‘Quince años en la cárcel’, otra cara de las instituciones penitenciarias
Muñoz Moya Editores publica el último lanzamiento de Javier AguirreFrancisco Javier Aguirre, riojano de nacimiento, afincado en Zaragoza y turolense de adopción, publicó en 2009 la novela El último infierno de Juan V., un relato de ficción inspirado en una potente historia real, la de un recluso condenado por un asesinato que fingió cometer por amor -por obsesión, más bien-, a quien conoció en uno de los clubes de lectura que Aguirre organizó desde 2009, en centros penitenciarios como Zuera, Daroca o Teruel.
De aquella experiencia, la de llevar la cultura hasta el interior de las cárceles aragonesas durante tres lustros, surge el último libro de Aguirre: ÂÂÂÂÂÂQuince años en la cárcel, que acaba de publicar la editorial de Sarrión Muñoz Moya Editores. Narra la experiencia de Javier Aguirre que comenzó en 2009 producto de un convenio entre el Ministerio del Interior y el Gobierno de Aragón para potenciar la cultura en los centros penitenciarios. Aguirre, a la sazón funcionario de la consejería de Cultura del Gobierno de Aragón en la Biblioteca de Aragón -había sido jefe del Servicio de Archivos y Museos hasta la llegada de Santiago Lanzuela al gobierno autónomico-, fue el encargado de poner en marcha y dirigir un programa para llevar diferentes manifestaciones culturales hasta los centros penitenciarios, desde conciertos a conferencias, pasando por talleres de pintura o clubes de lectura.
Al finalizar el convenio, de cuatro años de duración, Aguirre se inscribió como voluntario de la Cruz Roja para continuar esa tarea dentro del programa dedicado a la población reclusa, que ha mantenido hasta la actualidad. Han sido quince años intensos, y a Aguirre le gusta asegurar, de forma jocosa, que ha llevado a sus amigos a la cárcel. Por Daroca, Zuera o Teruel han pasado en su nombre Joaquín Carbonell, Eloy Fernández Clemente, Insolenzia -la banda liderada por la alcorisana Isabel Marco-, José Luis Corral, Julián Casanova, Antón Castro, Alfredó Boné, a la sazón consejero de Medio Ambiente, se realizaron clubes de lectura o talleres de todo tipo e incluso, en Zuera, se creó Zapaticos Rotos, una editorial cartonera a ravés de la cual diversos reclusos han editado de forma artesanal sus propios textos.
En el libro aparecen los testimonios de 22 de esas personas que participaron en el proyecto, como Encarnación Ferré, Angélica Morales, Antón Castro, Manuel Martínez-Forega o el relato póstumo de Eloy Fernández Clemente. YâÂÂÂÂÂÂAguirre, con su estilo ágil y por momentos ácido, da cuenta de lo que dio de sí el dilatado y ambicioso proyecto, sin dejar de nombrar las trabas administrativas o ideológicas con las que se encontró.
El escritor huye del buenismo, y a la hora de hacer balance de ese y de otros proyectos de reinserción en los centros penitenciarios aseguraba hace tiempo que “quien quiere mejorar mejora, igual en la cárcel que en la universidad o jugando en un equipo de fútbol”. “Es un tópico hablar del Lute y de su licenciatura en Derecho”, explicaba en una entrevista en DIARIO DE TERUEL (27 de enero de 2019), “pero yo he visto muchos casos como ese”.
Hasta qué punto ha marcado la vida de Javier Aguirre ese proyecto que le llevo a frecuentar los centros penitenciarios hace 15 años que, además de El último infierno de Juan V. y el reciente Quince años en la cárcel, la experiencia le proporcionó material literario y humano al menos para dos historias más, que con suerte se plasmarán en nuevas novelas para el futuro, con los nombres y las circunstancias concretas convenientemente modificadas para proteger la identidad de los auténticos protagonistas.
Una hablará de un preso que cumplió doce años por violación y abusos a su hija, a la sazón menor de edad, quien más de una década después se retractó de su condición de víctima y afirmó haber urdido una venganza contra su padre, que la sorprendió ejerciendo la prostitución en un piso. La otra, más conocida, se refiere al caso de Tohuami Hamdaoui, que falleció en julio de 2011 en el Hospital Obispo Polanco de Teruel tras cinco meses de huelga de hambre con la que reclamaba su inocencia de los cargos de violación y robo por los que fue condenado por la Audiencia Provincial de Alicante. El de Hamdaoui fue el pimer caso de un preso común en España muerto por huelga de hambre voluntaria.
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