Hablando de límites… me fui al diccionario a buscar exactamente el significado de esta palabra. La definición me parece difusa, poco precisa. Qué paradoja, teniendo en cuenta que el sustantivo marca un punto exacto que no se puede traspasar: “la condición de extremo (de fuerza física o de tiempo, por ejemplo), que no es posible sobrepasar”. Quizás me parezca contradictoria porque hasta ahora se nos ha hecho creer que existe un mismo límite para todos, cuando no hay nada más falso: esa línea que no se puede cruzar es tan subjetiva como seres humanos habitamos la Tierra. Depende de las circunstancias que rodean a una persona, la presión que ejercen sobre ella y su capacidad para flotar por más que arrecie la tormenta. Pero ojo, que hasta Michael Phelps puede llegar a ahogarse por falta de fuerzas para seguir nadando (Spoiler: Nadie, excepto quienes de verdad te quieren, te lanzarán un flotador, e incluso entre quienes lo hagan, muy pocos te entenderán) Hace solo unos días una concursante de Masterchef dejó el programa porque dijo que no estaba bien, se sentía frustrada. Argumentó que anteponía su bienestar a la decepción que pudiera causar al jurado y a sus compañeros. La reacción que prevaleció entre quienes hablaron fue la indignación: “había quitado el puesto a otros aspirantes” “solo pensaba en ella misma” “le daba igual lo que opinaran los demás”. Si estaba guionizada (en los programas de televisión de máxima audiencia, nada es espontáneo) o fue sincera, como ejemplo me sirve exactamente igual. Se nos llena la boca hablando de la importancia de la salud mental, mientras fustigamos sin piedad a empleados, compañeros e incluso jefes, y juzgamos como débiles y cobardes a quienes se atreven a decir en alto que no pueden o no quieren poder con todo. No estoy juzgando desde el buenismo la estrategia política de Pedro Sánchez, si es eso lo que están pensando, estoy reivindicando el verdadero sentido de la palabra LÍMITE y el derecho de que todos y no solo unos pocos poderosos, podamos invocarlo.