Raychel Carrión muestra lo más descarnado del ser humano en ‘El Jardín y las Delicias’
La exposición en Albarracín denuncia el “infierno” en el que se ha convertido su Cuba natalLa Torre Blanca de Albarracín acoge hasta el próximo 9 de octubre El Jardín y las Delicias, exposición de dibujo de Raychel Carrión, artista nacido en Cuba y afincado en la localidad turolense desde hace doce años.
A través de tres espacios diferenciados Carrión muestra su activismo disidente contra lo que él considera el “infierno” en el que la dictadura cubana ha convertido la isla de la que se vio obligado a emigrar. El artista escruta la realidad cubana desde el autoritarismo y la violencia que sufre, no solo como denuncia sino con vocación de hallar un espacio cómun para que el ser humano empatice consigo mismo a través del dolor, y pueda aspirar a construir un mundo mejor, dentro y fuera de la isla caribeña.
En lo formal, el estilo de Carrión, que en Teruel pudo verse recientemente en muestras colectivas como El Maravilloso Vacío, es absolutamente inconfundible, con un dibujo virtuoso al servicio de una forma contestataria de ver el mundo, una provocación al espectador a través de cuerpos severamente maltratados ante los cuales es imposible esquivar la llamada a la reflexión.
Influencia clásica
El tan mencionado sincretismo cubano trasciende en Carrión más allá de la religión para adentrarse en el arte, fundiendo la sensibilidad propia del Caribe con la herencia clásica del Mediterráneo y la de los grandes maestros del renacimiento noreuropeo. Como homenaje a éstos últimos, en concreto a El Bosco, toma el título de uno de sus trípticos más famosos, El jardín de las delicias, y juega con él para dar un significado global a la exposición. “Tiene que ver con el discurso edulcorado que existe sobre Cuba, la romantización de la revolución cubana que todavía persiste y que esconde la realidad de una dictadura de terror que viene durando 65 años, mientras buena parte de la izquierda mira para otro lado”.
El Jardín es la isla, el caimán dormido, y las delicias los relatos desagarradores que muestra Carrión en sus dibujos, llenos de seres humanos violentados, desgarrados, que conservan la vida pese a sufrir amputaciones incompatibles con esta, pero que se mueven como zombies después de haber sido vaciados de contenido ético.
La muestra se distribuye en las tres plantas de la Torre Blanca de Albarracín, con un total de 135 piezas. En la primera planta se encuentran los 127 primeros, obras de pequeño formato (30x22 cm) que conforman la serie La Lenta Hemorragia. En la segunda planta pueden verse dibujos de mayor formato, con piezas de 200x150, y la planta superior acoge la pieza central que da título a la exposición, el espectacular políptico El Jardín y las Delicias, de un tamaño que supera los cuatro metros de largo por 150 cm de alto.
Este políptico guarda evidentes relaciones visuales y estructurales con el cuadro de El Bosco, que presenta la imagen, de izquierda a derecha, del paraíso, la vida terrenal licenciosa, y el infierno. Carrión presenta la misma estructura e incluso algunos detalles o personajes que se desdoblan de un cuadro a otro, aunque “realmente todo lo que se ve en mi dibujo es puro infierno, porque Cuba es un infierno”. Carrión sigue los presupuestos estéticos clásicos del academicismo en cuanto a los trazos de la figura humana, pero no se conforma con mostrar el exterior del hombre, sino también el interior de este, desgarrado en ocasiones, mutilado o deshollado, pero más humano incluso por ello.
En cierto sentido el discurso narrativo de esta obra, y de la mayor parte de la obra de Carrión, es una metáfora irónica del propio dibujo académico, más ortodoxo, convencional y descomprometido: una colección de trazos pulcros y bienintencionados, que describen al ser humano poniendo énfasis en la belleza equilibrada de su exterior, renunciando a todo lo demás.
Raychel Carrión va más allá con una propuesta contestataria, empeñada en explorar la trastienda humana, la víscera, donde el artista está convencido que anida realmente la naturaleza y la esencia humana, lo que compartimos en mayor medida: “Cuando te acercas al ser humano sin miedo, y te acercas los suficiente, lo ves por dentro”, afirma Carrión. “En toda mi obra aparece lo visceral porque me interesa sobre todo la empatía entre las personas como punto de partida para construir. Partir de la generosidad para ampliar el campo ético y lograr ir más allá del concepto de mera solidaridad”, para estar en condiciones de alcanzar un estado de auténtica empatía entre las personas a través (y no pese) a la diferencia y la diversidad. Para Raychel Carrión ver el cuerpo desnudo del otro, pero no desnudo de ropa, sino desnudo de la propia piel, revela un espacio para encontrarse, comprendernos y empezar a construir algo nuevo y beneficioso para todos. “No son las canciones bonitas lo que nos une a las personas, sino todo lo contrario, la parte oscura, el dolor, las miserias y todo lo que nos hace sufrir, eso es lo que realmente nos une a todos”.
La representación del ser humano violentado y corrompido por el ejercicio de la violencia institucional es un punto de partida para hacer consciente ese estado, y poder aspirar a corregirlo. “Por eso no soy un artista catastrofista o pesimista, sino todo lo contrario”, se apresura a corregir cuando surge la pregunta. Su dibujo es impresionante en el sentido estricto del término, desgarrador y hasta desagradable, opinarán algunos, por aquella legítima pulsión de nuestro cerebro reptil por sentir aversión y deseos de huir ante un congénere con graves heridas físicas. “Se trata precisamente de exacerbar ciertas sensaciones a través de lo visual, para llevar al espectador a una reflexión que no se quede en lo superficial”.
