El director de la Fundación Santa María (2º por la dcha.) explica detalles de la restauración al obispo de Teruel y al presidente de la DPT (1º y 3º por la derecha)
Térvalis y la Fundación Santa María devuelven la ermita de la Virgen del Pilar al siglo XVIII
Monteagudo del Castillo inaugura la restauración de un templo que fue usado como cárcel y corral
La ermita de la Virgen del Pilar, en Monteagudo del Castillo ha recuperado todo el esplendor de que disfrutó en el siglo XVIII. Este lunes se inauguró la restauración de este templo, ejecutada a cargo de la Fundación Santa María de Albarracín con el apoyo de la Fundación Térvalis, ante los asombrados ojos de parroquianos, veraneantes y vecinos de localidades cercanas.
Los trabajos, en los que se han invertido cerca de 55.000 euros, han permitido devolver el aspecto original a la ermita después de que por su estado de abandono se hubiera utilizado recientemente como corral para cerrar ganado y anteriormente como cárcel durante la guerra.
Los vecinos de mayor edad de Monteagudo no ocultaban su satisfacción, que no su sorpresa, ya que muchos de ellos han colaborado en los trabajos de restauración con los técnicos de la Fundación Santa María y otros, simplemente, se han acercado a menudo hasta el recinto de la ermita para seguir las evoluciones de la obra.
El lunes fue día de fiesta en Monteagudo del Castillo. La jornada arrancó a mediodía con la presentación en las instalaciones del Ayuntamiento de los trabajos que se han llevado a cabo para recuperar este templo. La presentación corrió a cargo del presidente de la Asociación Cultural, Pablo Guillén, que destacó que “Monteagudo ha sabido responder a la petición de las asociaciones del pueblo” reclamando la recuperación de este espacio, que definió como “un pedazo de la historia del pueblo”.
El director de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, recordó que se ha trabajado durante un año en la recuperación del templo en una restauración que, explicó, ha resultado especial para los expertos, a quienes el cariño y la dedicación de los vecinos “les ha dejado huella”.
Jiménez habló de “orgullo” refiriéndose a sus compañeros de viaje en esta tarea refiriéndose a la Fundación Térvalis, implicada como mecenas en la recuperación del inmueble desde el primer momento y sin dudarlo. El responsable de la Fundación Santa María recordó que el edificio había tenido un “uso desafortunado” aunque comprensible ya que, debido al mal estado de conservación en el que se encontraba había sido empleado recientemente como “paridera”. Anteriormente, “seguramente fue cárcel y refugio durante la Guerra Civil”, añadió.
“Este edificio ahora ha quedado con todo su esplendor del Siglo XVIII”, dijo Antonio Jiménez que lamentó, no obstante, que el retablo que presidía el altar se haya perdido. “Todo lo demás tiene la patina del Siglo XVIII”, afirmó.
La gerente de la Fundación Térvalis, Elena Utrilla, celebró el ímpetu tanto del alcalde, Luis Ignacio Lozano, y a las asociaciones de la localidad (Cultural y Peirón) por su compromiso para que el proyecto se llevara adelante. Utrilla manifestó su confianza en que la restauración “ayude a que la gente visite más el municipio, que haya más movimiento y que todo repercuta en beneficio del pueblo”.
El alcalde de Monteagudo del Castillo, Luis Ignacio Lozano, destacó que la “alegría” que supone recuperar este patrimonio así como el “agradecimiento a todos los que han participado” porque, aseguró, el municipio ha tenido “una gran colaboración, desde Térvalis a la Fundación Santa María, la Parroquia y todas las personas y asociaciones que han llevado la iniciativa”. Ahora, Lozano tiene la mirada puesta en la recuperación de otras dos ermitas y en el castillo, en el que se habría interesado Arcatur, que visitó la fortaleza el pasado domingo y con el se podría firmar próximamente un convenio de uso para intervenir en el castillo.
El presidente de la Diputación de Teruel, Joaquín Juste, valoró que “hay que proteger el patrimonio y las raíces. Es fundamental porque esto es lo que diferencia a un pueblo del pueblo de al lado. Es lo que nos da identidad. Es lo que diferencia a Monteagudo de Cedrillas o de cualquier otro pueblo”. Así, el presidente provincial recordó a “nuestros antepasados que seguramente tuvieron que trabajar mucho para tener este patrimonio”.
Con toda su parroquia congregada a las puertas del atrio de la ermita de la Virgen del Pilar, el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué, hisopo en mano, bendijo el templo a sus fieles. Satué se refirió a la recuperación del inmueble explicando que es una “alegría para todos” porque este tipo de actuaciones suponen “razones para vivir”. El obispo compartió una oración en honor a la Virgen del Pilar, a la que está dedicada la ermita.
Entre los parroquianos estaban José Villarroya y Juan Ramón Moya. Villarroya recordaba cómo, de niños iban “a jugar allí. Y ya tenía un agujero arriba y se comentaba que allí se habían refugiado personas durante la Guerra. Luego la tapiaron, no sé por qué, y ya no entramos más allí”. Mota añadió que “en aquellos tiempos, después de la Guerra, la ermita ya estaba desastrada” y sobre los agujeros del techo añadió que el mito se refería a su uso por los maquis “y teníamos miedo hasta de entrar”.
