Algunas viñetas del cómic de Roberto Morote sobre 'Camí de sirga'
Roberto Morote se destapa con la adaptación al cómic de ‘Camí de sirga’
La ópera prima del andorrano se publica simultáneamente en castellano, aragonés y catalán
Aunque con cierto retraso sobre los plazos que manejaba a primeros de año, el andorrano Roberto Morote se ha destapado como un excepcional autor de cómic con su ópera prima, la adaptación a la novela Camí de sirga de Jesus Moncada (Mequinenza, 1941-Barcelona, 2005), que se ha editado simultáneamente en castellano (GP Ediciones), aragonés (Gara d’Edizions) y catalán (Trilita).
Su obra traslada al lenguaje del cómic una de las novelas cumbre de la literatura contemporánea en catalán. Moncada fijó en la memoria la desaparición de la villa vieja de Mequinenza y de su pujanza industrial a finales de los 50, centro logístico de una importante cuenca minera con un intenso tráfico fluvial, al que hace referencia el título de la obra, que terminó sumergida por las aguas del pantano.
A Roberto Morote no se le reconoce durante la primera lectura del cómic por dos razones. La primera es obvia, ya que aunque el diseñador andorrano tiene ya numerosa obra publicada, Camino de sirga es su primer trabajo en el género del cómic y todavía no tiene un estilo acuñado. Pero la segunda razón tiene que ver con la concepción que tiene Morote del cómic y de la obra gráfica en general, y es que está convencida de que el trazo, el color y la estructura visual general no debe estar supeditada al autor, a sus círculos de confort o a sus tics artísticos, sino a la propia obra, que en cada caso tiene necesidades diferentes. “Me gusta empezar a trabajar desde cero en cada encargo, buscando referencias externas y pensando en primer lugar qué necesita cada obra, qué es lo que mejor va a encajar”.
En el caso de Camí de sirga, una novela que narra la decadencia de un pueblo y de su ancestral forma de vida, que sirve como metáfora de la historia de España en la primera mitad del siglo XX y que fue escrita para que su memoria quedara definitivamente fijada, requería unas características muy especiales que se plasman desde la primera viñeta hasta la última. El acabado final aparentemente burdo y crudo, las tintas, el blanco y negro y las texturas que usa Morote responden a que “es fácil imaginarse así las calles de la antigua Mequinenza. Con imperfecciones, humedades, las fachadas de piedra y ese ambiente descuidado. La acuarela me permitía recrear muy bien ese ambiente que traslada la novela, y también transmite la sensación de una realidad difusa, unos paisajes que se diluyen porque pertenecen al pasado”.
Camí de sirga es, además de un testimonio histórico bellísimo, una novela de personaje, en la que muchos de ellos desarrollan sus propias tramas y se construyen con una solidez tal que todo el conjunto narrativo cojearía en ausencia de muchos de los secundarios. Pero en una adaptación nunca cabe todo, en ese sentido el cómic es muy parecido al cine, y de hecho en Camino de Sirga Morote toma numerosos elementos cinematográficos con tal pericia que no es difícil imaginar la cámara en movimiento en muchas de sus viñetas, con juegos de planos-contraplanos, cambios de ritmo y hasta algún travelling que se adivina gracias a la interacción de los bocadillos de texto con algunas ilustraciones.
Ese ha sido quizá, el de seleccionar el abundante material que plasmó Moncada en su novela, el mayor problema al que se ha enfrentado Roberto Morote, que no solo se ha encargado de dibujar el cómic sino que también es autor de la adaptación y del guion. “Tuve que invertir como cinco meses en ese proceso de desarrollar la adaptación, y fue muy complejo decidir las escenas y los personajes con los que quedarme sin que se desvirtuara la esencia de la obra de Jesús Moncada”, explica el andorrano. “Para hacer el cómic te podías ir por mil caminos, y me centré en exprimir el jugo, la esencia de contar la historia a lo largo del siglo XX y de tratar que el lector consiguiera empatizar con los personajes, aunque esta es una obra coral en la que el auténtico protagonista es el pueblo. Y por último me quedé con muchos de los toques de humor y surrealistas de la novela, que me encantan, aunque desde luego cuando haces una adaptación tienes que sacrificar muchas cosas que te gustaría plasmar”.
Si se le pregunta a Roberto Morote si, en algún momento de los dos años que han transcurrido desde que Morote aceptó el encargo, se ha arrepentido de haber asumido la tarea titánica de escribir el guion adaptado además de dibujar y entintar, duda durante una milésima de segundo: “Solo por el tiempo que me ha llevado, porque la realidad es que ese proceso de escritura del guion es el que más disfruto. Cuando pienso en un cómic no pienso tanto en el dibujo como en la escritura, en lograr que la narrativa funcione. Una vez que tienes la historia escrita, dibujarla es como terminar de perfilarla”.
