Héctor Cisneros: “El manga combina cierta crudeza con mucha introspección y profundidad filosófica”
Kaise, autor de ‘Happy Egg’, presentó el cómic editado por GP en la Escuela de Arte de TeruelArgente recupera su Soldadesca a través de un guión de 1911 hecho cómic por Moratha
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A través de Happy Egg, el zaragozano Héctor Cisneros, conocido como Kaise en el mundillo manga y como kaise_art en las redes sociales, plasma con la estética y los lenguajes propios del manga -cómic japonés- la historia que ganó el primer concurso Impulso Manga de la firma aragonesa GP Ediciones. Habla sobre un mundo distópico y una chica, Pinipa, cuya tarea diaria consiste en trasladar piedras de una montaña a otra sin tener demasiado claro para qué lo hace. En su tiempo libre sueña con conseguir el happy egg, un huevo capaz de encontrar la felicidad para su propietario. Un día Pinipa será liberada de su empleo indefinidamente, y tendrá que decidir qué hace con su nueva vida.
Happy Egg lleva un mes editado y puede presumir de ser el primer manga 100% aragonés. Responde a la demanda que cada vez más están teniendo este tipo de productos, que no solo reproducen la estética original del manga japonés, sino también sus principales temáticas y lenguajes, e incluso su particular formato, encuadernados y dibujados de derecha a izquierda. Un producto íntimamente relacionado con el anime -animación de dibujos animados japoneses-, que aunque lleva muchos años en España vive en la actualidad un definitivo resurgimiento.
El jueves pasado el mangaka (creador de mangas) zaragozano presentó su obra en la Escuela de Arte de Teruel, donde Daniel Viñuales, editor de GP Ediciones, invitó a los jóvenes artistas de la provincia a participar en la próxima edición del concurso.
Del anime al manga
Héctor Cisneros Kaise pertenece a la primera promoción del grado superior de Cómic de la Escuela de Artes de Zaragoza, y actualmente estudia en la Academia Blackfolio que dirigen David Cobos y David Daza. Kaise llegó al manga procedente del anime cuando tenía 14 años. “A esa edad empecé a ver Naruto”, una conocida serie de animación japonesa, explica el zaragozano. “Soy una persona muy sensible y Naruto conectó conmigo de una forma muy íntima, mucho más que cualquier otra cosa que hubiera visto”.
Cuando terminó la serie -unos 500 capítulos-, Kaise se sintió algo huérfano: “¿Y ahora cómo sigo la historia, pensé? Yo sabía que no podía hacer un anime, que requiere mucha gente, pero un manga sí... así que empecé a escribir y dibujar historias de ese universo”. Al autor de Happy Egg le ocurre lo que a muchos jóvenes aficionados al manga, que han llegado a él sin pasar antes por el cómic europeo, quizá porque no han tenido referentes en su generación: “Antes nunca había leído cómic... Mortadelo y Filemón me hacía gracia pero no conectaba conmigo, y los de superhéroes lo mismo. Y además en el caso del anime y el manga no se advierte salto entre ellos, son exactamente las mismas historias y con la misma estética”.
Daniel Viñuales, el editor de GP Ediciones, explica que en el mundo del cómic europeo se tiende a publicar volúmenes y novelas gráficas autoconclusivas, y una parte muy grande del público joven busca series largas. “Conozco a Bastien Vives, un autor francés que hace cómics muy chulos, muy íntimos”, afirma Kaise. “Pero me faltan estas macro historias largas, esos personas que reconoces, que van desarrollándose, y esos universos en los que puedes meterte”.
En los últimos años está surgiendo una generación de mangakas españoles de éxito, como Konata, que ha trabajado para editoriales japonesas, y cuyo éxito radica en tratar de imitar lo más fielmente posible el manga japonés original, no solo en las estéticas sino también en las temáticas y en las formas de abordarlas. “Combinan cierta crudeza con una gran profundidad introspectiva y filosófica”, y es raro el manga o la serie anime que, aunque sea de lucha, no tenga un importante componente emocional o romántico “. Héctor Cisneros conoce bien la cultura japonesa, y de hecho recientemente invirtió parte del premio del concurso en vivir en Japón unos meses. “Creo que eso tiene que ver porque los japoneses están bastante reprimidos en muchos casos... No suelen expresarse emocionalmente tanto como nosotros, y utilizan el arte, la música, la animación o el cómic para hacerlo”. “Yo he intentado transmitir esa forma de entender la vida también”, asegura el zaragozano. “Y con Happy Egg estoy muy contento porque creo que lo he conseguido”. Kaise subraya la intensidad con la que los japoneses viven todo esto. “Tienen una industria loquísima montada en torno a esto... Si un anime triunfa, los actores que doblan la serie se hacen famosos, la música se hace famosa y se venden figuras y todo tipo de objetos relacionados con ella”.
Al mismo tiempo afirma que, igual que ocurre en España, los animes o los manga que conoce todo el mundo son los main stream, “y la gente que lee manga más artístico o minoritario son considerados frikis como en España”. También es cierto que, mientras que en España el anime se identifica con un público muy concreto, normalmente joven, en Japón existen producciones para cualquier sector de la población.
