El equipo Tebyl de la Guardia Civil localiza un artefacto explosivo de la guerra cada tres días en Teruel
Los agentes del cuerpo realizan su enésima salida por un aviso de una bomba en el Muletón“Era un puesto de avanzada en el flanco derecho de los MacPap (batallón canadiense Mackenzie-Papineau). La ocupamos con treinta hombres y cuatro ametralladoras. Los fascistas nos hicieron añicos con artillería pesada y, entre bombardeos, enviaban oleadas de infantería al ataque… Tras dos días de bombardeos continuos tuvo que llegar el final”, escribió el capitán estadounidense Lionel Edwards, tras la defensa de varios días de una de las posiciones avanzadas en las inmediaciones del Muletón, una meseta que domina desde sus más de 1.100 metros de cota tanto el norte de la ciudad de Teruel como el valle del Alfambra y la vega de Concud, y del que la tradición oral asegura que la presión artillera sobre esa posición fue de tal magnitud que la meseta perdió tras el asedio más de un metro de altura.
Esta semana, a finales de enero de 2025, cuando se cumplen 88 años de la cruenta batalla tras la que las tropas golpistas conquistaron esa posición defendida por las Brigadas Internacionales, el equipo de Técnicos Especialistas en la Búsqueda y Localización de Explosivos (Tebyl) de la Guardia Civil en Teruel volvió a visitar las faldas del Muletón tras recibir el aviso de un turolense que había encontrado clavada en el suelo lo que identificó como la cola de un proyectil.
Tras recibir el aviso, el equipo Tebyl de la Comandancia de la Guardia Civil en Teruel acudió al lugar del hallazgo acompañado de la persona que había encontrado los restos del proyectil.
“Lo primero que hacemos es catalogar la incidencia y vemos si tiene visos de ser real o no”, explicó el jefe del equipo de búsqueda y localización de explosivos en Teruel, Andrés Franco.
En este caso, el hallazgo ofreció dudas al equipo de explosivos de la Guardia Civil porque en las fotos que había tomado el ciudadano no se apreciaba bien si el artefacto estaba entero o si ya había detonado. Las imágenes mostraban parte de la cola estabilizadora de una bomba de aviación, enterrada con los alerones apuntando al cielo, clavada casi a 90 grados en el suelo arcilloso de una de las laderas del monte con sus alas casi intactas.
Dentro del análisis que llevan a cabos los miembros del Tebyl está la valoración de riesgos, en la que estudian el lugar en el que se haya encontrado, por si se trata de una zona muy transitada y si existe peligro para el resto de ciudadanos.
Los agentes del cuerpo armado hicieron hincapié en la conveniencia de poder aportar las coordenadas del lugar en el que se encuentre el explosivo para su localización mediante dispositivos electrónicos. “Si no, le pedimos a la persona que lo ha encontrado que nos acompañe”, explicó Franco, que reconoció que “ya son dos molestias”, en referencia a la notificación del hallazgo a la Comandancia y a tener que guiar a la patrulla hasta el lugar. “Entendemos que, al final, es un bien común para todos porque quitamos un trasto peligroso”, concluyó.
Franco insistió en la necesidad de avisar a las autoridades en caso de encontrar algunos de estos dispositivos. “La actuación correcta es la de la que ha hecho esta persona que nos ha llamado, que ha sido ver algo que le ha despertado sospechas, lo ha localizado y ha avisado a la Guardia Civil. Y luego, encima, ha mostrado la disponibilidad de acompañarnos”, apuntó.
La provincia de Teruel fue el escenario de una cruenta batalla en la que los dos bandos, gubernamental y golpista, pelearon cada metro del territorio. Y aunque después de la contienda la situación de miseria obligó a muchos turolenses a recorrer los escenarios de las batallas en busca de chatarra para poder sobrevivir, casi 90 años después siguen apareciendo restos de proyectiles, metralla y munición de todo tipo. Su afloramiento se produce en lugares cada vez más distantes. “Generalmente estos cacharros suelen salir alejados de caminos”, confirmó el guardia civil José Luis Jiménez.
En algunas ocasiones, como en este caso, incluso el volver a llegar al lugar en el que se había producido el hallazgo puede ser complicado. En esta ocasión, a pesar de estar marcado el lugar con un hito de piedras, su localización no fue fácil. Pero después de peinar una zona de unos 50 metros cuadrados en los que se sabía que estaba la cola del proyectil, uno de los guardias civiles localizó el lugar.
Los miembros del Tebyl lo tuvieron claro desde el primer momento al ver las fotografías que remitió el ciudadano: se trataba de una legionaria, una bomba de aviación italiana de 10 kilos que se lanzaba desde varios miles de metros de altura sobre el objetivo. Las primeras impresiones parecían corroborar lo que apuntaban las fotos y la posición vertical de la parte trasera de la bomba, hundida en la tierra arcillosa, hizo pensar a los expertos que, en efecto, debajo de la cola estaría el resto de la bomba.
Armados con sus picos, los dos agentes procedieron a retirar con cuidado la tierra alrededor de los restos. “Parece que está entera”, dijo uno de ellos. Pero no, tras excavar unos pocos centímetros más, Franco levantó la cola con una mano. Solo la cola. Los expertos excavaron un poco más, para asegurarse de que en el lugar no estaba el proyectil sin encontrar más restos. “Yo estaba convencido de que estaba entera, de que estaba ahí, que se había clavado en vertical y que solamente asomaba la cola. Pero luego, en cuanto hemos quitado un poco de tierra alrededor, pues ya ha salido. En su día, la explosión la mandó despedida y dio la casualidad de que cayó así o que con el tiempo se había colocado en esa posición y que se había enterrado con los sedimentos. Pero sí que daba la sensación de que estaba clavada en la tierra”, razonó Franco.