También es cierto que ese trabajo minucioso de documentación y adaptación le dejó menos tiempo del que hubiera deseado para dibujar el cómic. “Todavía veo algún fallo en el dibujo, alguna cosa que me hubiera gustado ver mejor acabada... que quizá para el lector medio puede que pase más
desapercibida pero para mí no”. Sin embargo Morote asume que uno de los gajes del oficio del creador es enfrentarse a su obra terminada para todo el mundo, pero inevitablemente mejorable, siempre hay algo mejorable, para uno mismo.
El feedback, no obstante, está siendo muy bueno. La crítica especializada ha acogido con júbilo la publicación y está valorando muy positivamente la primera incursión de Morote en el cómic -que no será la última, ni mucho menos-. “A mí me gusta que para mucha gente puede que el cómic sea un puente hacia la novela”, explica Morote. “Tengo un amigo de Andorra que tras leerlo me confesó que no conocía la historia de Mequinenza. Ahora ya la conoce, y puede que algún día lea el libro de Moncada. Eso es muy importante”.
Aunque ni mucho menos es parecida, la historia de Mequinenza tiene ciertos paralelismos con la de la Andorra natal de Roberto Morote, si bien eso no ha determinado en modo alguno la creación. “Como muchos andorranos, estoy concienciado de que durante los próximos años mucha gente se va a ir de Andorra, y no sabemos si podremos recuperar la industria”, reflexiona. “Pero la historia de Mequinenza es que desaparece por completo, literalmente, con la construcción del pantano. Jesús Moncada lo vio, era consciente de lo que sucedía y por eso pintó cuadros y escribió libros para guardar esa memoria y dejarla para la posteridad”.
En ese sentido Camino de sirga no ha sido una ópera prima cualquiera para Morote, sino que le ha permitido ver mejor que ninguna otra “la herramienta tan poderosa que es el cómic para hacer esas cosas. Para contar lo que está pasando en los pueblos desde un punto de vista humano, para explicar el drama al que se puede enfrentar un pueblo, en este caso Andorra, si no se gestiona bien la desaparición de su industria”.
Durante las próximas semanas Roberto Morote desconectará de un proyecto que le ha absorbido casi al 100% durante los dos últimos años. Durante este mes de agosto el cómic se presentará oficialmente en Mequinenza, y también girará junto a Daniel Viñuales, su editor en castellano, a lugares como Andorra, Zaragoza, Caspe, Huesca o Barbastro.
Su obra traslada al lenguaje del cómic una de las novelas cumbre de la literatura contemporánea en catalán. Moncada fijó en la memoria la desaparición de la villa vieja de Mequinenza y de su pujanza industrial a finales de los 50, centro logístico de una importante cuenca minera con un intenso tráfico fluvial, al que hace referencia el título de la obra, que terminó sumergida por las aguas del pantano.
A Roberto Morote no se le reconoce durante la primera lectura del cómic por dos razones. La primera es obvia, ya que aunque el diseñador andorrano tiene ya numerosa obra publicada, Camino de sirga es su primer trabajo en el género del cómic y todavía no tiene un estilo acuñado. Pero la segunda razón tiene que ver con la concepción que tiene Morote del cómic y de la obra gráfica en general, y es que está convencida de que el trazo, el color y la estructura visual general no debe estar supeditada al autor, a sus círculos de confort o a sus tics artísticos, sino a la propia obra, que en cada caso tiene necesidades diferentes. “Me gusta empezar a trabajar desde cero en cada encargo, buscando referencias externas y pensando en primer lugar qué necesita cada obra, qué es lo que mejor va a encajar”.
En el caso de Camí de sirga, una novela que narra la decadencia de un pueblo y de su ancestral forma de vida, que sirve como metáfora de la historia de España en la primera mitad del siglo XX y que fue escrita para que su memoria quedara definitivamente fijada, requería unas características muy especiales que se plasman desde la primera viñeta hasta la última. El acabado final aparentemente burdo y crudo, las tintas, el blanco y negro y las texturas que usa Morote responden a que “es fácil imaginarse así las calles de la antigua Mequinenza. Con imperfecciones, humedades, las fachadas de piedra y ese ambiente descuidado. La acuarela me permitía recrear muy bien ese ambiente que traslada la novela, y también transmite la sensación de una realidad difusa, unos paisajes que se diluyen porque pertenecen al pasado”.
