Mezquita de Jarque vuelve a estremecerse con la música de calle del festival Tamborile
Miles de personas disfrutan de los espectáculos en la primera edición de más de una jornadaTambores, metales, teclados y casi cualquier cosa con la que se pueda hacer música hicieron temblar ayer sábado Mezquita de Jarque con la jornada principal del festival de música de calle Tamborile en la que se reunieron cerca de 3.000 personas que no pararon de cantar y bailar en una simbiosis única en todo el territorio aragonés.
En medio de un tsunami amarillo, compuesto por las camisetas conmemorativas de esta edición del festival, músicos y visitantes se entremezclaron desde primera hora de la mañana bailando sin parar al son de los instrumentos de cada uno de los 14 grupos que, desde la tarde del viernes, hicieron vibrar las calles del municipio.
Los aficionados hicieron que las previsiones de la organización del Tamborile se quedaran pequeñas y al filo del medio día prácticamente se habían agotado los 600 tiquets de comida mientras la cola para comprar camisetas del festival parecía no menguar nunca.
Y si por la mañana la actividad fue intensa, por la tarde se multiplicó. Las calles de Mezquita se convirtieron en pistas de baile improvisadas donde la gente compartía sonrisas y cervezas. Tando, que la organización desdobló la actividad para poder satisfacer a todos los visitantes. “A las 16:00 empezó la PAI (Promotora de Acción Infantil, de Zaragoza) en el parque a la vez que empezaron a sucederse todas las actuaciones. Pero además, hubo actuaciones desdobladas por Wombo y la Flor de Romero y el Chinchinero”, explicó Jorge Andrés, presidente de la Asociación Cultural Tamborile, organizadora del evento.
La música empezó a asonar el viernes, con las actuaciones de los Mejillones Tigre y la Fundación Francisco Frankenstein.
El sábado, el festival recuperó su orden habitual con actividades que comenzaron al punto de la mañana con un intenso programa que se extenderá hasta la madrugada del domingo. A nivel artístico, el sábado arrancó con la percusión de los zaragozanos Batucada Goza Batuque. Después fue el turno de los chilenos Bombo Diablo y La Flor de Romero, los conquenses Pavana Dingo y la primera actuación del chinchinero Luis Aravena.
La sobremesa se animó con el segundo pase de Bombo Diablo y La Flor de Romero y de la batucada Batuque, que dieron paso a Tenampa, de México, y a los asturianos Femfarria Asturies Combo. Después sonaron La Dinamo, de Girona, los franceses Wombo Rebellion y Orkresta Txaranga Elektrikoa, de País Vasco. Tenampa. La Selva Sur, Femfarria, Outrage y Orkresta fueron los encargados de animar la sesión más golfa. Además, se estableció una zona de juegos y animación infantil en el parque.
La edición más larga
Pero la música y la fiesta habían empezado ya el viernes. Por primera vez en la historia de este certamen, la programación se prolongó durante más de un día. “Estuvo bastante bien, tuvo muy buena acogida. La plaza estaba llena y se dieron un montón de cenas”, reconoció Jorge Andrés, que no dudó en afirmar que la experiencia de comenzar la actividad el viernes ha venido para quedarse.
Aunque el peso de la organización del Tamborile recae sobre los hombros de los miembros de la organización, buena parte de los vecinos se animan a arrimar el hombro para que todo salga rodado. Rubén Villarroya es vecino de Mezquita y reconocía ayer que llevan “ todo el año, en cuanto termina un Tamborile, ya deseamos que llegue el siguiente año para empezar la siguiente edición”. Y es que los voluntarios son conscientes de que “acude mucha gente, lo que queremos es disfrutar y que el pueblo reviva”. “Aquí la gente del pueblo, todo el mundo intenta echar una mano. Es un festival que sale porque todo el mundo colabora desinteresadamente. Si no, no sería imposible realizarlo”, añadió.
Villarroya reconoció que el festival ha evolucionado en sus 14 ediciones. “Como todos festivales, empiezan poco a poco y esto cada año va más, va más y la gente, la verdad que viene, está muy a gusto, muy en plan familiar”, explicó.
