Redescubriendo a Remedios Clérigues: 'La ternura', su obra inédita más personal
La artista valenciana afincada en Teruel expone más de 200 piezas en Monreal del CampoRemedios Clérigues (Valencia, 1955) lleva afincada en Teruel desde hace treinta años, y es una de sus artistas más reconocidas, especialmente por la vertiente social que casi siempre tiene su obra, bien por poner el foco en colectivos desfavorecidos, bien por formar parte de iniciativas solidarias, bien por ambas cosas al mismo tiempo.
El Museo del Azafrán de Monreal del Campo acoge una exposición suya, hasta el 22 de enero, montada con motivo de la concesión del Premio de Artes Plásticas José Lapayese, que convoca el Centro de Estudios del Jiloca.
Se trata de la primera exposición pública sobre una importante parte de su obra, cuyo conjunto ha titulado La ternura, y que empezó a trabajar, hasta el punto casi de obsesionarla, aproximadamente coincidiendo con su llegada a Teruel en 1993. Una faceta como creadora que hasta ahora permanecía en su esfera más íntima, de forma que la muestra de Monreal, pese a que cuenta con piezas que prácticamente llevan realizadas tres décadas, no es tanto retrospectiva sino redescubridora.
La comisaria de la obra, Andrea Tolosa-Cotoré, afirma que La ternura se aparta de “esas piezas en hierro, los trabajos colaborativos o el arte que tenía en el centro la lucha social”, para mostrar una obra “mucho más personal”, que habla más de la propia artista que de su relación con el entorno. “Empezando por una cuestión formal que tiene que ver con su estética más reconocida”, afirma Tolosa-Cotoré.
“Sus obras suelen ser de gran tamaño en La ternura sucede al revés”. Según la comisaria “esto responde a que inició esta serie de trabajos cuando tenía que conciliar su vida laboral con la maternidad, con lo cual debía trabajar en casa y con materiales que tenía muy a mano, materiales reciclados en muchos casos”. En ese sentido puede considerarse obra-vida, ya que las piezas hablan del momento vital que atraviesa también en lo material.
Pero sobre todo en lo conceptual. La Ternura parte de una imagen que encontró por casualidad en una enciclopedia etnográfica, en la que se observaba a una mujer africana que daba de mamar a su bebé, “y su postura, la forma en que cogía con delicadeza su pecho, su pecho ya caído quizá por haber amamantado a más hijos, me inspiraron una mezcla de ternura y fascinación”, explica la propia artista en el catálogo de La ternura.
En 1993, cuando reflexionó sobre esa imagen, Clérigues ya tenía a su primera hija “y no tenía muchísimos problemas para darle el pecho”, explica Tolosa-Cotoré. “En esa época la maternidad era tabú, y la sensación de ternura que despertó esa imagen en ella, en contraste con la frustración que significaba para ella el acto de amamantar le removió algo por dentro. Esa imagen y esa sensación es el motivo de toda la exposición, es el motivo de una línea de trabajo que lleva desde hace treinta años y que permanecía inédita”.
En ese sentido La ternura ha servido para exorcizar los fantasmas que mantenía Remedios Clérigues, “acabar con ese sentimiento de culpa que tenía por el cliché de mala madre que suponía hace treinta años no darle el pecho a tu hija, al margen de las razones que tuvieras para ello”.
En las salas del Museo del Azafrán de Monreal hay cerca de doscientas piezas, muchas de ellas de pequeño formato. Una de ellas, sin embargo, prácticamente ocupa toda la sala, ya que consiste en una instalación en la que unas manos pasean por todo el museo, abrazando el resto de piezas a través de sus paredes. “Esta instalación es muy interesante porque es muy inmersiva y porque es como la propia Remedios, a quien le encanta el horror vacui, lo abigarrado... esta instalación en concreto es prácticamente un alter ego de sí misma que se integra dentro de la exposición”.
Se trata de un mural inédito que se realizó, evidentemente, ex profeso para la sala, ya que recorre todas sus salas entrando y saliendo por las puertas.
Esa instalación va recorriendo el resto de piezas, ninguna de las cuales tiene título. “A través de ellas puede conocerse mucho del ámbito más personal, del ámbito doméstico en el que se desenvolvía la autora, y su vertiente artística más personal y desconocida, la que más tiene que ver con su yo como mujer”. Muchos de los materiales que utiliza lo atestiguan, como el yodo, la mercromina, el poliestireno expandido, el colorante alimentario incluso, el color fluorescente logrado con la mezcla varias tintas.
Algunas de las piezas aluden directamente a la estética africana de la fotografía de 1993, pero se reinterpreta de tantas maneras diferentes que termina separándose de la imagen previa que podríamos hacernos cualquiera.
También puede verse una sala oscura que aparece como una zona del universo más oscuro de la artista, con dos obras que forma de cajas con orificios. A través de unas bandejas que hay dentro de las cajas y del uso de luz negra se consiguen unos efectos ópticos que llevan a reflexionar sobre las formas de percepción.
También hay piezas realizadas con comida, quizá como referencia directa al alimento materno; en su caso con miga de pan y otros alimentos, y también con materiales cerámicos, muy relacionados con la nutrición.
Salto evolutivo
Tolosa-Cotoré destaca que su evolución artística ha seguido una línea a lo largo de los años absolutamente paralela a la personal, sin grandes saltos ni estridencias pero con direcciones claras. “Algo muy peculiar es que si colocas una línea cronológica de su vida en lo artístico y otra en lo personal, descubres que son totalmente paralelas”, explica la comisaria. “Las explosiones de producción y las etapas en las que apenas pinta un cuadro tienen que ver con la cantidad de trabajo que se le generaba como enfermera e incluso los cursos en materia de violencia de género que realizó, por ejemplo”.
De ahí que La ternura adquiera todavía más valor a la hora de hablar de una artista, de su capacidad de trabajo y las estéticas que, como explica su comisaria, mantiene siempre unas líneas que evolucionan al ritmo de su propia vida.
Para Tolosa-Cotoré, una joven artista recién egresada en Bellas Artes en el Campus de Teruel, en tres décadas la maternidad y el acto de dar el pecho “ha dejado de ser tabú, Remedios se ha visto empoderada y ha pensado que ha llegado el momento de mostrar esa parte de sí misma”. De ahí la pertinencia de esta exposición, especialmente dado que se monta como parte del premio que supone ganar -ella lo hizo el 2021 con Max Aub en Viver, previo al horror- el Premio de Artes Plásticas José Lapayese.
La comisaria no tiene claro si la exposición va a marcar el final de esa línea de trabajo. Se resiste a pensarlo, aunque sin duda sí que marcará un importante punto de inflexión: “a nivel personal es probable que cierre un ciclo”. “Creo que seguirá explorándola a nivel de obra más personal, pero quizá desde esta exposición hasta que la retome deje pasar algo de tiempo”.
“Yo estoy convencida de que ha sido muy valiente”, afirma Andrea Tolosa-Cotoré a modo de resumen. “Podría haber sido muy sobria para montar esta exposición, pero ha elegido mostrarse tal cual es, hablar de su obra más personal, y el resultado es muy contemporáneo con lo que ella es ahora mismo. Son obras realizadas hace tiempo pero forman parte de un proyecto completamente actual... es algo muy emocional, algo así como un renacimiento”.
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