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‘Una pausa para la poesía’, la belleza y la demencia en los pinceles de John Burge ‘Una pausa para la poesía’, la belleza y la demencia en los pinceles de John Burge
‘A pause in the poetry’, pieza que da título a la exposición que John Burge tiene en el Centro Buñuel Calanda

‘Una pausa para la poesía’, la belleza y la demencia en los pinceles de John Burge

El pintor australiano afincado en Cataluña expone hasta fin de año en el Centro Buñuel Calanda
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El Centro Buñuel de Calanda acoge hasta el próximo 30 de diciembre la exposición de pintura Una pausa para la poesía, una colección de cuadros relativamente recientes de John Burge, pintor australiano afincado en Cataluña, que dedica especialmente al director de cine calandino Luis Buñuel. La muestra puede visitarse en el horario habitual del CBC, de martes a domingo entre las 10.30 y las 13.30 horas, y de 16 a 20 horas.

Para Burge el universo de Buñuel ha sido siempre una fascinante chistera de donde extraer temas y elementos de inspiración. Forma parte de la “ensoñación” que el australiano siente por España desde que era solo un niño. “Quizá esa pasión nació por haber escuchado las historias de mi antiguo mentor de arte, que pasó sus años intermedios vagando por la península Ibérica... o tal vez fue por escuchar a Sabina en un viejo disco de vinilo, o por leer el Quijote cuando tenía quince años”, aventura. John Burge vivió y trabajó en españa entre 1974 y 1983. Después regresó a Australia, y finalmente se estableció de forma definitiva en La Seu d'Urgell en 2016.

La exposición reúne una serie de cuadros y trabajos producidos por Burge en España durante los últimos cinco años. Temáticamente trabaja diferentes temas, a veces conectados a través de las pinturas. “Son asuntos que tienen que ver con la agitación pública y privada, con el estado fracturado del mundo, con la perversidad de la vejez o la pérdida de la inocencia”.

El título de la exposición, Una pausa para la poesía, hace referencia a la gran pintura de John Burge sobre Luis Buñuel, TS Elliot y su Musa Indiferente, “que está más interesada en mirar lánguidamente en su reflexión que en cualquier otra cosa”, explica el pintor. “Es ese momento de indecisión cuando las palabras no llegarán, la pausa justo antes del momento de inspiración. Un interludio que puede durar un segundo o una eternidad”.

Además del cuadro central de la muestra, otras pinturas del australiano están inspiradas en la trayectoria, el cine y el ideario del calandino Luis Buñuel. Incluso, como el propio pintor admite, esa influencia se extiende más allá: “Las películas de Buñuel siempre han sido una fuente de inspiración. Su firme sentido de la moralidad y su perverso deleite en las travesuras, está íntimamente involucrado con sus personajes, pero irónicamente parece ser capaz de mantener un sentido de desapego de ellos”, explica.

Políptico titulado ‘The sky has fallen... a murder of crows’, que bebe del surrealismo influenciado en parte por Buñuel

En concreto, lo que considera más sugerente del universo Buñuel, para trasladarlo a los lienzos, es la forma inopinada en la que el director consigue introducir los elementos más inesperados, sorprendentes e inoportunos en sus escenas, “sin ningún intento de darle explicación, sencillamente porque sí”. Burge se reconoce seducido por “la narrativa salpicada de misterios inexplicables”.

John Burge ha ido construyendo un estilo que ya es reconocible y muy personal, con esas influencias cinematográficas y otras muchas, en diferentes estilos y géneros, que van de la literatura a la música, pasando, evidentemente, por la pintura. “He admirado obras de una amplia variedad de fuentes. Diversos escritores, de Dante a Rimbaud o Raymond Chandler. Innumerables artistas que van a lo largo de los siglos. De Francis Bacon al pop inglés. De Velázquez a Goya, y más allá. Y también debo mencionar un gran afecto por la música tanto de Bob Dylan como de Miles Davis”.

El australiano se reconoce incapaz de definir su propio estilo. “Por supuesto que es figurativo, pero ha evolucionado a lo largo de muchos años y de muchas influencias diversas”, reconoce el artista, que ensaya siquiera una ligera aproximación a su forma de expresarse a través del pincel: “La forma de mover la pintura puede haberse originado con Bacon, el color puede haber encontrado su principio con Hockney y la línea puede haber sido influenciada por Brett Whiteley. De alguna manera, estas luces de guía se han combinado para darme un punto de referencia, una plataforma de lanzamiento de mi propia práctica.”

Además de un excepcional dominio del dibujo y del cuerpo humano, la expresividad de los rostros, en ocasiones hasta lo histriónico despertando cierta comicidad, o los colores, son dos de los sellos personales de Burge, . Pero eso no está reñido con que algunas de las composiciones resulten especialmente provocadores, desasogantes, incluso sórdidos y que inspiran rechazo. Y es que para Burge, el lenguaje -aparentemente alegre y amable- no determina el mensaje. “Hay muchas pinturas en la exposición, o en mi estudio, que reflejan nuestros tiempos infelices”, explica Burge, para quien la pintura es un medio de expresión al servicio de la denuncia. “Hemos recorrido un camino precario en los últimos años. El clima está cambiando de formas que no podemos o no queremos comprender. El mundo está acechado por los matones del megáfono y el autoritarismo en ascenso.La desigualdad está muy presente y la próxima pandemia está a la vuelta de la esquina”.

De ese modo, muchas de las pinturas de Burge son un aldabonazo, casi un bofetón en pleno rostro del espectador. “Intento utilizar estos temas en mi trabajo con el objetivo de agarrar al público por el cuello”. Como ejemplo, describe una de sus piezas, Evening’s End: “Un rinoceronte muerto con su cuerno quitado yace propenso ante una bulliciosa reunión de juerguistas ajenos a todo. Los buitres se alimentan de la carroña del mundo y los niños son los siguientes en la fila”. A pesar de ello Burge no es un artista pesimista o catastrofista: “Tan oscuros como parecen estos temas, también soy capaz de apreciar la belleza y la virtud. En ocasiones incluso con humor”.

Entre las piezas que pueden verse en la exposición, a John Burge le gusta destacar El cielo está llorando, una representación de los últimos rayos de esperanza en forma de los niños, que corren el libertad; Las tentaciones de San Antonio, una “ambiciosa” reelaboración de los Siete Pecados Capitales “que está particularmente cerca de mi corazón, y que además está inspirado en la película Simón del Desierto, de Luis Buñuel”; y también Reteniendo los años, que para Burge es “un tierno homenaje a viejos amigos” y que aparecen elementos propios de la España rural como el porrón de vino o el jamón serrano.

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