Expertos en Paisajes Culturales ponen el foco en la Vega como punto negro de Albarracín
El Curso Aplicado plantea que la urbanización del Arrabal debe ser estudiada y planificadaAlbarracín es un conjunto de postal pero los alrededores desentonan. La zona de la Vega es un punto negro al que se debe atender desde los Planes de Ordenación Urbana, que tienen que estar planificados y estudiados para que la afección al entorno sea la mínima. De esta necesidad de cuidar las zonas aledañas se habló en el Curso Aplicado de Paisajes Culturales. El estudio del paisaje: Albarracín, retos y riesgos, que durante toda la semana pasada se ha desarrollado en la Fundación Santa María y en el que han participado 25 profesionales de diversos sectores, como la geografía, la arquitectura o la arqueología.
La actividad, financiada por el Instituto de Patrimonio Cultural de España, en la que tomaron parte quince alumnos y una docena de profesores, estuvo dirigida por Ana Almagro Vida, que además de arquitecta es miembro de la Junta Directiva de Icomos España, y Patricia Hernández Lamas, arquitecta y paisajista y directora de la Fundación Miguel Aguiló.
El gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, destacó la “singularidad” del casco histórico y su “perfecta simbiosis entre lo natural y lo construido”. Pero precisamente ese atractivo hace que el entorno tenga una gran vulnerabilidad y, según detalló, los principales riegos a los que se enfrenta la ciudad son, por un lado, la masificación turística y, por otro, el desarrollo urbanístico en la zona del Arrabal y la Vega.
Jiménez reconoció que mientras que antes todas las miradas apuntaban hacia el casco urbano, el concepto de paisajes culturales ha evolucionado y ahora atiende a todo el conjunto, en el que el Arrabal también forma parte. “Albarracín tiene la obligación de hacerlo muy bien y ser tremendamente exquisito con todo”, sentenció.
También Almagro alertó de que la “gran amenaza exterior” para la ciudad es ese turismo masificado y planteó que los conjuntos “de esta categoría, tienen que tener un límite que es el que marca la calidad de la visita. Que el turista pueda comer y dormir y la gente de la ciudad pueda vivir, porque, si no, el turismo espanta a la población”, dijo, para añadir que el Albarracín bonito es aquel que “tiene vida”.
En el curso se habló de las cuencas visuales que se observan desde diversos hitos del casco urbano, como la Torre Blanca, la Torre del Andador o el Castillo y llegaron a la conclusión de que hay que tener mucho cuidado con el crecimiento de determinadas zonas, como el Arrabal, puesto que produce un gran impacto visual desde el conjunto.
Durante el curso salió a la palestra que compaginar la creación de viviendas en un municipio donde apenas hay oferta de alquiler a causa de los apartamientos turísticos con el mantenimiento del entorno es un tema peliagudo. Entre las posibles soluciones está la rehabilitación de casas antiguas no solo del centro, sino también de la zona del Arrabal.
En este sentido el arquitecto paisajista Álvaro Gil, que fue uno de los alumnos que asistieron al curso, detalló que el aumento de la población –necesario según recalcó– se va a producir por la zona de la Vega, por eso habría que “pensar, planificar y analizar” cómo debe de ser ese crecimiento. Comentó que hay zonas en la ciudad que están más alejadas, por lo que el impacto sería menor: “Es cuestión de analizarlo y planificarlo todo perfectamente”, aseguró.
En este sentido Ana Almagro puso sobre la mesa la reflexión de si ese incremento de suelo residencial es necesario. “Hay conjuntos cercanos con mucha vivienda por rehabilitar sin el impacto de la vivienda nueva”, especificó.
Asfalto en los aparcamientos
Otro de los grandes impactos que actualmente existen desde la panorámica que se admira desde el casco histórico son los aparcamientos creados en la zona de la vega. Allí la vegetación todavía no es suficientemente alta para tapar el asfalto, lo que daña la imagen que hay desde la población. “Tal vez la solución es hacer aparcamientos más pequeños y con vegetación que haga de pantalla”, comentó Gil. Otra idea que se planteó durante el curso de cara al futuro es habilitar zonas de estacionamiento más alejadas del casco y cubrir el trayecto con un servicio de autobuses.
En el Curso Aplicado de Paisajes Culturales se abordaron algunas de las problemáticas y se lanzaron otras que, posiblemente, se analizarán en nuevas ediciones puesto que la intención es darle continuidad en próximos años.
El Plan de Conservación del 97 fue pionero, pero está obsoleto
Albarracín es el único conjunto de toda la provincia de Teruel que cuenta con un Plan Especial de Conservación, redactado en 1997 y que constituye una herramienta que fue fundamental en sus inicios porque ayudó a mantener el patrimonio pero que ahora debería ser revisada.
Así, en los municipios que cuentan con ese plan es el Ayuntamiento el que se ocupa de que se cumpla, por lo que en muchas ocasiones, según detalló el gerente de la Fundación Santa María, Antonio Jiménez, depende de la mayor o menor sensibilidad de los gobernantes. El responsable alertó a su vez de que el Plan Especial de Conservación del Conjunto, que se elaboró en el año 1997, ya no se cumple de forma tan estricta.
Cartelería
Indicó además que la problemática no es la misma ahora que en ese final del siglo pasado y criticó la mayor permisividad que hay en la actualidad con respecto a algunos temas, como la colocación de cartelería que no es acorde con el patrimonio o el hecho de sacar productos de venta a la fachada y puerta de los comercios del casco, algo habitual en temporada alta. “No son una grave atrocidad, pero sí una suma de pequeñas cosas que dañan al conjunto”, señaló.
La codirectora del curso, Ana Almagro, destacó ese carácter “pionero” de la ciudad, que se remonta a los años 40 y 50 del pasado siglo, cuando se apostó por preservar y consolidar los edificios existentes frente a derruir. “Fue el primer conjunto de Aragón en tener un plan Especial, pero han pasado 25 años y la sociedad es dinámica y sus necesidades cambian, como también la forma de entender los servicios o la tecnología. La ciudad se tiene que ir amoldando a esos cambios y a la vez preservar sus valores”. En su opinión, ahora es momento de pensar el Albarracín “que queremos en el siglo XXI” y contemplar el paisaje “como una componente fundamental a preservar”.
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