Raúl Navarro, jugador del Atlético Teruel, reivindica el cuidado de lo mental
Raúl Navarro, futbolista del Atlético Teruel: “Cuando vienen mal dadas hay que pedir ayuda, porque siempre hay alguien a tu lado”
Apura sus últimos toques en el club rojiblanco, y desde su experiencia quiere dar ejemplo respecto a la salud mental
El Atlético Teruel que mantendrá con holgura su plaza en Preferente cuenta con un refuerzo de lujo, un ex del Teruel con kilómetros en las piernas por campos de Tercera en Cataluña, también en el Andorra antes de ser el equipo de Piqué. “Este año lo dejo, hay que dejar minutos a los jóvenes”. Y dárselos a la familia, recién estrenado en la paternidad. Raúl Navarro, barcelonés de Aliaga, o turolense de Barcelona, coincidió con Larraz en aquel CD Teruel que rozaba la Segunda B. Una lesión de rodilla le apartó del fútbol de más nivel. Y casi le costó la vida. Ha vuelto, y se suma a las voces que claman por un cuidado máximo de la salud mental.
-¿Dónde inicia su carrera?
-En la Damm en Barcelona, diez años, hasta División de Honor juvenil. Me dieron la formación que he necesitado en mis peores momentos. De allí juego con el Sant Andreu, peleando por la Segunda B. Y después a Ibiza. Aquello fue la perdición, muy joven, y con cierto dinero... Antes no se controlaban las carreras deportivas como es debido.
-Comienza un periplo largo por varios equipos.
-Y Larraz me trae a Teruel, desde el principado de Andorra. Estoy aquí unos meses y vuelvo a Cataluña, al Vilafranca. Y entonces me rompo la rodilla. Me tiro año y medio parado, sin poder jugar, y empiezo a salir más de la cuenta. Con 27 años, la carrera deportiva frenada y pocos dedos de frente. Cuando vuelvo, ya no es lo mismo, no te ayuda la lesión, y empiezo a buscar equipos de categorías algo inferiores, que me permitan salir los fines de semana y compaginar con trabajos en la obra, mantenimiento... Me interesaba más la fiesta.
-Pero observa que algo empieza a no ir como es debido.
-Me doy cuenta de que mi único interés es salir los fines de semana y llegar ciego a casa. Eso ya no es fiesta, eso es un problema, y empiezo a trasladarlo a mi familia. La cosa se agrava con la pandemia de coronavirus. Con los confinamientos, empiezo a beber a solas, en casa. Nunca lo había hecho, y desde entonces ya no paré. Mi problema con el alcohol pasó de ser algo social a ser algo cotidiano. Necesitaba beber para trabajar, para poder funcionar. Me ponía el despertador una hora antes de lo necesario para poder meterme cuatro o cinco chupitos ya para empezar el día.
-¿Cuándo llega el punto de inflexión?
-Lo tengo aquí tatuado, 6 de junio de 2022. Esa noche, totalmente ebrio, pierdo la cartera, el teléfono móvil... Buscaba monedas por el suelo, por ahí, para coger un par de cervezas en un supermercado. Y así, por la calle, pasé por el hospital. Me metí en Urgencias y dije: ‘Por favor, ayudadme’. Estuve una semana en Psiquiatría, ingresado, y empiezo a trabajar con todos los recursos que puedo. Llevo 23 meses sin beber, y planifico cada día de mi vida para continuar así.
-Es el momento de la familia.
-No puedes engañarlos. Cuando das el paso, no puedes mentirles, y tienes que apoyarte en ellos porque te van a ayudar. Cuando las cosas van mal, hay que pedir ayuda, porque siempre hay alguien a tu lado que te va a ayudar. La familia, las verdaderas amistades, y los profesionales que de verdad saben y tienen herramientas para ayudar.
-El papel de los sanitarios.
-Hay que agradecerles, y reivindicar su papel. Estuve seis meses en la Cruz Roja aquí en Teruel, no entiendo que se haya cerrado su unidad de asistencia a adicciones, su labor era fundamental. Y antes de eso, cuando me empiezo a levantar en 2022, paso cuatro meses en Aliaga, en mi pueblo, con mi padre. Del huerto a casa, y a entrenar. Y una hora a la semana, todas las semanas, la médica de cabecera del pueblo estaba conmigo, siempre, para ver cómo estaba, cómo evolucionaba. Dicen que les gustaba trabajar conmigo, siempre les mostré convicción en dejar el alcohol. Eso es clave, pero es un trabajo de equipo.
-¿Qué síntomas hay que vigilar para ver si estamos ante un joven con estos problemas?
-Sobre todo, el cambio en el carácter. Y la familia lo nota rápido, lo que pasa es que se tiende a darle poca importancia. Se cambian los horarios, se duerme poco, no se habla o se habla con muy malos modos... La comunicación entre la familia y el adicto es lo primero que se daña, y por ahí es por donde se debe empezar a trabajar. Pero es difícil.
-¿Cómo debe afrontarse una adicción desde el entorno?
-Es fundamental buscar herramientas que no generen rechazo en la persona enferma. Amistades sanas, aficiones, cosas para compartir. Es fundamental no forzar, en la medida de lo posible que no se genere conflicto, porque si no la reacción del adicto puede ser peor y empeorar su propia situación. Es algo complicado de llevar, y la ayuda profesional es fundamental. Y, por encima de todo, hemos de promover un ocio más sano. No se trata de no salir, sino de equilibrar aficiones. A mí me ayuda el deporte, me da una disciplina que me ordena y me beneficia sobre todo mentalmente. Pero puede ser la lectura, el teatro, la música, cualquier afición que relaje y estimule el cerebro.
