Es, con toda probabilidad, el nombre de la niña más famosa de España. La recién nacida, mediante gestación subrogada en Estados Unidos, ha reabierto un debate que los políticos (excepto Ciudadanos) se habían empeñado en aparcar por lo complejo del tema. Las tertulias han ido cargadas estos días tanto en la vertiente ética del caso, su prisma rosa y el que atañe a la legislación vigente en nuestro país. Y se han dicho muchas burradas.
Esta columna sería mucho más jugosa si les contase lo que se rumorea (antesala de lo que se sabrá) en los pasillos de Telecinco. Se lo pueden imaginar. Todo el mundo apunta a que Ana Obregón no sería la madre de la pequeña sino la abuela. Esto hace que todo el caso sea aún más rocambolesco y criticable. El nombre con el que la actriz y bióloga habría registrado a la recién nacida confirmarían estos chascarrillos que tanto juego están dando en la cafetería de la tele (y en los platós de absolutamente todas las cadenas).
El caso es un arma de doble filo. Reabre un debate político que habrá que abordar antes o después. Negar que la gestación subrogada es un recurso para miles de personas en nuestro país es cerrar los ojos ante una realidad. Y considerar los mal llamados vientres de alquiler como ilegales tan sólo desprotege tanto a los que desean tener un hijo como a aquellas mujeres dispuestas a ofrecerles esta posibilidad.
Tengo bastantes amigos que recurren a esta solución para acceder a la paternidad. No todos son parejas del mismo sexo, también los hay que han optado por esta técnica cuado la mujer no podía ser madre por problemas médicos. Y absolutamente todos cumplen un requisito que no siempre tienen el resto de las parejas: el deseo absoluto de ser padres y madres. No es un “capricho”, como se ha dicho en algunos acalorados debates; ni algo “exclusivo para ricos”.
Aquellos que inician un proceso de gestación subrogada se lo piensan y mucho. Precisamente porque su paternidad no es fruto de la casualidad, sino que requiere una preparación médica, temporal y legal farragosa y tremendamente complicada. Además, muchos de ellos llevan ahorrando años para poder llevar a cabo su deseo de ser padres y madres. De los casos que yo conozco personalmente, todos han tenido y mantienen años después una estupenda relación con la mujer que se ofreció a gestar a sus hijos e hijas. Y nadie ha sentido que esas mujeres lo hayan hecho por un interés económico.
Es más, la legislación de algunos países prohíbe, específicamente, que alguien con problemas económicos o que no haya sido madre anteriormente, pueda convertirse en una gestante. Cierto es, que en otros no ocurre lo mismo. Por eso es importante legislar cómo acceder a la gestación subrogada en nuestro país. Para que ninguna mujer, de ninguna parte del mundo, pueda plantearse alquilar su vientre con fines económicos. Y por otra parte, garantizaría la seguridad jurídica tanto del menor como de los futuros padres y madres.
“Si no pueden ser padres, es lo que hay”, he llegado a escuchar en algunas tertulias. Tendremos que cargarnos de un plumazo todos los planes de reproducción asistida (financiados públicamente muchos de ellos) bajo este razonamiento.
Legislar en este ámbito no debe de significar prohibirlo sino regularlo, garantizar que aquellas mujeres que quieran ser gestantes lo hagan libremente y que la compensación que deben de recibir por ello no lo convierta en un negocio. Mientras no se haga, miles de personas seguirán viajando al extranjero para hacer fuera -y con menos seguridad- lo que aquí prohíbe la ley. ¿Les recuerda a tiempos pasados…?
Volviendo a Ana Lequio Obregón, y para que no se quede con las ganas, estos días habrá sorpresa… ¡y de las gordas! No lo digo yo, ni son rumores de pasillos. Lo ha dicho su propia hermana. Eso sí, no confundan el serial que se nos viene encima con las miles de personas que consiguen ser padres y madres gracias a la gestación subrogada. Porque nada tienen que ver ambas situaciones.