Teresa Gil, conservadora y restauradora segoviana: “La conservación preventiva luce menos, pero sus beneficios son enormes”
La especialista segoviana imparte por sexto año uno de los cursos de la Fundación Santa María de AlbarracínLa conservadora segoviana Teresa Gil ha impartido por sexto año consecutivo el curso de Conservación Preventiva de la Fundación Santa María de Albarracín, que elabora un documento para optimizar la preservación de los fondos expuestos en las salas y almacenes de la Fundación, y que concluye este viernes.
-¿Cuántos alumnos y cuál ha sido su perfil durante este curso?
-Estamos con siete alumnos y su perfil está muy relacionado con la conservación y restauración de bienes muebles. Cinco de ellos son restauradores y dos historiadores del arte, de procedencias muy variadas, como Andalucía, Valencia, Aragón, Castilla o Madrid, y ya con titulación, porque este curso no admite personas en proceso de formación.
-¿Cómo ha impactado la pandemia en esta convocatoria?
-No se completó el cupo para el que se ofertaba, que era de diez plazas, pero supongo que todavía hay cierto miedo ha realizar actividades en grupo con más personas. En cuanto a la dinámica del curso no se ha visto muy alterada, ya que la Fundación Santa María nos ha proporcionado un número mayor de aulas para trabajar guardando las distancias necesarias y todos los protocolos.
-¿En qué se ha centrado la actividad del curso de Conservación Preventiva este año?
-Hemos estado trabajando tanto en el ámbito de Museo Diocesano como en lo que será el espacio definitivo de almacenamiento de todo el material y las piezas que custodia la Catedral, pero que a día de hoy todavía no está habilitado.
-Es decir, no se trabaja directamente con las piezas artísticas sino con los espacios que las van a alberga, ¿no es así?
-Efectivamente. Se trata de procurar que las condiciones de conservación de los espacios destinados a exposición o almacén sean las óptimas para la conservación de esas piezas. Lo que hacen los alumnos del curso es valorar las condiciones que presentan estos espacios, y en qué medida se pueden implementar acciones que mejoren esas condiciones. Lógicamente se trabaja con lo que se tiene, porque el propio edificio tiene siempre unas limitaciones determinadas que no puedes cambiar. Pero teniendo en cuenta eso se estudian las acciones que se pueden hacer de forma viable y asequible, en cuanto a recursos económicos y humanos.
-Dígame alguna de las acciones concretas que se hayan realizado en esta convocatoria.
-Se han hecho cuatro ejercicios aplicados. Uno de ellos, por ejemplo, ha sido hacer un análisis de significancia en el Museo Diocesano, que es estudiar e identificar el valor que tiene cada obra que se expone. Esto es interesante porque te ayuda a implementar un plan de emergencias, o para saber qué medidas hay que priorizar, cuáles son más urgentes o más importantes.
Otro ejercicio ha consistido en valorar datos que ya se tenían sobre las condiciones ambientales de temperatura y humedad. Estos datos, junto a otros que se han recabado y que tienen en cuenta el número de visitantes, por ejemplo, han permitido valorar a los alumnos que, efectivamente, el Palacio Episcopal reúne unas condiciones de conservación que son bastante buenas. El espesor de los muros y la propia envolvente del edificio nos proporciona unas condiciones bastante estables y correctas, de modo que no es necesario tomar medidas muy costosas para mantener la temperatura y humedad idónea.
-¿Hay otros elementos que determinan la buena conservación de las piezas de arte, además de la temperatura y la humedad?
-Estas son, desde luego, dos de las más importantes. Pero hay otras, como la iluminación adecuada, la presencia de contaminantes, la calidad del aire, e incluso la mala disposición de objetos, que pueden dañarse por estar colgados o metidos en vitrinas inadecuadas. Además hay materiales que conviven entre ellos mejor que otros, y tienes que saber cómo hacer que convivan en el mismo espacio si es inevitable. Y otro elemento clave en la conservación son los factores catastróficos, como los incendios o las inundaciones, por ejemplo.
-¿También se tienen en cuenta esos factores?
-Sí, son cuestiones que se analizan para saber qué medidas se pueden adoptar en previsión de esas catástrofes. Todas estas actividades y análisis que se realizan durante el curso van quedando incluidas en un Plan de Conservación Preventiva que es una herramienta para la Fundación Santa María, y desde luego puede incluir un plan de emergencia que protocolice la forma en la que se tiene que actuar si se produce un conato de incendio, por ejemplo.
-Esa herramienta, ese Plan de Conservación Preventiva, ¿es un documento que se termina, o es necesario revisarlo periódicamente?
-Es un documento vivo y sujeto a mejora continua, porque cualquier modificación y cualquier cambio tiene que reflejarse. Pero eso no impide trabajar con él.
-¿La conservación preventiva es algo así como una hermana pequeña con respecto a la restauración activa?
-La conservación preventiva existe desde hace mucho tiempo como disciplina, aunque es verdad que en los últimos años, afortunadamente, se le empieza a prestar más atención. Nuestro handicap es que a la hora de tomar decisiones políticas e invertir dinero en patrimonio suele primar más la restauración porque luce más. La conservación preventiva no es tan evidente ni da resultados tan visibles a corto plazo como la restauración de un bien. Pero sus beneficios son enormes, precisamente porque evita su deterioro y ahorra el dinero que cuesta recuperar un bien artístico antes de que se degrade.
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