Javier Aguirre: “Regreso a Teruel, un lugar de donde no termino de irme”
El escritor dedica a la provincia ‘Tierra de silencios’, editado por DobleUveCasi al mismo tiempo de ver la luz Sinfonía del Matarraña (Onix), la reedición conmemorativa de cuatro novelas ambientadas en esa comarca turolense, el escritor Javier Aguirre retorna a la arena de la publicación con Tierra de silencios (Dobleuve Ediciones), un conjunto de doce relatos inéditos con los que el riojano de nacimiento y aragonés de adopción revisita una tierra, Teruel, de la que nunca ha terminado de marcharse.
Teruel, donde vivió entre 1978 y 1988 mientras dirigió la Biblioteca Pública y el Archivo Histórico Provincial, es “un punto narrativo tangencial de descanso para mí”, explica el autor. Y para ilustrarlo traza una metáfora que aparece en La jauría ciega, una de sus últimas novelas, “ambientada entre Valencia y Madrid, donde aparece Teruel también, como un remanso tranquilo entre ambos extremos”.
Doce relatos
Tierra de silencios, con prólogo de Javier Sierra, epílogo de Antón Castro e ilustraciones de Nairo Hernández Úbeda, está formado por doce relatos que cabalgan entre la ficción, la ensoñación y las experiencias reales personales, tres elementos que habitualmente se reúnen en la literatura de Aguirre, y que sin ser un género en sí mismo constituye un lenguaje en el que este escritor se mueve como pez en el agua.
El libro se subtitula Memorial turolense con toda intención, ya que a lo largo de sus páginas se escribe la memoria de personas que cruzaron su vida con Aguirre, “la mayor parte de ellas fallecidas, con quienes mantuvo intenso trato y en muchos casos acrisolada amistad”.
En algunos de esos relatos Javier Aguirre juega con el personaje narrador, en ocasiones él mismo, y en ocasiones delegadas en otro personaje reservándose para él un pseudónimo que hace un cameo en su propia obra. En Música, por ejemplo, la narración pertenece a Modesto Linares, “una persona que ha sido para mí entrañable, y un músico que tuvo que enfrentarse a la circunstancia negativa de no salir de Teruel, como hizo Antón García Abril, su amigo de la infancia”, explica el autor. En ese relato aprovecha para homenajear, en cierta forma, a otras figuras de la música relacionadas con Teruel, como el propio García Abril, el compositor Jesús María Muneta o Mikis Theodorakis, autor de una música basada en Los Amantes de Teruel que inspiró a Raymond Rouleau para llevar al cine Les Amants de Teruel en 1962.
En otros relatos, como Museo Minero, Aguirre adopta un protagonismo más directo, “realizando una especie de figuración, de peculiar visita, al Museo Minero de Escucha”, mientras que tampoco faltan historias de las que vivió durante su etapa turolense y que más hondamente le marcaron.
Es el caso de Polvo enamorado, relato dedicado a Amador Pizarro, “que era hermano de Manuel Pizarro y nieto del General Pizarro”. Aguirre explica que “Amador fue una persona de gran proyección cultural, creador del Ateneo Turolense y muy querido por sus alumnos”. El escritor, a quien le unió una intensa relación personal con Amador Pizarro, afirma que fue “una de esas personas que contribuyeron a que se abriera el horizonte en Teruel, como Labordeta o Eloy Fernández Clemente”.
El relato narra la historia de ficción de una mujer que se suicida poco después de perder a su marido en un accidente de montaña, con la última voluntad de que ambos compartan descanso eterno. Es una historia que dedica a Amador Pizarro y su esposa Beatriz Pascual, que en 1984 perdieron la vida en sendos accidentes de tráfico, con pocos meses de diferencia, en la Gran Vía de Zaragoza y en la carretera de Singra, respectivamente.
Vicente Casanova, padre del catedrático de Historia Contemporánea Julián Casanova y primer alcalde democrático de Valdealgorfa, es otro de los protagonistas de uno de los relatos más fantásticos del libro. “Vicente fue para mí como un padre, y le dedico un ralato fantasioso sobre el tren de Val de Zafán, en el que viajé en una excursión a Alcañiz sobre el año 1962, mientras cursaba el Bachillerato Superior”.
Mención aparte merece Fuego en la sien, el relato más extenso, que prácticamente constituye una novela corta. En él se adentra en uno de los temas recurrentes que más han interesado a lo largo de su trayectoria vital y narrativa a Aguirre, la psicología y la psiquiatría.
“A la inteligencia le ocurre lo que al dinero”, afirma el escritor. “Tener poca es penoso, pero tenerla en exceso puede ser un drama”. Fuego en la sien habla sobre “un tipo del Maestrazgo que era inteligente, muy inteligente, y que su caso derivó en una enfermedad mental”. Este relato está vinculado “con algo que me pasó de niño”, apunta misteriosamente Javier Aguirre. “Yo leía a Dostoievsky, pero eso es bastante peligroso, porque te ofrece unas pautas psicológicas muy duras”.
Como no podía ser de otro modo, el escritor también tira en esta colección de relatos del sentido del humor que ha cultivado en libros como el delirante Iberterra, “como la historia de un amor prohibido, entre primos carnales, que tiene que verse interrumpida y que retoman en la vejez, en las sombras, en Calamocha”.
En suma, Tierra de silencios es un nuevo homenaje literario a un periodo fecundo que Javier Aguirre vivió en la provincia de Teruel, y un regreso, el enésimo regreso, “a un lugar del que jamás me he ido”.
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