-Porque del alcohol se sale.
-Aquí estoy. Tengo mi pareja, un recién nacido en casa, un trabajo, y mi equipo de fútbol que es un grupo maravilloso, al que estaré siempre agradecido. Pero soy consciente de que tengo que estar vigilante siempre, con orden y planificando mis días.
-¿Dónde inicia su carrera?
-En la Damm en Barcelona, diez años, hasta División de Honor juvenil. Me dieron la formación que he necesitado en mis peores momentos. De allí juego con el Sant Andreu, peleando por la Segunda B. Y después a Ibiza. Aquello fue la perdición, muy joven, y con cierto dinero... Antes no se controlaban las carreras deportivas como es debido.
-Comienza un periplo largo por varios equipos.
-Y Larraz me trae a Teruel, desde el principado de Andorra. Estoy aquí unos meses y vuelvo a Cataluña, al Vilafranca. Y entonces me rompo la rodilla. Me tiro año y medio parado, sin poder jugar, y empiezo a salir más de la cuenta. Con 27 años, la carrera deportiva frenada y pocos dedos de frente. Cuando vuelvo, ya no es lo mismo, no te ayuda la lesión, y empiezo a buscar equipos de categorías algo inferiores, que me permitan salir los fines de semana y compaginar con trabajos en la obra, mantenimiento... Me interesaba más la fiesta.
-Pero observa que algo empieza a no ir como es debido.
-Me doy cuenta de que mi único interés es salir los fines de semana y llegar ciego a casa. Eso ya no es fiesta, eso es un problema, y empiezo a trasladarlo a mi familia. La cosa se agrava con la pandemia de coronavirus. Con los confinamientos, empiezo a beber a solas, en casa. Nunca lo había hecho, y desde entonces ya no paré. Mi problema con el alcohol pasó de ser algo social a ser algo cotidiano. Necesitaba beber para trabajar, para poder funcionar. Me ponía el despertador una hora antes de lo necesario para poder meterme cuatro o cinco chupitos ya para empezar el día.
-¿Cuándo llega el punto de inflexión?
-Lo tengo aquí tatuado, 6 de junio de 2022. Esa noche, totalmente ebrio, pierdo la cartera, el teléfono móvil... Buscaba monedas por el suelo, por ahí, para coger un par de cervezas en un supermercado. Y así, por la calle, pasé por el hospital. Me metí en Urgencias y dije: ‘Por favor, ayudadme’. Estuve una semana en Psiquiatría, ingresado, y empiezo a trabajar con todos los recursos que puedo. Llevo 23 meses sin beber, y planifico cada día de mi vida para continuar así.
-Es el momento de la familia.
-No puedes engañarlos. Cuando das el paso, no puedes mentirles, y tienes que apoyarte en ellos porque te van a ayudar. Cuando las cosas van mal, hay que pedir ayuda, porque siempre hay alguien a tu lado que te va a ayudar. La familia, las verdaderas amistades, y los profesionales que de verdad saben y tienen herramientas para ayudar.
-El papel de los sanitarios.
-Hay que agradecerles, y reivindicar su papel. Estuve seis meses en la Cruz Roja aquí en Teruel, no entiendo que se haya cerrado su unidad de asistencia a adicciones, su labor era fundamental. Y antes de eso, cuando me empiezo a levantar en 2022, paso cuatro meses en Aliaga, en mi pueblo, con mi padre. Del huerto a casa, y a entrenar. Y una hora a la semana, todas las semanas, la médica de cabecera del pueblo estaba conmigo, siempre, para ver cómo estaba, cómo evolucionaba. Dicen que les gustaba trabajar conmigo, siempre les mostré convicción en dejar el alcohol. Eso es clave, pero es un trabajo de equipo.
-¿Qué síntomas hay que vigilar para ver si estamos ante un joven con estos problemas?
-Sobre todo, el cambio en el carácter. Y la familia lo nota rápido, lo que pasa es que se tiende a darle poca importancia. Se cambian los horarios, se duerme poco, no se habla o se habla con muy malos modos... La comunicación entre la familia y el adicto es lo primero que se daña, y por ahí es por donde se debe empezar a trabajar. Pero es difícil.
-¿Cómo debe afrontarse una adicción desde el entorno?
-Es fundamental buscar herramientas que no generen rechazo en la persona enferma. Amistades sanas, aficiones, cosas para compartir. Es fundamental no forzar, en la medida de lo posible que no se genere conflicto, porque si no la reacción del adicto puede ser peor y empeorar su propia situación. Es algo complicado de llevar, y la ayuda profesional es fundamental. Y, por encima de todo, hemos de promover un ocio más sano. No se trata de no salir, sino de equilibrar aficiones. A mí me ayuda el deporte, me da una disciplina que me ordena y me beneficia sobre todo mentalmente. Pero puede ser la lectura, el teatro, la música, cualquier afición que relaje y estimule el cerebro.
-Porque del alcohol se sale.
-Aquí estoy. Tengo mi pareja, un recién nacido en casa, un trabajo, y mi equipo de fútbol que es un grupo maravilloso, al que estaré siempre agradecido. Pero soy consciente de que tengo que estar vigilante siempre, con orden y planificando mis días.
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