En la segunda planta de la Torre Blanca pueden verse una serie de dibujos en los que Raychel Carrión explora el autorretrato cuya simbología tiene que ver en la empatía, algo que obsesiona al artista cubano. “Los dibujos no hablan de mí, aunque aparezca yo. Hablan del otro, de lo que sufro a través del otro, como si el otro fuera un espejo en el que me reflejo”. Esa empatía es el vehículo que utiliza para ir de lo individual a lo grupal, centrándose en la singularidad para hablar sobre la universal.
La Lenta Hemorragia
Y en la primera planta se expone las 127 piezas de La Lenta Hemorragia, una de las series más conocidas internacionalmente de Raychel Carrión, creada en su mayor parte en el periodo de tiempo de 2020 a 2022, y que se recogió el pasado año en un libro editado por Rialta Ediciones.
En esos dibujos la crudeza alcanza el paroxismo, con la represión y la violencia política, humanitaria y ética que se vive en Cuba como eje central. “El régimen allá está dando sus últimos estertores, y como consecuencia de ello se ha vuelto más violento y represor que nunca”, afirma categórico el artista gráfico, que mantiene un estrecho contacto con elementos de la disidencia cubana tanto en el interior de la isla como en el exterior. “La vida de las personas es imposible, más allá de las políticas de maquillaje que el gobierno adopta para dar una imagen diferente de la isla, y en la que muchos estados están cooperando, a través de unas inversiones que no benefician al pueblo sino a las elites económicas de Cuba y de los países de donde proceden”.
En esas piezas de pequeño formato se ven policías, disidente, escenas de violencia en las calles, y muchas obras metafóricas en las que las heridas no son físicas sino simbólicas, donde la falta de lengua o mandíbula sugiere la incapacidad de expresarse, la ausencia de miembros simboliza la represión y la inacción, y la omisión de las cabezas sugiere el vaciado ético y crítico que sufre la población expuesta al ambiente político cubano.
Ese vaciado ético tiene que ver, según el artista, con el modelo de actuación que puso en marcha el gobierno de Cuba para protegerse y perpetuarse. “Castro copió el modelo de la Falange Española. En lugar de construir un cuerpo militar que me proteja, convierto al pueblo entero en esa élite que me mantiene a salvo. El régimen puso a los vecinos a vigilarse entre ellos, a que se denunciaran a cambio de un pollo y una botella de aceite. Han convertido a la gente en turbas medievales que van a tu casa a insultarte sin conocerte, y han criminalizado la disidencia”.
Raychel Carrión divide y clasifica sus piezas en series, a través de las cuales explora diferentes facetas que le interesan especialmente, desde la muerte hasta el parricidio-paternalismo, pasando por el mito de Antígona -dividida por el dilema de los hermanos que se dan muerte mutuamente- o el concepto de panóptico -modelo de construcción que permite observar a todos los ocupantes de un edificio sin que estos sepan si efectivamente están siendo vigilados o no-, que también es objeto de estudio por parte de Carrión: “La idea del ojo que te mira, que recava datos sobre ti para terminar acabando contigo hundiéndote en tus propios vicios”.
Un artista disidente afincado en Teruel y con una enorme proyección internacional
Raychel Carrión (La Habana, 1978) es un artista visual graduado en el Instituto Superior de Arte de La Habana, y en Cátedra Taller Arte de Conducta de la artista cubana Tania Bruguera. El artista llegó a Albarracín a través del WorkShop Arte de Acción que organizaron en 2012 Carmen Martínez Samper y Alicia Hernández Moreno. Carrión estuvo entre los ponentes de la cita y decidió quedarse y afincarse en Albarracín. Desde entonces no ha dejado de tener una intensa actividad artística, la mayor parte de ella girando en torno a la denuncia contra la violencia moral del régimen que impera en Cuba desde 1959 contra su población. Mantiene un estrecho contacto con la disidencia cubana y también, a su pesar, con elementos del régimen que, como él mismo denuncia, extienden sus tentáculos más allá de la isla caribeña para mantener la ubicuidad y la violencia que a su juicio ha mantenido vivo el sistema desde el final de la revolución.
Falsa apertura
Para Carrión las medidas aperturistas que se han dado en los últimos años en Cuba no son sino “un maquillaje que beneficia a la dictadura, porque gana tiempo y prestigio internacional”. Pero en su opinión nada mejora para el pueblo, “porque mientras se gasta dinero en mejorar la imagen de la dictadura no se pone ni un peso para comprar una ambulancia. Se habla mucho de la medicina idealizada en Cuba. En los años 80 había grandes médicos allá, pero hoy están completamente precarizados, y hay una auténtica trata de médicos, alquilándolos por lotes”.
También la educación, otro de los pilares propagandísticos del régimen según Carrión, dista mucho de ser la que a veces se pretende desde la izquierda fuera de Cuba. “No es educación gratuita, porque los niños la pagan con su cuerpo, viéndose obligados a trabajar desde los siete años”.
Raychel Carrión, que se considera dentro de la lista negra de cubanos exiliados a quiene el régimen castrista no pierde de vista, mantiene una importante actividad expositiva durante los últimos años desde Albarracín. Recientemente su obra ha podido verse en Madrid y en el Museo de Arte Contemporáneo de Viena, ciudad donde está preparando dos exposiciones más.
A lo largo de su trayectoria el cubano ha expuesto adenás en salas de Barcelona, Francia, Alemania, Estados Unidos, Reino Unido y Cuba.
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