualidad” elevamos a rango de noticia lo que son puras campañas orquestadas en internet y que hacen mucho ruido pero que nos afectan poco realmente como ciudadanos. Parafraseando a Maruja Torres: “No es lo mismo tener criterio que tener griterío.”

No puedo estar más de acuerdo: mientras nos distraen con fuegos artificiales informativos se toman decisiones vitales y que nos afectan directamente… pero que a la mayoría no entiende o que, peor aún, no les interesa conocer. Crear incultos informativos como medida para controlar a la sociedad. No es nada nuevo y ahora recogemos los frutos de un sistema educativo que moldea individuos sin intereses y, lo más preocupante, sin capacidad crítica. Están aborregados informativamente hablando y eso es preocupante y peligroso porque permite manipular a las masas hacia terrenos propios de tenebrosos pasados. 

Usted que está leyendo una columna de opinión en un diario de papel puede considerarse una rara avis. Y creerá que su realidad es la que vive el resto de la sociedad. Pero le invito a que haga el ejercicio que hago yo: siéntese en un bar y escuche la tertulia de la mesa de detrás; vaya en transporte público y deténgase en qué está leyendo la gente que le rodea; o mejor aún… pregúntele a diez personas qué es la inflación subyacente, dónde está Moldavia o si realmente sus hijos dejarán de estudiar filosofía en el instituto el año que viene. 

Seguro que se lleva la misma sorpresa que me llevo yo cada vez que pongo a prueba nuestra ya casi nula capacidad periodística de informar. Y no rehuyo la crítica a los propios medios y periodistas, que un demencial salto hacia la supervivencia económica, hemos sucumbido a hacer más caso al griterío que al criterio. Y así nos va… a todos.

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