En ocasiones, más bien contadas, la vida deja un pequeño espacio para segundas oportunidades y héroes inesperados. Es precisamente el caso de Unai Simón, un joven portero que llegó como titular español para la Eurocopa con perfil bajo y encontró en su momento más aciago, un fatídico error que permitió adelantarse a Croacia en los octavos de final, el punto de inflexión desde el cual erigirse como el principal protagonista del pase de la selección a semifinales.
Tras dos encuentros torpones y emocionantes, continuados por un par de prórrogas y una errática tanda de penaltis, los muchachos de Luis Enrique se han colado, contra todo pronóstico, entre los cuatro mejores equipos de la competición. Pese a toda la polémica y el caos que ha rodeado a España desde el inicio de la Eurocopa, cuando uno observa el imperturbable rostro de nuestro seleccionador tiene la tentación de pensar que todo forma parte de un plan, que Lucho ha visto cosas que al resto se nos escapan y lo tenía todo previsto.
No hay previsión ni plan, sin embargo, que valgan para explicar los dos últimos partidos de la selección. Se podría decir que esa suerte que a menudo uno necesita para progresar en este mundo del fútbol, y que tan esquiva había sido históricamente a la siempre ceniza España, nos acompaña al fin en uno de los torneos más anárquicos y sorprendentes que se recuerdan.
Y es que el guion de esta Eurocopa es uno plagado de giros imprevistos, como el de la selección favorita, la francesa, viviendo guerra civil y siendo eliminada por Suiza en una tanda de penaltis en la que solo falló el futbolista que se postulaba para estrella del verano. Como el seleccionador inglés, Gareth Southgate, consiguiendo la ansiada victoria de Inglaterra sobre Alemania después de haber fallado como jugador el penalti que les dejó eliminados frente a los germanos en la Eurocopa de 1996.
Como esta indescriptible España, percibida como un equipo de circunstancias, más pragmático que brillante, de nariz atrofiada y sin apenas olfato, que se ha colado por la fuerza, casi a codazos, en las semifinales de una Eurocopa. Allí espera Italia. También una segunda oportunidad, incluso una venganza, para el seleccionador Luis Enrique, nuestro héroe inesperado.