Uno y otro han seguido con atención la evolución de los trabajos. Villarroya confirmaba esa vigilancia con un “naturalmente, sí”, y reconoció que le produjo” una alegría tremenda”. Moya fue parte activa en la restauración, ayudando en sus posibilidades al equipo de trabajo, e incluso puliendo con cera el suelo cerámico de la ermita.
La restauración de la Ermita de la Virgen del Pilar de Monteagudo del Castillo se desarrolló en varias fases. En la primera de ellas se intervino en el atrio exterior; también se actuó en el pórtico, que tenía la bóveda muy deteriorada. Después de haber consolidado los elementos del edificio llegó el turno del “trabajo fino”, explicó Jiménez, “que es donde intervienen los expertos de la Fundación”, apuntó.
La responsable del Centro de Restauración, Rosana Herrero, recordó que, de acuerdo al marco legal actual, la vocación de la Fundación Santa María ha sido siempre “que el bien se conserve” de forma que la intervención “sea reconocible” y que “se pueda retirar”.
Desde las primeras inspecciones al estado del edificio se detectaron importantes afecciones. Según los técnicos de la Fundación Santa María se había perdido parte del encanchado de canto rodado de la entrada así como de piedras de mampostearía en el muro del atrio de entrada. También se habían perdido molduras en algunas cornisas y en la repisa de piedra de la ventana en el pórtico. Algunos morteros habían desaparecido a consecuencia de la humedad que había aparecido en forma de manchas por filtraciones. También se detecto descohesión entre estratos, sobre todo entre la capa de mortero y el muro así como entre el lucido de yeso y la policromía. Faltaba material constructivo en paramentos y bóvedas, en las que se apreciaban agujeros. Y al polvo y la humedad se sumó la pérdida de policromías y la abundancia de grafitis e inscripciones.
Para remediar este estado tan deplorable se recuperó en empedrado de la cruz en la entrada del atrio y se sustituyó el suelo del porche. También se eliminaron los revocos que estaban sueltos para reconstruir los paramentos y bóvedas afectados, cerrando los huecos producidos por los años de abandono.
El suelo de la ermita se sustituyó por baldosas de barro cocido, por ser el tipo de suelo más empleado en el Siglo XVIII y se colocaron puertas y ventanas. Se dieron tintas planas en los fondos y se traspasaron los dibujos aunque en las zonas en las que se había perdido totalmente únicamente se pudo “entonar”.
El paño de pared del ábside se dejó sin completar el dibujo mural ya que se ha documentado que nunca estuvo decorado por haber estado cubierto por el retablo barroco rococó de gran calidad que se ha perdido.
Los trabajos, en los que se han invertido cerca de 55.000 euros, han permitido devolver el aspecto original a la ermita después de que por su estado de abandono se hubiera utilizado recientemente como corral para cerrar ganado y anteriormente como cárcel durante la guerra.
Los vecinos de mayor edad de Monteagudo no ocultaban su satisfacción, que no su sorpresa, ya que muchos de ellos han colaborado en los trabajos de restauración con los técnicos de la Fundación Santa María y otros, simplemente, se han acercado a menudo hasta el recinto de la ermita para seguir las evoluciones de la obra.
El lunes fue día de fiesta en Monteagudo del Castillo. La jornada arrancó a mediodía con la presentación en las instalaciones del Ayuntamiento de los trabajos que se han llevado a cabo para recuperar este templo. La presentación corrió a cargo del presidente de la Asociación Cultural, Pablo Guillén, que destacó que “Monteagudo ha sabido responder a la petición de las asociaciones del pueblo” reclamando la recuperación de este espacio, que definió como “un pedazo de la historia del pueblo”.
El director de la Fundación Santa María de Albarracín, Antonio Jiménez, recordó que se ha trabajado durante un año en la recuperación del templo en una restauración que, explicó, ha resultado especial para los expertos, a quienes el cariño y la dedicación de los vecinos “les ha dejado huella”.
Jiménez habló de “orgullo” refiriéndose a sus compañeros de viaje en esta tarea refiriéndose a la Fundación Térvalis, implicada como mecenas en la recuperación del inmueble desde el primer momento y sin dudarlo. El responsable de la Fundación Santa María recordó que el edificio había tenido un “uso desafortunado” aunque comprensible ya que, debido al mal estado de conservación en el que se encontraba había sido empleado recientemente como “paridera”. Anteriormente, “seguramente fue cárcel y refugio durante la Guerra Civil”, añadió.
“Este edificio ahora ha quedado con todo su esplendor del Siglo XVIII”, dijo Antonio Jiménez que lamentó, no obstante, que el retablo que presidía el altar se haya perdido. “Todo lo demás tiene la patina del Siglo XVIII”, afirmó.