En cuanto al proceso de creación de Happy Egg, para Kaise no ha sido ningún jardín de rosas. La historia llevaba tiempo en la cabeza del aragonés, pero su desarrolló ha sido un desafío físico y mental. “Son 150 páginas, y eso son muchas páginas. Hasta ahora lo más grande que había hecho, en 2018, fue un manga de 46 páginas para un concurso organizado por la revista japonesa Shonen Jump. 46 páginas son muchas, pero el salto a las 150 es una barbaridad”.
Más allá de escribir el guion, Kaise dibujó durante más de un año unas diez horas diarias, a veces catorce, “y me deterioré mucho, porque cuando terminaba ni siquiera me apetecía salir a correr un rato”.
De hecho el autor aragonés está reflexionado sobre cómo afrontará el próximo cómic. Porque tiene claro que quiere hacerlo, pero también que no está dispuesto a sufrir tanto. “Creo que tengo que aprender a disfrutar más del proceso. Soy perfeccionista y ponía mucha atención a los detalles, metía mucho gris, mucha luz... Creo que si simplificara un poco mi estilo para dibujar más rápido y no retocarlo tanto me lo pasaría mejor y a la larga el resultado merecería más la pena”.
Héctor Cisneros, como la gran mayoría de los autores, trabaja con tablet digital, y en su caso admite que es algo caótico porque no trabaja con un guion cerrado, sino que tiene escrito y preguion general y sobre él va improvisando. “A mi me ha funcionado... ¿volvería a trabajar así en otro cómic? Yo creo que sí, porque me he dado cuenta de que no soy buen guionista. En las primeras páginas escribía el guion definitivo y luego, al dibujarlo, me daba cuenta de que me faltaban viñetas, y las iba añadiendo conforme notaba que eran necesarias”.
A diferencia del cómic europeo y norteamericano, en el manga japonés no es tan habitual que las figuras del dibujante y el guionista estén separadas, sino que suelen ser la misma persona. Sin embargo también suele ocurrir que existe un sensei, un maestro, que trabaja asistido por una serie de ayudantes tanto en el guion como en el dibujo.
Para Kaise, en cualquier caso, un dibujante debe de estar acostumbrado a escribir “porque eso hace que tu mente sea más rica y puedas completar el guion escrito... un dibujante no solo es la mano que ejecuta lo que ha decidido el escritor, sino que también es un narrador que aporta cosas nuevas con elementos visuales”.
Un mes después del lanzamiento de Happy Egg Héctor Cisneros está intentando establecerse como profesional en el gremio, “voy puliéndome y al mismo tiempo realizando mis primeros encargos: portadas de discos, portadas de libros, algún diseño para juegos de mesa... cosas que me den rodaje y me permitan dedicarme a esto”.
El concurso de GP Ediciones es de los mejores dotados de España
Daniel Viñuales es fundador de GP Ediciones, junto a su compañera la utrillense Sara Perales, y desde hace tres años apuesta por el cómic japonés -sin abandonar el resto- con Impulso Manga, concurso destinado a autores aragoneses o afincados en Aragón de menos de 35 años. Es uno de los mejores dotados de su clase en toda España, con 3.000 euros y la publicación de la obra. Héctor Cisneros fue el primer ganador, con Happy Egg; Alba Velasco ha ganado la segunda y está realizando ahora mismo Llamada al vacío, y hasta el 1 de diciembre está abierto el plazo de presentación para candidatos a la tercera, cuyas bases pueden consultarse en la web de GP Ediciones.
“Esto ha sido lanzarnos un poco a la piscina”, asegura Viñuales, “pero es algo que teníamos que hacer, si queremos seguir apostando por el talento joven y seguir dando primeras oportunidades a los autores. Ahora mismo el manga tiene mucha fuerza y mucha demanda entre los autores y lectores jóvenes y teníamos que estar ahí”.
Y eso que Viñuales, un auténtico experto en cultura de cómic y novela gráfica, admite que como lector no era hasta ahora un gran aficionado. “No eran de mis lecturas favoritas, la verdad, porque soy un gran aficionado al cómic histórico y europeo. Pero también es cierto que a medida que vas viendo cosas descubres a unos pedazo de artistas muy importantes”.
Happy Egg, como el magna español moderno que se edita desde hace poco años, se publica en formato japonés. Es decir, no solo las páginas se pasan en sentido inverso a la lectura occidental -de manera que el manga empieza en lo que será la última página de un libro occidental-, sino que además la página y los bocadillos dentro de una viñeta se leen de derecha a izquierda. El zaragozano incluyó en las primeras páginas de Happy Egg un divertido tutorial para que quien no conozca esa particularidad lea la historia como es debido. “Es algo muy sencillo, y aunque no hayas leído nada así a la quinta página ya te has acostumbrado”.
Viñuales añade que esa particularidad en el formato no complica la edición física, ni en la impresión ni en la encuadernación.
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