El Museo de Arte Sacro de Teruel expone reliquias y relicarios en la muestra ‘Exemplum’
Es la primera de una serie de muestras conjuntas de todos los museos diocesanos de AragónEl Museo de Arte Sacro de Teruel (MAST) inauguró ayer por la tarde la exposición Exemplum, con varias piezas de reliquias y relicarios que custodia el centro y que hasta el 17 de diciembre podrán verse reúnidos en la segunda planta del Claustro. La muestra forma parte de un proyecto expositivo más amplio que incluye a todos los museos diocesanos aragoneses. Pedro Luis Hernando, director del MAST, explicó ayer que en su objetivo de “no solo conservar, sino también divulgar y dar a conocer el importante patrimonio cultural, artístico e histórico que guardan los museos diocesanos, este es el primer paso de una serie de acciones conjuntas que vamos a llevar a cabo”. Se refería a una serie de exposiciones que, en el futuro, organizarán los siete museos diocesanos aragoneses, de forma simultánea, en la que cada uno de ellos expondrá sus obras de arte, con la misma temática, misma imagen corporativa y mismas fechas.
En esta primera exposición participan los museos de Teruel, Barbastro, Huesca, Jaca, Calatayud y Zaragoza. Se ha quedado fuera el Museo de Albarracín, “por una cuestión de premura”, según explicó Hernando, “aunque se incorporará a las próximas inciativas de este tipo como no podía ser de otro modo”.
Entre las reliquias y relicarios del MAST destaca por su interés histórico un billete de 25 pesetas que perteneció al obispo Anselmo Polanco, quien lo entregó a un compañero de prisión, natural de Badajoz, en uno de sus frecuentes traslados hasta su fusilamiento el 7 de febrero de 1939. Según la información del MAST, el nuevo propietario nunca gastó ese billete, considerándolo un reliquia del religioso. Pasados los años, entregó el billete al sacerdote de su parroquia pidiéndole que fuera entregado al entonces obispo de Teruel para que lo conservara.
Pedro Luis Hernando explicó que aunque tradicionalmente se tienen por reliquias los restos incorruptos de santos, o fragmentos materiales de objetos venerados, como la cruz de Cristo o el Santo Cáliz, “también tienen consideración de reliquia aquellos objetos que utilizaron, que poseyeron o que de algún modo estuvieron en contacto con personas dignas de servir de ejemplo para otros”.
A eso hace referencia el título de la muestra, Exemplum, en el sentido que las reliquias forman un “recuerdo” de personas cuyos comportamientos fueron considerados modelos de actitud ante la vida.
Durante una etapa de la historia, en la Edad Media, el concepto se desvirtuó y las reliquias fueron objeto de un comercio que, en algunos casos, tenían que ver con el hecho de que el descubrimiento -falso o cierto- de una reliquia en determinado templo podía venir acompañado por peregrinaciones e ingresos económicos. “El exceso de culto a las reliquias santas también era considerado herejía por la Iglesia. No hay que olvidar que pueden ser objeto de devoción, pero no de culto”, matizó Pedro Luis Hernando.
José Antonio Satué, obispo de Teruel y Albarracín, acudió también a la apertura de la exposición. Explicó que la muestra sirve para reflexionar que “en un momento en el que parece que gana el más pillo, pensar en estos referentes de comportamiento, para los cristianos procedentes de los santos y para los ciudadanos de sus referentes morales, puede ayudarnos y hacernos bien”.
Entre las piezas que expone el MAST, también destacan los brazos-relicario de San Gaudioso y San Jacinto. Son relicarios que responden a la tipología denominada relicarios anatómicos. A este conjunto pertenecen también las cabezas, manos o pies relicario. Se trata de obras que adoptan la forma de la parte del cuerpo a la que corresponde la reliquia que conservan. En este caso son dos grandes brazos, de los que solían custodiar huesos de gran tamaño, como húmero, cúbito o radio.
Además puede verse un relicario que representa a San Antonio en una de sus iconografías habituales, con el niño Jesús en brazos. Suelen representar la cabeza y parte del torso del santo, con un receptáculo central donde se coloca la reliquia.