La gerente de la Fundación Térvalis, Elena Utrilla, celebró el ímpetu tanto del alcalde, Luis Ignacio Lozano, y a las asociaciones de la localidad (Cultural y Peirón) por su compromiso para que el proyecto se llevara adelante. Utrilla manifestó su confianza en que la restauración “ayude a que la gente visite más el municipio, que haya más movimiento y que todo repercuta en beneficio del pueblo”.
El alcalde de Monteagudo del Castillo, Luis Ignacio Lozano, destacó que la “alegría” que supone recuperar este patrimonio así como el “agradecimiento a todos los que han participado” porque, aseguró, el municipio ha tenido “una gran colaboración, desde Térvalis a la Fundación Santa María, la Parroquia y todas las personas y asociaciones que han llevado la iniciativa”. Ahora, Lozano tiene la mirada puesta en la recuperación de otras dos ermitas y en el castillo, en el que se habría interesado Arcatur, que visitó la fortaleza el pasado domingo y con el se podría firmar próximamente un convenio de uso para intervenir en el castillo.
El presidente de la Diputación de Teruel, Joaquín Juste, valoró que “hay que proteger el patrimonio y las raíces. Es fundamental porque esto es lo que diferencia a un pueblo del pueblo de al lado. Es lo que nos da identidad. Es lo que diferencia a Monteagudo de Cedrillas o de cualquier otro pueblo”. Así, el presidente provincial recordó a “nuestros antepasados que seguramente tuvieron que trabajar mucho para tener este patrimonio”.
Con toda su parroquia congregada a las puertas del atrio de la ermita de la Virgen del Pilar, el obispo de Teruel y Albarracín, José Antonio Satué, hisopo en mano, bendijo el templo a sus fieles. Satué se refirió a la recuperación del inmueble explicando que es una “alegría para todos” porque este tipo de actuaciones suponen “razones para vivir”. El obispo compartió una oración en honor a la Virgen del Pilar, a la que está dedicada la ermita.
Entre los parroquianos estaban José Villarroya y Juan Ramón Moya. Villarroya recordaba cómo, de niños iban “a jugar allí. Y ya tenía un agujero arriba y se comentaba que allí se habían refugiado personas durante la Guerra. Luego la tapiaron, no sé por qué, y ya no entramos más allí”. Mota añadió que “en aquellos tiempos, después de la Guerra, la ermita ya estaba desastrada” y sobre los agujeros del techo añadió que el mito se refería a su uso por los maquis “y teníamos miedo hasta de entrar”.
Uno y otro han seguido con atención la evolución de los trabajos. Villarroya confirmaba esa vigilancia con un “naturalmente, sí”, y reconoció que le produjo” una alegría tremenda”. Moya fue parte activa en la restauración, ayudando en sus posibilidades al equipo de trabajo, e incluso puliendo con cera el suelo cerámico de la ermita.
La restauración
La restauración de la Ermita de la Virgen del Pilar de Monteagudo del Castillo se desarrolló en varias fases. En la primera de ellas se intervino en el atrio exterior; también se actuó en el pórtico, que tenía la bóveda muy deteriorada. Después de haber consolidado los elementos del edificio llegó el turno del “trabajo fino”, explicó Jiménez, “que es donde intervienen los expertos de la Fundación”, apuntó.
La responsable del Centro de Restauración, Rosana Herrero, recordó que, de acuerdo al marco legal actual, la vocación de la Fundación Santa María ha sido siempre “que el bien se conserve” de forma que la intervención “sea reconocible” y que “se pueda retirar”.
Desde las primeras inspecciones al estado del edificio se detectaron importantes afecciones. Según los técnicos de la Fundación Santa María se había perdido parte del encanchado de canto rodado de la entrada así como de piedras de mampostearía en el muro del atrio de entrada. También se habían perdido molduras en algunas cornisas y en la repisa de piedra de la ventana en el pórtico. Algunos morteros habían desaparecido a consecuencia de la humedad que había aparecido en forma de manchas por filtraciones. También se detecto descohesión entre estratos, sobre todo entre la capa de mortero y el muro así como entre el lucido de yeso y la policromía. Faltaba material constructivo en paramentos y bóvedas, en las que se apreciaban agujeros. Y al polvo y la humedad se sumó la pérdida de policromías y la abundancia de grafitis e inscripciones.
Para remediar este estado tan deplorable se recuperó en empedrado de la cruz en la entrada del atrio y se sustituyó el suelo del porche. También se eliminaron los revocos que estaban sueltos para reconstruir los paramentos y bóvedas afectados, cerrando los huecos producidos por los años de abandono.
El suelo de la ermita se sustituyó por baldosas de barro cocido, por ser el tipo de suelo más empleado en el Siglo XVIII y se colocaron puertas y ventanas. Se dieron tintas planas en los fondos y se traspasaron los dibujos aunque en las zonas en las que se había perdido totalmente únicamente se pudo “entonar”.
El paño de pared del ábside se dejó sin completar el dibujo mural ya que se ha documentado que nunca estuvo decorado por haber estado cubierto por el retablo barroco rococó de gran calidad que se ha perdido.
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