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La colectiva ‘El Grito’cumple dos ediciones más crítica que nunca La colectiva ‘El Grito’cumple dos ediciones más crítica que nunca
Fotografía de Vicente Carrión que forma parte de ‘El grito sublime’

La colectiva ‘El Grito’cumple dos ediciones más crítica que nunca

Una quincena de artistas de Aragón y Valencia muestran en Teruel su visión interdisciplinar del arte desde una perspectiva femenina
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La creación artística desde la perspectiva femenina, un concepto más amplio que el mero arte creado por mujeres, es el tema central de El Grito Sublime, exposición colectiva de 15 artistas que puede visitarse hasta el próximo jueves, 28 de octubre, en los dos espacios donde se desarrolla simultáneamente, la sala de exposiciones del edificio de Bellas Artes de Teruel y en la del Vicerrectorado.

Es la segunda edición de un ciclo que surgió el pasado año de la colaboración entre las facultades de Belles Arts de Sant Carles de la Universidad Politécnica de Valencia, y la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad de Zaragoza, y que financia la fundación Antonio Gargallo.

La muestra reúne artistas cuya actividad ha girado o gira en torno a los dos centros de educación, aunque no son necesariamente profesores, alumnos o ex alumnos. Y además reúne en un mismo proyecto expositivo piezas de autores reconocidos y con una extensa trayectoria a sus espaldas, como Pepe Romero, Miguel Molina, Merche Pereira o Tham Casany, con artistas que todavía están completando su formación o son recién egresados en Bellas Artes.

Miguel Molina invita a convertir en un cuadro “trivial y sublime” cualquier rincón

Comisariada por la turolense Irene Covaleda, Martillopis y Elia Torrecilla, en esta segunda edición de El grito se le añade el epíteto sublime, en referencia al tópico del romanticismo, y supone una extensión a la colectiva que se expuso el pasado año por estas fechas. El nexo común entre ambas exposiciones era que la obra de arte es concebida como un vehículo de expresión, crítico, reivindicativo y transformador; y la principal diferencia, además de que buena parte de los participantes varían, es temática. En 2020 El Grito tenía un componente ecológico y medioambiental, mientras que en esta ocasión esa voz crítica desde el arte se levanta para analizar el hecho de la producción creativa desde una perspectiva de género. “No se trata de profundizar en el arte creado solo por mujeres”, explica Irene Covaleda, “porque de hecho en la exposición no solo participan mujeres. Se trata más bien de mirar hacia el arte desde un punto de vista femenino, revisar el mundo de la creación artística con esta sensibilidad”.

Las quince propuestas artísticas no tienen ningún filtro desde el punto formal, y tienen cabida piezas que van del figurativismo a la abstracción pasando por el simbolismo, en géneros como la escultura, la fotografía, la instalación o los lenguajes mixtos.

En lo conceptual la heterogeneidad es idéntica; desde una vertiente más política en referencia al voto femenino en España, conseguido durante la II República (Eneko de Blas), hasta la representación del propio hogar como una jaula (Santi Gómez), pasando por la representación de naturalezas muertas pero en pie, contra viento y marea (Merche Pereira), o piezas que aluden a la invisibilidad de la mujer en el arte (Tham Casany) o a los roles de género (Elena Martínez). Álvaro Salcedo también cuela una acción performática reivindicativa, aunque en otro sentido al del resto de las piezas. Su acción, titulada Apropiación, consiste en tachar con cinta de carrocero su nombre del listado de participantes en la colectiva, y acompañarlo por un texto en el justifica la ausencia de una pieza física, y que denuncia la precariedad de la actividad artística, y la producción de obra inédita sin presupuesto de producción y transporte como una práctica “normativizada”.

Vista general de la sala de exposiciones del edificio de Bellas Artes, una de las dos que acogen la exposición colectiva

Reivindicación sosegada

Una de las cosas que más llaman la atención en conjunto es la sobriedad y la calma que transmite de forma general la exposición. Según la comisaria, “da la sensación de que una exposición que tiene como objetivo la reivindicación, el grito, va a generar muy ruido, y sin embargo sucede lo contrario, con una mirada que tiende al color blanco, a la pureza”. Efectivamente, el blanco es el color dominante en la mayor parte de las piezas y en el conjunto, aunque no es absolutamente exclusivo. De algún modo eso desconcierta al espectador, predeterminado culturalmente a buscar en otros colores los rasgos característicos de la crítica. Pero lejos de ser considerado un defecto, para Irene Covaleda “es una virtud que logra el conjunto. Encajar las piezas y los conceptos para que esa reivindicación logre ser armoniosa suele ser muy complejo en una exposición colectiva”.

El grito sublime ya pudo verse, en una versión más valenciana, en Alboraia, y en Teruel fue inaugurada el 14 de octubre hasta el próximo 28. Y el objetivo de los comisarios es prolongar la colaboración entre ambas facultades y dar continuidad a El grito como un proyecto anual multidisciplinar y colectivo, que vaya dirigiéndose a diferentes temáticas cada año, siempre desde una perspectiva crítica. En ese sentido, Irene Covaleda explica que además se quiere ampliar el ámbito de acción del proyecto, “extendiéndolo hacia otros escenarios, otras facultades y otras ciudades”, como Madrid o Cuenca.

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