Furgonetas y autocaravanas
Alrededor del espacio reservado por la organización para la celebración del festival se multiplicaban ayer las furgonetas camper y las autocaravanas. Ante la tímida oferta de alojamiento del municipio cada vez son más los aficionados que se llevan la casa a cuestas para poder disfrutar del espectáculo sin restricciones.
Así lo hizo Antonio Lorén, de Zaragoza, que viajó ayer por la mañana hasta el Tamborile. “Solemos venir siempre con la furgoneta”dijo, y confirmó que “venimos mucha gente con furgonetas”. Lorén y su pareja son habituales de esta cita a la que llevan acudiendo desde hace varios años. “Lo más importante es que sigue teniendo la misma esencia de todos los años” dijo el zaragozano, enamorado de un festival que no defrauda porque “siempre más o menos es igual y la música que viene, que viene música de muchas partes. Es un festival muy familiar, que a mí me gusta eso, que es muy familiar y nos solemos juntar mucha gente todos los años aquí”, explicó.
De hecho, buena parte de los visitantes que llegaron hasta Mezquita con sus casas a cuestas eran familias que, en ocasiones, establecían turnos para atender a los muchachos y disfrutar de la fiesta.
Desde primera hora las barras abiertas por la organización y el ber no pararon de trabajar. Alrededor de los grifos de cerveza se arremolinaban los clientes tratando de sofocar el calor con el que amenazó tímidamente el sol, apenas cubierto por alguna nube de forma ocasional.
Ana Martín, responsable del bar, reconocía que vivir la fiesta desde dentro de la barra “es muy agobiante” por el volumen de trabajo que se concentra en tan poco tiempo. Además de la barra en la que atiende a sus parroquianos durante el resto del año, Martín habilitó unos metros más de superficie para poder atender a la avalancha de gente que como en andanadas se arremolinaba en su establecimiento. “Es muy chulo, sí, pero también muy agobiante”, dijo para reconocer, a continuación, que el Tamborile supone una auténtica inyección económica.
El Tamborile es un evento único a nivel aragonés y uno de los tres festivales dedicados íntegramente a la música de calle que se organizan a nivel estatal.
El chinchinero chileno Luis Aravena desata pasiones en Mezquita con su espectáculo
Su participación en Tamborile fue una de las actuaciones más atractivas del programa. El chileno Luis Aravena es miembro de una familia de chinchineros que ha dado el salto hasta Europa para compartir su arte, su ritmo y su simpatía con los aficionados de Mezquita.
Aravena se define como “chinchinero de tradición” porque ha aprendido este oficio desde pequeño, en el seno de una familia de chinchineros. “Somos una familia que viene desde mi abuelo, mis padres, así como de generaciones generadas (...) A la edad de dos años mis hermanos mayores me pusieron como un chinchín pequeñito, una cajita y ahí empecé yo. Y jamás dejé de tocar el instrumento”, explicó ayer antes de salir a actuar cargado con sus bártulos. Una pequeña orquesta de percusión a sus espaldas compuesta por “el bombo se llama chinchín, que es el instrumento que es los dos tambores, un parche a cada lado y unos dos platillos arriba” que hace sonar con las manos y los pies.
Susana San José: “Llama mucho la atención porque hay mucho corazón”
Con un extenso surtido de pendientes, colgantes y accesorios, la artesana turolense Susana San José debutó este fin de semana con una parada comercial en el festival Tamborile. Aunque habitualmente su canal comercial es Internet bajo su propia marca Amor Propio, San José apostó por probar esta nueva faceta.
“Como puesto es en mi primer año”, dijo la creadora que, soin embargo, reconoció que al festival había venido en muchas ocasiones. Y ese conocimiento de la cita musical le animó a probar.
San José reconoció que los resultados del puesto estaban siendo buenos. “Llama mucho la atención porque hay mucho corazón, mucho efecto espejo, pues son pendientes con mucho colorido y bueno, y eso llama la atención”, explicó.
Junto a ella, otras 13 paradas más componían la oferta de artesanía de esta edición del festival Tamborile, todos ubicados en el corredor de entrada a los escenarios, junto a la zona de juegos infantiles.
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