Elaboración de embutidos en centro social del Arrabal. Bykofoto /Antonio García
Los vecinos del Arrabal disfrutan de un día de reencuentros y convivencia en su popular matacerdo
Los embutidos tradicionales protagonizan una jornada festiva que demuestra que la tradición sigue viva
Los vecinos del barrio del Arrabal de Teruel retomaron este sábado una de sus tradiciones más populares que había tenido que hacer un paréntesis obligado por la pandemia: el matacerdo. Desde primera hora de la mañana se realizaron las labores para lograr unos deliciosos embutidos que luego degustaron todos juntos. Para todos los participantes el ingrediente preferido fue la convivencia.
La actividad comenzó muy temprano, a las 8.00 horas se empezó a encender la lumbre y a despedazar el cerdo que compraron en canal y que pesaba unos 110 kilos. Seguidamente, las vecinas más experimentadas se pusieron a capolar la carne para hacer, posteriormente, los embutidos.
Sobre las 10.30 horas llegó uno de los momentos más esperados, el almuerzo con las tradicionales chichetas con tajadas y papada frita que permitió conversar sobre la situación del barrio.
La comida de mediodía consistió en unas deliciosas judías con morro en las que estaba prevista la participación de unas 70 personas. Tras la asamblea vecinal se degustaron los embutidos que se asaron en las brasas.
La presidenta de la Asociación de Vecinos del Arrabal, Estíbaliz Tolosa, destacó que esta jornada era “un momento de encuentro muy familiar” que se lleva celebrando desde hace muchos años y recordó que en este barrio de agricultores y ganaderos “no había casa que no hiciera matacerdo” y con esta actividad se quiere mantener esta práctica.
Aunque las costumbres han ido cambiando, en el Arrabal no quieren que se pierda esta tradición y los mayores van pasando el testigo a la gente más joven.
“Estos dos años de parón por la pandemia han hecho daño a las asociaciones de vecinos, pero cuando hemos empezado a recuperar actividades la gente ha colaborado, ha participado y tenía ganas de volverse a encontrar”, aseguró Estíbaliz Tolosa.
La alcaldesa de Teruel, Emma Buj, que acompañó a los vecinos en esta actividad, aseguró que era “un gran placer” estar en el barrio del Arrabal en su matacerdo que es “una de sus tradiciones más arraigadas”.
La alcaldesa destacó que una de las “señas de identidad” de este barrio es “su ambiente familiar” que aún conserva aunque es una zona en crecimiento. Asimismo, Buj señaló que el centro social es “el epicentro de la actividad” en este barrio.
La responsable municipal recordó que en los últimos años han trabajado desde el consistorio para mejorar el barrio con inversiones en las aceras, mejoras en las escaleras de acceso o en la plaza del Labrador.
Además, la alcaldesa valoró la importancia de mantener una costumbre muy arraigada en toda la provincia, el matacerdo, para que “las nuevas generaciones conserven las tradiciones.
Aunque todo el mundo participó, la elaboración de los embutidos en esta celebración del barrio del Arrabal estuvo dirigida por las mujeres más veteranas que aseguraban que llevan “desde que estaban en el vientre” de sus madres preparando estos elaborados del cerdo. Empezaron a ayudando a sus madres cuando eran niñas y han seguido cada año con la tradición.
Los ingredientes son sencillos y siempre se mantienen, pero los pequeños trucos que hacen la receta única son “los que no se cuentan”, comentaron las mondongueras entre risas.
Angelines Tolosa, una de las encargadas de la elaboración de los embutidos, quiso recordar a Encarna Esteban Fabre fue “quien empezó todo esto”. “Nos ha dejado su recetario y su legado, aunque nosotras también aportamos lo que hemos hecho siempre en nuestras casas”, afirmó.
Tolosa se mostró muy contenta de poder volver a reencontrarse con sus vecinos y vecinas, después de la pandemia. “Lo más bueno del matacerdo es convivir con todo el mundo. Nos gusta mucho y aunque trabajamos esto es una fiesta”, aseguró.
Durante toda la mañana se siguieron los pasos para las diferentes elaboraciones. Para los chorizos y las longanizas se trituró con la capoladora la carne magra y el tocino. En este caso, la materia prima va en crudo y se añaden las especias: para los chorizos pimentón y para la longaniza canela y pimienta.
Para las güeñas, se cocieron las cabezas, riñones y lengua y también se añadió una parte de magra. Finalmente, se hicieron las morcillas, hirviendo el arroz y mezclándolo con la sangre. Se elaboraron alrededor de 90 kilos de embutido que se degustaron a partir de las 20.00 horas por los vecinos.
Las judías con morro es otra de las tradiciones de este día. Al frente de los pucheros está desde hace cuatro años Vanesa Garcés. Se trata de un plato guisado a fuego lento durante unas cuatro horas. Se utilizan los ingredientes tradicionales: careta y manitas de cerdo oreadas, ajos, laurel, unos 8 kilos de judías -que habían estado en remojo el día anterior- y un sofrito con cebolla, pimentón y chorizo. “Lo más importante de este día es la confraternización, la unión del barrio. Es un día en familia”, valoró Vanesa Garcés.
