Rosario Raro, el pasado sábado en la Feria del Libro y el Cómic de Teruel. M. A.
Rosario Raro, escritora: “Martha Gellhorn no se resignó a ser una simple nota a pie de página de la vida de su marido”
La segorbina relata en su último libro la peripecia de la única mujer periodista que desembarcó en Normandía
La escritora Rosario Raro presentó en Teruel durante la pasada Feria del Libro de Teruel su última novela, Prohibida en Normandía. En ella recupera el intrépido y apasionante personaje de Martha Gellhorn, una experimentada corresponsal de guerra que burló la ley para ser una de los tres corresponsales de guerra que desembarcó en las playas de Normandía durante el Día D, pese a la prohibición que existía en el ejército aliado en cuanto a embarcar mujeres. El semanario para el que trabajaba no quiso publicar la crónica, y su papel como corresponsal a lo largo de toda su vida y de todos los conflictos importantes del siglo XX sigue siendo transparente comparado con el de algunos de sus compañeros.
-¿Quién fue Gellhorn?
-Martha Gellhorn fue la corresponsal de guerra más importante al menos de la primera mitad del siglo XX. Era una figura por rescatar que merece ocupar un primer plano que siempre le fue arrebatado de algún modo porque durante menos de cinco años estuvo casada con Hemingway.
-¿Cómo era ella?
-Fue una mujer realmente valiente e intrépida. Yo he reconstruido el personaje sobre todo a partir de su escritura. He leído sus crónicas de guerra y he descubierto una persona empática, que siempre estaba en el lugar de las víctimas y que ya llevaba muchas guerras en la mochila cuando ella llegó en Normandía. No quería ser una nota a pie de página de la vida de otra persona.
-No lo debió de tener fácil...
-Tuvo que luchar en tres frentes simultáneos. El del ejército que no permitió que las mujeres se acreditaran como corresponsales de guerra, el del ámbito periódico, porque en muchos casos eran sus propios compañeros quienes la ninguneaban, y el de su matrimonio. Hemingway decía que quería tener una mujer en la cama y no una periodista en el frente. Fue un ejemplo porque con todo en contra consiguió contar su verdad.
-¿Hasta qué punto era conocida la figura de Martha Gellhorn y accesibles sus fuentes?
-Me gusta la parte creativa de las novelas pero también la documentación. Y en este caso ha sido una investigación detectivesca. Hace dos semanas presenté la novela en la playa de Omaha, en Normandía, y alli hay decenas de museos muy documentados, que son auténticos archivos de la guerra. Y está todo, absolutamente todo, menos ella. No hay ningún rastro de la que fue la única mujer entre 160.000 hombres que literalmente pisó la arena de Normandía durante el desembarco. Fue una de los tres únicos periodistas que estuvo en las playas, junto con el fotógrafo Robert Capa y otro corresponsal estadounidense. Y pese a esa hazaña no ha quedado huella.
-Tuvo incluso problemas para publicar su crónica de guerra durante el desembarco, ¿no?
-El carrete con las fotografías de Kappa tuvieron un accidente en el laboratorio de revelado y apenas había testimonios. Solo se pudieron salvar un puñado y algunas de ellas borrosas... El verdadero testimonio era el de Martha Gellhorn, pero no quisieron publicárselo y prefirieron perder la exclusiva, porque era una mujer. Eso es algo que hay que denunciar, ya que no puede hacerse justicia a estas alturas, al menos denunciar.
-¿Cómo consiguió estar en el desembarco de Normandía, cuando el ejército aliado prohibía que se embarcaran mujeres?
-La revista para la que trabaja, Collier's no la quiso acreditar porque el alto mando aliado, efectivamente, lo había prohibido, sobre todo por Montgomery, que era quién más se oponía. Así que Martha hizo un delito porque desembarcó sin credencial. De hecho a las reporteras que intentaban hacer eso las internaban en un campo de trabajo en Pullford, al este de Inglaterra, donde paradójicamente las obligaban a desarrollar trabajos tradicionalmente masculinos, como talar árboles. Lee Miller estuvo interna allí, mientras sus colegas corresponsales eran considerados prácticamente como si fueran oficiales del ejército.
-¿Realmente no fue publicada su crónica desde las playas francesas?
-Se aseguró de que la crónica llegara a Estados Unidos por varios medios: un amigo suyo la dictó por teléfono, ella la envió por correo certificado y con acuse de recibo, porque quería que constara en los archivos, pero no la publicaron. Consideraron que el hecho de que firmara una mujer podía quitarle importancia a la operación militar. Ella amenazó con denunciar a la revista, pero le dijeron que tenía las de perder, porque era freelance, no constaba en su plantilla, y además al no estar acreditada no tenían ninguna vinculación. Para callarla publicaron una nota como siete semanas después, y con un título muy hiriente, que ponía en duda que fuera un testimonio directo porque decía “alguien nos contó que estuvo allí”.
