La Feria de la Cerámica de Torre del Compte debuta con éxito de artesanos y público
Los alfareros del Matarraña, Bajo Aragón y Tarragona se reúnen para poner en valor su oficioCeramistas del Matarraña, Bajo Aragón y Tarragona sacaron el pasado sábado los tornos de alfarero a la plaza de Torre del Compte para celebrar la I Feria de la Cerámica de la localidad con el objetivo de acercar la artesanía al potencial cliente mediante venta directa, exhibiciones y talleres en los que niños y mayores pudieron fabricar sus propias piezas utilitarias y de decoración. La iniciativa se saldó con un éxito rotundo de participación y público.
“Nos gusta el contacto directo con el cliente. Nosotros no tenemos una tienda de cerámica, sino que tienes que pasar por el taller para llegar hasta donde tenemos la exposición. Enseñar cómo trabajamos hace que el cliente valore más las piezas”, explicó mientras modelaba el barro Josep Papaseit, alfarero de Miravet (Tarragona), un pueblo de 800 habitantes donde todavía coexisten seis de los 25 talleres que había a mediados del siglo XX.
Durante toda la jornada, este maestro alfarero hizo una demostración de torno, base de las piezas cerámicas de Miravet. La actividad despertó la curiosidad de lugareños, vecinos del Matarraña que acudieron de propio y turistas de paso que quedaron embelesados ante las habilidades.
El puesto de Cerámicas Papaseit fue uno de los nueve que participaron en un certamen que superó las expectativas en su primera edición. Además de la demostración de torno, Gispyfango (Lledó) organizó el taller infantil Mundo imaginario; El Raval de l'art (Raval de Cristo, Tarragona) llevó las propuestas Cerámica primitiva y Cerámica neolítica; Rita Lugli (Barcelona) y Marguerite Olivier (Tivissa, Tarragona) hornearon con la técnica del raku, y Trini Cerámica (Alcorisa) se encargó de modelar animales.
No podía faltar la presencia de Emilia Carbó, ceramista anfitriona; marAmar, madrileña que acaba de trasladar su taller desde Ibiza a La Portellada, y Daniela Krpan, de Valderrobres.
Poner en valor la artesanía
De la organización se encargó Cora Egger, que vive a caballo entre Barcelona y Torre del Compte. “Me di cuenta de que hay bastantes ceramistas en esta zona y pensé que sería muy bonito juntarnos todos. Hablamos con el Ayuntamiento para ver qué le parecía, a la gente del pueblo le encantó la idea y aquí estamos, promocionando y poniendo en valor la artesanía, que es algo que se va perdiendo”.
Botijos, jarrones, vajillas y menaje para el hogar, bisutería, murales y piezas artísticas de gran valor se dieron cita en la plaza Mayor. Allí estaban las obras únicas de marAmar, que diseña y crea murales en cerámica, aplicando esmaltes con la técnica de la cuerda seca sobre azulejos destinados a proyectos en arquitectura de interiores. Se inspira en motivos florales, la naturaleza salvaje, corrientes de los años 20, japonesas o relatos místicos.
Desde hace un año ha trasladado su taller creativo a los bajos de una casa de pueblo en La Portellada, atraída por la autenticidad de las gentes del Matarraña y su atmósfera artística.
“Siempre que llego a un lugar me gusta conocer a la gente que trabaja y hace lo que yo siento, así que esta feria me viene muy bien porque así nos juntamos y nos apoyamos. Estas iniciativas, en estos pueblos, hay que hacerlas al menos una vez al año. Reunirnos, que venga gente y que conozca la cerámica, que hay muchos ceramistas en esta zona además”, valoró Mar Alonso.
La alcorisana Trini Espallargas practica una cerámica “completamente artesanal”, que además resulta muy “utilitaria porque hasta los jarrones o las aceiteras se pueden utilizar”. Llevó a Torre del Compte una sección de gres cocido a temperatura media y otra de arcilla refractaria de La Cañada de Verich.
“Llevo muchos años, por lo que hay una serie de personas que piensan en mí cuando tienen que hacer un regalo o cuando necesitan algo para casa”, dijo.
El valor de lo auténtico
“Me ha sorprendido la feria. Me pidieron que viniera porque hay mucha gente trabajando la cerámica en la zona, con cosas muy variadas, y hemos venido para apoyar”, indicó Papaseit.
Miravet es un lugar de gran tradición, desde donde las piezas se comercializaban más remontando el Ebro hacia Aragón que hacia el interior de Cataluña, explicó el alfarero. “Venimos del mundo tradicional, donde la mayoría eran piezas de alta temperatura. Antiguamente se hacían cántaros, botijos, tinajas para guardar aceite y vino. Eran piezas totalmente utilitarias. Ahora trabajamos más vajilla y piezas para cocina, pero siempre funcionales, de baja temperatura con barro rojo”, explicó.
“Nuestras producciones permiten piezas personalizadas. Puedes escoger un plato con el color que quieras, el diámetro que te apetezca. Lo hacemos todo a mano y eso nos permite sobrevivir en estos momentos, saliéndonos del circuito más estricto de la cerámica convencional que vas a encontrar en las tiendas”, ahondó.
Su política de contacto directo con el cliente les lleva a hacer “muchos talleres donde puedes implicarte y hacer tu propia pieza”, con lo que consiguen “que acabes entendiendo mejor todo el proceso que lleva la cerámica”, pues “detrás de cada pieza hay toda una historia y todo un proceso”.
El torno no es algo sencillo, destacó Papaseit, pues requiere de un aprendizaje de al menos un año. “El primer día que te pones aquí, raramente sale nada. Al principio el barrio te domina a ti, pero cuando dices que te salga un jarrón y sale un jarrón, y no un plato que es lo que suele pasar las primeras veces, ya puedes hacer una infinidad de piezas”.
Es un sector en el que “cuesta que se vayan incorporando las nuevas generaciones”, lamentó el alfarero. La clave es que es un oficio “quizá un poco más esclavo” que el resto de los artesanos, pues “el proceso del barro no lo puedes parar: si estás empezando una pieza un viernes, seguro que sábado o domingo te va a tocar hacer alguna cosa para que no quede seca la pieza. Tiene un componente muy vocacional y la verdad es que cada vez se va perdiendo más”, reflexionó.
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