50 metros de radio de muerte
En cualquier caso, los agentes sí confirmaron sus sospechas de que se trataba de la cola estabilizadora de una bomba de aviación italiana, una legionaria, como se denominaba durante la contienda en el bando republicano a toda la munición italiana. “Una bomba legionaria es una italiana, y sabemos cómo son y cómo funcionan. En una bomba cuya finalidad es romper y matar soldados. Estas suelen ser más antipersonas”, continuó José Luis Franco.
La legionaria a la que correspondían los restos hallados en el Muletón era una bomba prefragmentada, que llevaba en su interior un hilo de alambre de cuadradillo enrollado que al explotar se rompía en mil pedazos para provocar múltiples heridas a los soldados contrarios e incluso su muerte. “Se explosiona en el suelo y expande un montón de metralla y, aparte del propio efecto de la explosión que es mucho, este tipo concreto lo que buscan es pues para lo mejor un radio de muerte, estamos hablando 50 o 60 metros”, explicó el encargado del equipo Tebyl.
En enero de 1938, las brigadas internacionales soportaron una tormenta de fuego artillero de miles de toneladas de bombas disparadas desde 400 bocas de fuego ubicadas entre el Cerro Gordo y las Celadas, así como de las incesantes descargas de bombas de la aviación del bando sublevado y sus aliados internacionales en la operación del mando franquista por dominar los altos del Muletón y la Muela en la pugna por la ciudad de Teruel.
Una bomba cada tres días
El equipo Tebyl de Teruel localiza una bomba cada tres días. Y en esta estadística no se contabilizan las falsas alarmas cono la que localizaron la semana pasada en las faldas del Muletón.
Así, no es de extrañar que el equipo dea uno de los que más salidas realiza de toda España.
El ritmo de avisos se multiplica entre los meses de mayo a octubre, “cuando más gente hay en el monte”, dijo Franco, refiriéndose al periodo con mejores temperaturas, “los meses de verano, meses sobre todo cuando hay recolección de setas y cuando la gente empieza a salir a andar. Cuando hay mal tiempo, frío, agua, nieve en el monte, la gente sale menos”.
Los técnicos del cuerpo armado insistieron en la recomendación de avisar a la Comandancia si se encuentra un artefacto explosivo, señalando el lugar y georeferenciándolo si es posible. Además, se insistió en que aquellas personas que tengan en sus casas o graneros proyectiles o bombas deben notificarlo ala Guardia Civil, a lo que el agente José Luis Jiménez recordó que “no se sanciona”.
Miscelanea
Pero la actividad del equipo Tebyl no se limita a la localización de artefactos notificados por los ciudadanos. Estos agentes también realizan labores preventivas, como las inspecciones de las fajas de terreno en la que se vayan a llevar a cabo labores forestales y en la que haya indicios de actividad militar durante la contienda. Los agentes rastrean esas superficies de varios kilómetros cuadrados armados con detectores de metales para tratar de localizar posibles explosivos perdidos. “No se puede dar una garantía del 100% pero ponemos todo nuestro empeño en allí no haya nada que pueda ocasionar daños”, espetó el responsable del cuerpo.
También tuvieron trabajo durante los incendios de Corbalán, el pasado verano, y el de Olba y San Agustín, en 2023. Entonces, tuvieron que acudir acompañados de los vecinos de la zona a los lugares en los que los locales sabían que podía haber munición para evitar que ésta pudiera estallar mientras los efectivos contra incendios luchaban contra el fuego. “Solo les faltaba eso”, arengó José Luis Franco, que explicó que su trabajo consistía en “antes de que llegase el fuego teníamos que meternos delante del frente”.
Sin embargo, una vez que las llamas llegan a donde haya algún proyectil, ya no se puede hacer nada y estalla.
Alberto Villalba
La explosión de una granada italiana que en septiembre de 2013 provocó importantes lesiones al joven turolense Alberto Villalba, que le provocaron la amputación de las dos manos y la pérdida de la visión en ambos ojos supuso un antes y un después en la conciencia de los turolenses sobre el umbral de peligro que supone la manipulación de artefactos explosivos de la Guerra Civil.
De la misma manera, también la Guardia Civil modificó después del accidente sus protocolos para dar más visibilidad a su trabajo y concienciar de ese riesgo.
“Antiguamente la gente te avisaba (del hallazgo de bombas) pero en un número mucho menor. Pero a raíz del accidente de Alberto Villalba la gente empezó a avisar cuando encontraba algo que le parecía una bomba”, dijo el jefe del equipo de búsqueda y localización de explosivos en Teruel, Andrés Franco.
Las heridas sufridas por Villalba hicieron que los turolenses tomaran conciencia del potencial peligro que encierran estos elementos. “Esa misma tarde ya vino gente a la Comandancia a traer artefactos que tenía en casa”, recordó el responsable del equipo Tebyl en Teruel.
Si el caso de Alberto Villalba provocó un cambio en la conciencia social, también hizo que la política de comunicación de la Guardia Civil se abriese. Si hasta entonces se había apostado por no dar difusión a estos hallazgos para no despertar la curiosidad de la gente, el accidente hizo ver que, precisamente, la información podía ser un factor de protección para los turolenses. A partir de ese momento, el cuerpo armado comenzó a participar en demostraciones y exhibiciones de la Guardia Civil en colegios y en ferias para darle a conocer a la gente cómo son este tipo de artefactos “para que nunca vuelva a pasar”, dijo Franco, que recordó que poco después del accidente de Alberto Villalba, un joven pastor en Sarrión perdió los dedos de una mano por la explosión de una granada italiana igual que la que estalló junto al turolense.
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