Se encuentra además un conjunto de piezas muy curioso, formado por pequeños cuadros que representan series de figuras devocionales. En lugar de encontrar un texto que identifique la reliquia, se encuentra la frase Pasta di Reliquia. Según Pedro Luis Hernando, una explicación a esta denominación la encontramos en la tradición que indica que todo aquello que ha estado en contacto con una reliquia, participa de algún modo de su misma naturaleza. Los primeros cristianos recogían la tierra en la que habían sidodepositados los cuerpos de los mártires. Es posible que con estosmateriales se elaborara una pasta con la que dar forma a estos relieves que posteriormente eran decorados o pintados, pasando a denominarse pasta di reliquia.
También hay una serie de expositores con piezas que datan de los siglos XVII al XIX, de pequeño tamaño y creadas en madera tallada, dorada y policromada, y que representan una vocación de aproximación de las reliquias a los devotos. Solían ser relicarios más pequeños situados en altares de las capillas de las iglesias, siendo expuestas continuamente y no solo durante las festividades señaladas, de forma que los devotos podían situarse ante la reliquia de un modo habitual y cotidiano, facilitando su comunión espiritual con el santo o santa en cuestión.
El uso de materiales más baratos como la madera, en este caso, se explica porque la amplitud del fenómeno de la devoción a las reliquias producido en Europa a partir de la Contrarreforma, y ante la necesidad de cubrir la demanda de relicarios realizada por parte de un mercado cada vez más amplio.
También se exponen varios relicarios metálicos, de muy reducido tamaño para que fueran fácilmente transportables, u otra de mayor tamaño, de metal sobredorado, que incorpora un asa en la parte posterios para sostener la obra mientras se presenta ante los devotos.
Otra serie interesante de relicarios está formada por piezas realizadas por las monjas de los monasterios turolenses. Son obras que se suelen denominar monacales por proceder de estas instituciones, y que se han infravalorado por parte de los investigadores por considerarlas más bien piezas de artesanía.
Las más llamativas son las dos obras realizadas en torno a sendos relicarios metálicos, de forma ovalada, decorados con piezas de hilos dorados y plateados. Estos relicarios contienen un buen número de pequeños fragmentos óseos que, gracias a sucorrespondiente inscripción, pueden identificarse con San Gaudencio, Casimiro o Liberato.
Un guante de Gilaberte
En otro orden, se expone también uno de los guantes del obispo de la entonces Diócesis de Albarracín Francisco Salvador y Gilaberte (1672-1752). Dos inscripciones sobre papel explican las circunstancias especiales que afectan a esta prenda. Se alude al hecho interpretado como milagroso de la incorruptibilidad del cuerpo del difunto obispo. A pesar de permanecer enterrado en un lugar de la catedral de Albarracín con mucha humedad, su cuerpo permanecía en tan perfecto estado, que se pudieron extraer los guantes de sus manos sin ninguna dificultad. Prendas de este tipo siempre han sido consideradas como reliquias. Pertenecieron a una persona digna de devoción. Estuvieron en contacto con su cuerpo, e incluso se identifican con la persona en cuestión.
En otra de las vitrinas se disponen tres relicarios de cristal. El relicario central conserva un hueso del brazo de San Clemente dentro de un cilindro cristalino. Uno a cada lado, dos relicarios de plata sobredorada donados a finales del siglo XVI por Francisco Peña, rector del Alto Tribunal de la Rota de Roma, a su lugar de nacimiento, la localidad de Villarroya de los Pinares. Estas dos piezas son las demayor valor artístico y técnico, pero también devocional, ya que el relicario de menor tamaño está dedicado a la Vera Cruz. “Estas piezas, desde el punto de vista artístico, tienen un enorme valor”, explicaba ayer Pedro Luis Hernando, “porque de hecho fueron creadas por los artistas en los centros de creación europeos, como Roma. Sin embargo en algunos casos, como este -en referencia al relicario de Villarroya-, su propietario lo regaló a su pueblo de origen y por eso, por conservarse en un pequeño pueblo, tendemos a creer que no tienen ningún valor”.
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