“Lo que más me gusta es estar todos juntos y mantener esta tradición que se está perdiendo”, comentó Garcés.
La actividad comenzó muy temprano, a las 8.00 horas se empezó a encender la lumbre y a despedazar el cerdo que compraron en canal y que pesaba unos 110 kilos. Seguidamente, las vecinas más experimentadas se pusieron a capolar la carne para hacer, posteriormente, los embutidos.
Sobre las 10.30 horas llegó uno de los momentos más esperados, el almuerzo con las tradicionales chichetas con tajadas y papada frita que permitió conversar sobre la situación del barrio.
La comida de mediodía consistió en unas deliciosas judías con morro en las que estaba prevista la participación de unas 70 personas. Tras la asamblea vecinal se degustaron los embutidos que se asaron en las brasas.
La presidenta de la Asociación de Vecinos del Arrabal, Estíbaliz Tolosa, destacó que esta jornada era “un momento de encuentro muy familiar” que se lleva celebrando desde hace muchos años y recordó que en este barrio de agricultores y ganaderos “no había casa que no hiciera matacerdo” y con esta actividad se quiere mantener esta práctica.
Aunque las costumbres han ido cambiando, en el Arrabal no quieren que se pierda esta tradición y los mayores van pasando el testigo a la gente más joven.
“Estos dos años de parón por la pandemia han hecho daño a las asociaciones de vecinos, pero cuando hemos empezado a recuperar actividades la gente ha colaborado, ha participado y tenía ganas de volverse a encontrar”, aseguró Estíbaliz Tolosa.
La alcaldesa de Teruel, Emma Buj, que acompañó a los vecinos en esta actividad, aseguró que era “un gran placer” estar en el barrio del Arrabal en su matacerdo que es “una de sus tradiciones más arraigadas”.
La alcaldesa destacó que una de las “señas de identidad” de este barrio es “su ambiente familiar” que aún conserva aunque es una zona en crecimiento. Asimismo, Buj señaló que el centro social es “el epicentro de la actividad” en este barrio.
La responsable municipal recordó que en los últimos años han trabajado desde el consistorio para mejorar el barrio con inversiones en las aceras, mejoras en las escaleras de acceso o en la plaza del Labrador.
Además, la alcaldesa valoró la importancia de mantener una costumbre muy arraigada en toda la provincia, el matacerdo, para que “las nuevas generaciones conserven las tradiciones.
De generación en generación
Aunque todo el mundo participó, la elaboración de los embutidos en esta celebración del barrio del Arrabal estuvo dirigida por las mujeres más veteranas que aseguraban que llevan “desde que estaban en el vientre” de sus madres preparando estos elaborados del cerdo. Empezaron a ayudando a sus madres cuando eran niñas y han seguido cada año con la tradición.
Los ingredientes son sencillos y siempre se mantienen, pero los pequeños trucos que hacen la receta única son “los que no se cuentan”, comentaron las mondongueras entre risas.
Angelines Tolosa, una de las encargadas de la elaboración de los embutidos, quiso recordar a Encarna Esteban Fabre fue “quien empezó todo esto”. “Nos ha dejado su recetario y su legado, aunque nosotras también aportamos lo que hemos hecho siempre en nuestras casas”, afirmó.
Tolosa se mostró muy contenta de poder volver a reencontrarse con sus vecinos y vecinas, después de la pandemia. “Lo más bueno del matacerdo es convivir con todo el mundo. Nos gusta mucho y aunque trabajamos esto es una fiesta”, aseguró.
Durante toda la mañana se siguieron los pasos para las diferentes elaboraciones. Para los chorizos y las longanizas se trituró con la capoladora la carne magra y el tocino. En este caso, la materia prima va en crudo y se añaden las especias: para los chorizos pimentón y para la longaniza canela y pimienta.
Para las güeñas, se cocieron las cabezas, riñones y lengua y también se añadió una parte de magra. Finalmente, se hicieron las morcillas, hirviendo el arroz y mezclándolo con la sangre. Se elaboraron alrededor de 90 kilos de embutido que se degustaron a partir de las 20.00 horas por los vecinos.
Las judías con morro es otra de las tradiciones de este día. Al frente de los pucheros está desde hace cuatro años Vanesa Garcés. Se trata de un plato guisado a fuego lento durante unas cuatro horas. Se utilizan los ingredientes tradicionales: careta y manitas de cerdo oreadas, ajos, laurel, unos 8 kilos de judías -que habían estado en remojo el día anterior- y un sofrito con cebolla, pimentón y chorizo. “Lo más importante de este día es la confraternización, la unión del barrio. Es un día en familia”, valoró Vanesa Garcés.
“Lo que más me gusta es estar todos juntos y mantener esta tradición que se está perdiendo”, comentó Garcés.
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