Los muertos vuelven a tomar las calles de Teruel durante la Noche de Ánimas
El acto concluyó con la lectura de la leyenda ‘El sonido de las almas’ en la plaza de las MonjasLas calles del Centro Histórico de Teruel acogieron la cuarta edición de la Noche de las Ánimas, el fúnebre desfile que al son de la rogativa de ánimas rinde tributo a los muertos, con la festividad de Todos los Santos a las puertas.
Pese a que anoche no había ni el frío ni la lluvia que castigó la celebración de la primera edición del Desfile de Ánimas, en 2018, el cortejo fúnebre no fue tan populoso como el que se vivió en la siguiente, la de 2019, última antes de que la pandemia obligara a cancelar la fiesta, que el pasado año se realizó en formato reducido y con un recuerdo muy especial para quienes se habían ido por culpa de la covid-19.
Por calles estrechas, cuya iluminación se apagó en muchos casos para darle mayor ambiente, desfiló el séquito que entonaba la cantinela Álmetas del purgatorio / Ánimas que van rondando / Almetas que por la noche / por las calles van vagando, sorprendiendo a turistas y a propios, aunque sin embargo no fueron muchos los que se decidieron a vestir sayos o capas y dejar de formar parte de los vivos, aunque solo fuera por un rato.
Muertos anónimos y también alguno de relumbrón, ya que en su recorrido el desfile recogió dos ilustres almas turolenses, las de Segundo de Chomón -ahora sabemos que el cineasta apenas vivió dos añitos aquí, pero nacer, lo que se dice nacer, nació en Teruel- y la de Matías Abad, artista del hierro nacido en Rillo que dio forma al modernismo turolense.
Si los turolenses no respondieron masivamente al llamado de acompañar el cortejo fúnebre vestidos con capas oscuras, seguramente porque la alternativa de un largo puente de cuatro días por delante es tentadora, el público, en buena parte formado por tuistas, sí que lo hizo en el acto final en la plaza de las Monjas, donde el periodista Javier Lizaga leyó, en un espacio lleno de público y completamente a oscuras para darle el punto tétrico, la leyenda de El sonido de las almas, escrita por José Baldó.
Se trata de un relato ambientado en el siglo XIX y con un intersante trasfondo musical con el órgano del la Catedral de Teruel como telón de fondo. Un joven eclesiástico, Julián Mesía, encargado de asistir al deán y ocuparse del instrumento, no puede evitar caer en las redes del amor, en la persona de la bella Ana Atienza. La muerte de esta sume en la locura al joven religioso, cuyos dedos sobre el teclado del órgano los dirigirá a partir de entonces una entidad maléfica y superior a él. El final apocalíptico, en el que los muertos regresan para terror de los vivos, llega con un ingenioso recurso de Baldó, que echa mano del Acorde Místico, acorde Prometeo o acorde Scriabin, que combina las notas do, fa sostenido, si bemol, mi, la y re que, juntas, son capaces de erizarle el vello al más pintado.
El desfile estuvo organizado por el Ayuntamiento de Teruel a través de la Concejalía de Fiestas, la Asociación Cultural Banda de Música Santa Cecilia a través del grupo de Música Tradicional, y contó con la colaboración de la federación de grupos de las Bodas de Isabel y la Asociación Española Contra el Cáncer, que repartió velas entre los turolenses que se unieron al cortejo. También estuvo acompañado por la comparsa de Gigantes y Cabezudos, convenientemente ataviados con túnicas a modo de almas en pena.
El objetivo del desfile es mantener vivas las manifestaciones culturales tradicionales sobre los difuntos. Como ya dijo en su día José Manuel Alba, del grupo de Música Tradicional, “en España somos especialistas en hacer nuestras las festividades de todo el mundo”, en referencia a Halloween, “pero también debemos mantener vivas nuestras señas de identidad”.
De hecho la Noche de las Ánimas pervive con diferentes manifestaciones en distintos puntos de España, como Trasmoz, Moyuela o Soria, con un origen común en los ritos celtas que se practicaron en la península Ibérica prerromana con motivo de la siembra del cereal, y que se practicaban para estar en paz con los muertos, mostrarles el debido respeto y asegurarse su complicidad para que el grano arraigara bien en la tierra y procurase abundante cosecha.
A partir del siglo IV d. C., con la adopción del Cristianismo como religión oficial del Imperio Romano, todos esos ritos paganos se adaptaron a la nueva religión, y con los siglos el día 1 y 2 de noviembre terminaron siendo Todos los Santos y el Día de Difuntos.
Como en otras ediciones, la Noche de las Ánimas tuvo asociado a un taller que tiene que ver con la actitud de las personas ante la muerte, uno de los grandes tabús de las sociedades que han emergido de la cultura judeocristiana. En este caso el taller se celebró el pasado jueves en el Museo Provincial. Se tituló Afinando mi actitud ante la muerte y lo impartieron Sarabel Delgado y Montse García.
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