Camí de sirga es, además de un testimonio histórico bellísimo, una novela de personaje, en la que muchos de ellos desarrollan sus propias tramas y se construyen con una solidez tal que todo el conjunto narrativo cojearía en ausencia de muchos de los secundarios. Pero en una adaptación nunca cabe todo, en ese sentido el cómic es muy parecido al cine, y de hecho en Camino de Sirga Morote toma numerosos elementos cinematográficos con tal pericia que no es difícil imaginar la cámara en movimiento en muchas de sus viñetas, con juegos de planos-contraplanos, cambios de ritmo y hasta algún travelling que se adivina gracias a la interacción de los bocadillos de texto con algunas ilustraciones.
Ese ha sido quizá, el de seleccionar el abundante material que plasmó Moncada en su novela, el mayor problema al que se ha enfrentado Roberto Morote, que no solo se ha encargado de dibujar el cómic sino que también es autor de la adaptación y del guion. “Tuve que invertir como cinco meses en ese proceso de desarrollar la adaptación, y fue muy complejo decidir las escenas y los personajes con los que quedarme sin que se desvirtuara la esencia de la obra de Jesús Moncada”, explica el andorrano. “Para hacer el cómic te podías ir por mil caminos, y me centré en exprimir el jugo, la esencia de contar la historia a lo largo del siglo XX y de tratar que el lector consiguiera empatizar con los personajes, aunque esta es una obra coral en la que el auténtico protagonista es el pueblo. Y por último me quedé con muchos de los toques de humor y surrealistas de la novela, que me encantan, aunque desde luego cuando haces una adaptación tienes que sacrificar muchas cosas que te gustaría plasmar”.
Si se le pregunta a Roberto Morote si, en algún momento de los dos años que han transcurrido desde que Morote aceptó el encargo, se ha arrepentido de haber asumido la tarea titánica de escribir el guion adaptado además de dibujar y entintar, duda durante una milésima de segundo: “Solo por el tiempo que me ha llevado, porque la realidad es que ese proceso de escritura del guion es el que más disfruto. Cuando pienso en un cómic no pienso tanto en el dibujo como en la escritura, en lograr que la narrativa funcione. Una vez que tienes la historia escrita, dibujarla es como terminar de perfilarla”.
También es cierto que ese trabajo minucioso de documentación y adaptación le dejó menos tiempo del que hubiera deseado para dibujar el cómic. “Todavía veo algún fallo en el dibujo, alguna cosa que me hubiera gustado ver mejor acabada... que quizá para el lector medio puede que pase más
desapercibida pero para mí no”. Sin embargo Morote asume que uno de los gajes del oficio del creador es enfrentarse a su obra terminada para todo el mundo, pero inevitablemente mejorable, siempre hay algo mejorable, para uno mismo.
Buena crítica
El feedback, no obstante, está siendo muy bueno. La crítica especializada ha acogido con júbilo la publicación y está valorando muy positivamente la primera incursión de Morote en el cómic -que no será la última, ni mucho menos-. “A mí me gusta que para mucha gente puede que el cómic sea un puente hacia la novela”, explica Morote. “Tengo un amigo de Andorra que tras leerlo me confesó que no conocía la historia de Mequinenza. Ahora ya la conoce, y puede que algún día lea el libro de Moncada. Eso es muy importante”.
Aunque ni mucho menos es parecida, la historia de Mequinenza tiene ciertos paralelismos con la de la Andorra natal de Roberto Morote, si bien eso no ha determinado en modo alguno la creación. “Como muchos andorranos, estoy concienciado de que durante los próximos años mucha gente se va a ir de Andorra, y no sabemos si podremos recuperar la industria”, reflexiona. “Pero la historia de Mequinenza es que desaparece por completo, literalmente, con la construcción del pantano. Jesús Moncada lo vio, era consciente de lo que sucedía y por eso pintó cuadros y escribió libros para guardar esa memoria y dejarla para la posteridad”.
En ese sentido Camino de sirga no ha sido una ópera prima cualquiera para Morote, sino que le ha permitido ver mejor que ninguna otra “la herramienta tan poderosa que es el cómic para hacer esas cosas. Para contar lo que está pasando en los pueblos desde un punto de vista humano, para explicar el drama al que se puede enfrentar un pueblo, en este caso Andorra, si no se gestiona bien la desaparición de su industria”.
Durante las próximas semanas Roberto Morote desconectará de un proyecto que le ha absorbido casi al 100% durante los dos últimos años. Durante este mes de agosto el cómic se presentará oficialmente en Mequinenza, y también girará junto a Daniel Viñuales, su editor en castellano, a lugares como Andorra, Zaragoza, Caspe, Huesca o Barbastro.
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