¿Quién dijo que el teatro de vanguardia es solo para el público de la gran ciudad?
La turolense Sandra Dalda debuta como dramaturga junto a Begoña Puentes con ‘Borrador’Pò Company, una compañía de teatro recién creada por la turolense Sandra Dalda y la almeriense Begoña Puentes ya tiene fecha para el estreno de Borrador, su primer montaje, en nuestra provincia. Será el 7 de agosto en Villarquemado, despues de haber estrenado el 2 de julio en el Teatro Cervantes de Almería, y de haber girado además por el Teatro Apolo de esa misma ciudad o por la localidad de Tabernas. Para el mes de octubre ya tienen algunas fechas en localidades de la Comunidad de Madrid, y entre tanto confían en cerrar algún otro bolo por Teruel.
Sandra Dalda es una turolense de 25 años a quien le picó el gusanillo escénico con once, de la mano de la Escuela T de Teatro. Tras siete años con ellos marchó a Valencia a estudiar Educación Social, aunque todos los fines de semana seguía subiéndose a las tablas, donde intúa que iba a terminar su futuro profesional. Trabajó después una temporada en Dinópolis, como actriz, “y en cuanto tuve dinero me fui a Madrid a estudiar Interpretación”, asegura. Dalda estuvo en la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) de Madrid, donde conoció a la almeriense Begoña Puentes. Ambas se fueron a la Universidad de Arte Dramático de Praga (Repúblico Checa), donde están a punto de terminar sus estudios, y mientras tanto han creado su propia compañía y su propio montaje teatral.
Y no puede ser más oportuno. ¿Hay que estar loca para crear un proyecto teatral en tiempos de aforos limitados y de plataformas televisivas haciendo su agosto? Seguramente sí, pero es que Borrador habla de eso, de ellas y de todas las mujeres que, de habérselo pensado, quizá no se hubieran dedicado al oficio. Y no ha hecho falta ni mencionar la palabra pandemia o coronavirus.
“Borrador nació por una necesidad personal que tuvimos”, explica Sandra Dalda. “Cuando acabas los estudios empiezan las inseguridades. Y precisamente nuestra primera obra de teatro narra el proceso que tiene que hacer una mujer para convertirse en actriz de verdad y entrar en u proyecto de cine o teatro”.
La obra representa el viaje en tren que hacen dos jóvenes actrices de Pozondón. Se dirigen a la capital porque desean triunfar en el mundo de la farándula, imitando a sus dos abuelas, que de jóvenes marcharon nada menos que a Hollywood. Dalda y Puentes interpretan a cinco personajes diferentes que aparecen en la obra; las dos jóvenes que sueñan con ser actrices, las dos abuelas cuando tenían su edad y emprendieron su propio viaje, y una de ellas, ya anciana y con alzheimer en el presente de las jóvenes, que les sirve de consejera e inspiradora.
“Desde lo humorístico y con un texto que hemos tratado de que sea lo más divertido posible, contamos lo complicado que es para dos personas cargadas de sueños triunfar en el mundo de la interpretación, especialmente cuando son mujeres”, explica Sandra Dalda.
Lo de que sean de Pozondón tiene que ver con que Sandra Dalda desciende de Santa Eulalia y Villarquemado, “así que Pozondón lo he tenido siempre en la cabeza y en la boca”. A su compañera andaluza le pareció “un nombre estupendo para el pueblo de las protagonistas”. La obra se desarrolla entre conversaciones en el tren y flashbacks protagonizados por las abuelas de jóvenes, dispuestas en los años 60 a comerse el mundo, con una puesta en escena atrevida, intensa, con diálogos ingeniosos y muchos elementos, al mismo tiempo, de danza, mimo y teatro físico.