-Ella era de las que estaban allí siempre...
-Gellhorn llamaba 'apocrifólogos' a los periodistas que se inventaban la noticia, que en lugar de estar en el frente no se separaban de los cócteles que bebían en el bar del hotel, o que, como mucho, vieron el desembarco desde un buque y no llegaron a pisar la arena de Omaha. Los despreciaba porque ella siempre estaba en primera línea para hacer su trabajo.
-¿Quién fue Gellhorn?
-Martha Gellhorn fue la corresponsal de guerra más importante al menos de la primera mitad del siglo XX. Era una figura por rescatar que merece ocupar un primer plano que siempre le fue arrebatado de algún modo porque durante menos de cinco años estuvo casada con Hemingway.
-¿Cómo era ella?
-Fue una mujer realmente valiente e intrépida. Yo he reconstruido el personaje sobre todo a partir de su escritura. He leído sus crónicas de guerra y he descubierto una persona empática, que siempre estaba en el lugar de las víctimas y que ya llevaba muchas guerras en la mochila cuando ella llegó en Normandía. No quería ser una nota a pie de página de la vida de otra persona.
-No lo debió de tener fácil...
-Tuvo que luchar en tres frentes simultáneos. El del ejército que no permitió que las mujeres se acreditaran como corresponsales de guerra, el del ámbito periódico, porque en muchos casos eran sus propios compañeros quienes la ninguneaban, y el de su matrimonio. Hemingway decía que quería tener una mujer en la cama y no una periodista en el frente. Fue un ejemplo porque con todo en contra consiguió contar su verdad.
-¿Hasta qué punto era conocida la figura de Martha Gellhorn y accesibles sus fuentes?
-Me gusta la parte creativa de las novelas pero también la documentación. Y en este caso ha sido una investigación detectivesca. Hace dos semanas presenté la novela en la playa de Omaha, en Normandía, y alli hay decenas de museos muy documentados, que son auténticos archivos de la guerra. Y está todo, absolutamente todo, menos ella. No hay ningún rastro de la que fue la única mujer entre 160.000 hombres que literalmente pisó la arena de Normandía durante el desembarco. Fue una de los tres únicos periodistas que estuvo en las playas, junto con el fotógrafo Robert Capa y otro corresponsal estadounidense. Y pese a esa hazaña no ha quedado huella.
-Tuvo incluso problemas para publicar su crónica de guerra durante el desembarco, ¿no?
-El carrete con las fotografías de Kappa tuvieron un accidente en el laboratorio de revelado y apenas había testimonios. Solo se pudieron salvar un puñado y algunas de ellas borrosas... El verdadero testimonio era el de Martha Gellhorn, pero no quisieron publicárselo y prefirieron perder la exclusiva, porque era una mujer. Eso es algo que hay que denunciar, ya que no puede hacerse justicia a estas alturas, al menos denunciar.
-¿Cómo consiguió estar en el desembarco de Normandía, cuando el ejército aliado prohibía que se embarcaran mujeres?
-La revista para la que trabaja, Collier's no la quiso acreditar porque el alto mando aliado, efectivamente, lo había prohibido, sobre todo por Montgomery, que era quién más se oponía. Así que Martha hizo un delito porque desembarcó sin credencial. De hecho a las reporteras que intentaban hacer eso las internaban en un campo de trabajo en Pullford, al este de Inglaterra, donde paradójicamente las obligaban a desarrollar trabajos tradicionalmente masculinos, como talar árboles. Lee Miller estuvo interna allí, mientras sus colegas corresponsales eran considerados prácticamente como si fueran oficiales del ejército.
-¿Realmente no fue publicada su crónica desde las playas francesas?
-Se aseguró de que la crónica llegara a Estados Unidos por varios medios: un amigo suyo la dictó por teléfono, ella la envió por correo certificado y con acuse de recibo, porque quería que constara en los archivos, pero no la publicaron. Consideraron que el hecho de que firmara una mujer podía quitarle importancia a la operación militar. Ella amenazó con denunciar a la revista, pero le dijeron que tenía las de perder, porque era freelance, no constaba en su plantilla, y además al no estar acreditada no tenían ninguna vinculación. Para callarla publicaron una nota como siete semanas después, y con un título muy hiriente, que ponía en duda que fuera un testimonio directo porque decía “alguien nos contó que estuvo allí”.
-Ella era de las que estaban allí siempre...
-Gellhorn llamaba 'apocrifólogos' a los periodistas que se inventaban la noticia, que en lugar de estar en el frente no se separaban de los cócteles que bebían en el bar del hotel, o que, como mucho, vieron el desembarco desde un buque y no llegaron a pisar la arena de Omaha. Los despreciaba porque ella siempre estaba en primera línea para hacer su trabajo.