Teatro gestual vs texto
Y es que la compañía recién nacida y que por el momento funcionará bajo el paraguas de T de Teatro, “ya que Sixto Abril nos ayudará a empezar hasta que podamos establecernos del todo por nuestra cuenta”, quiere hacer de su primera dramaturgia una declaración de intenciones y una carta de presentación. Dalda y Puentes creen en las vanguardias escénicas y en el teatro gestual y físico, pero también en el poder de los buenos textos y del humor para implicar al público. Así que están decididas a fundirlo todo. “Durante nuestra formación tanto Begoña como yo hemos hecho mucho teatro clásico, mucho teatro de texto”, explica la turolense. “Pero en la universidad ambas nos fuimos hacia los intinerarios más físicos y gestuales. Y nos hemos dado cuenta de que, en el mundo del teatro, o la obra es completamente convencional, muy clásica, o completamente gestual, muy vanguardista”. Las dos jóvenes están convencidas de que no son dos modelos antagónicos y que, mezclándolos con gusto y en sus dosis apropiadas, se puede conseguir la refrescante novedad de las nuevas dramaturgias con el poderoso mensaje que es capaz de transmitir el teatro de texto. “El teatro físico puede ser un grandísimo apoyo al texto”, afirma Sandra Dalda. “Con una estructura corporal o vocal clara puedes cambiar perfectamente de personaje sin cambiarte ni de peluca, y todo el mundo lo capta perfectamente”. De hecho Dalda aborrece oir hablar de esas diferencias que se establecen entre el teatro de texto popular y facilón y las obras gestuales de vanguardia, destinadas a un público selecto y refinado capaz de entender ese lenguaje. “Nuestra obra va a sorprender porque no es una obra convencional, tiene muchos elementos vanguardistas, pero todo el mundo se va a dar cuenta de que la entiende perfectamente y de que se ríe con ella. El teatro que se sale de la norma no es para un público determinado que vive en las grandes ciudad. Eso es una tontería”.
Mujer y actriz
Borrador es innovadora, es cómica y también es reivindicativa, porque tira del metateatro para hablar sobre la profesión, sobre lo complejo que es desarrollar una vocación de ella y lo complejo que es desarrollarla . En su opinión, dos jóvenes como ellas se encuentran con tres problemas principales. El primero es que “quienes hemos vivido y crecido en la España Vaciada no teneos demasiados referentes para adentrarnos en la interpretación o el arte”, asegura Dalda. “En los pueblos pequeños hemos tenido poco acceso a obras de teatro, exposiciones o conciertos, y así no es fácil que se despierte una inquietud por la cultura o el arte. Y cuando aún así se despierta, Begoña y yo hemos vivido el hecho de que haya poca sensibilidad por parte de las escuelas y los centros de formación. Formarte en este tipo de cosa suele llevar aparejado tener que salir fuera, por lo que muchas vocaciones mueren antes de nacer”.
El segundo problema tiene que ver por la estructura del mercado de la interpretación. La gran demanda hace que “de forma general solo puedas acceder a castings que ofrecen papeles muy pequeños”. Se forma un círculo vicioso porque, cada vez más, “para los papeles de cierta importancia se buscan caras muy conocidas”, aunque es evidente que una no puede hacer que su cara se conozca con papeles discretos. “En general para tener opciones de acceder a un buen casting tienes que contar con un representante, y eso cuesta mucho dinero”, lamenta Dalda.
La tercera dificultad para desembarcar en la profesión se plantea desde una perspectiva de género: “En los años 60 las mujeres no tenían modelos en las que empoderarse. Las mujeres servían para hacer papeles de cuidadoras -madre, enfermera, etc...- o mujeres hipersexualizadas, que normalmente llevaban a la locura a los hombres. Eran los dos únicos roles a los que podíamos aspirar”. Según la actriz turolense eso comienza a cambiar, pero no tanto. “En el cine o en el teatro una gran mujer suele seguir siendo una mujer sexy... y con 50 o 60 años la mujer que no está consagrada, y a veces aún así, lo tiene complicado para encontrar un buen papel”.
Y eso antes de la covid-19, los aforos limitados y la desprogramación cultural generalizada de la que, poco a poco, comenzamos a despertar. “Somos conscientes de que es una locura tirar con un proyecto como el nuestro ahora mismo”, asume Sandra Dalda sin poder evitar reir, “pero es el momento en el que nos ha tocado acabar los estudios y una no sabe cuándo va a terminar todo esto... así que es lo que hay, no tiene sentido esperar sentada a que todo vuelva a ser como antes”.
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