Del gótico al clasicismo, las masías fortificadas del Maestrazgo plasman el arte de su tiempo en pleno campo
La mayor parte de las torres tenían un uso residencial y demostraban el prestigio social de sus propietarios por encima de la función defensivaLa Comarca del Maestrazgo presenta 'De Tronchón', un innovador proyecto de turismo etnológico
Las masías fortificadas de la provincia de Teruel: entre la incomprensión, el mito y el olvido
Desde ventanas con parteluz típicas del gótico hasta las estructuras más representativos del renacimiento o el clasicismo, las masías fortificadas del Maestrazgo muestran todo un elenco de estilos artísticos que responden al momento en el que se construyeron o se reformaron, copiando elementos, como vanos, escudos o estructuras ya empleadas en palacios del entorno.
El arco trilobulado apuntado tallado con gran maestría en una única pieza de piedra de Torre Camañes, en Cantavieja, remite al gótico mediterráneo, mientras que la composición simétrica de la Fuente del Salz o La Capellanía, en Castellote, con una puerta flanqueada por aspilleras y coronada por escudo es una composición renacentista característica de la arquitectura palaciega del entorno en el siglo XVI. La Torre del Monte Santo, en Villarluengo, es otro ejemplo de estilo renacentista y su arco de medio punto y su ventana con alfeizar moldurado, “muestran un lenguaje muy elaborado, con piedra bien trabajada que denota categoría a la hora de ser construida", explica la arquitecta Beatriz Martín, que ha analizado casi una treintena de masías fortificadas en su tesis doctoral sobre el tema.
En la investigación se han catalogado 28 masías con torre de un total de 60 localizadas en publicaciones, inventarios o a través de conversaciones con la comarca. Es posible que en su origen hubiera más masías con elementos defensivos, algunas desaparecidas y otras que podrían estar camufladas por otros elementos que las hayan envuelto. Por eso, Martín plantea que queda por realizar un estudio en profundidad de todas las que tienen algún indicio.
Precisamente son esos elementos arquitectónicos los que ayudan a fechar estos edificios de los que apenas hay documentación escrita sobre estas construcciones. En este sentido, la especialista detalla que uno de los pocos que se conservan es un contrato de compraventa del siglo XV de Casa Xisca, de Villarluengo.
A este análisis arquitectónico en función de sus aspectos constructivos y formales o artísticos dedica un capítulo de su tesis. En él, lo que hace es buscar elementos similares de la arquitectura del entorno, y detalla que "hay elementos del lenguaje artísticos que son comparables con puertas, ventanas o escudos de palacios cercanos, aunque es difícil dar datos cronológicos fiables", apunta.
El estudio parte de la base de que no hay demasiados análisis de los mases fortificados, ni en el ámbito turolense ni en otras zonas de implantación. Por eso, Beatriz Martín se centró en su análisis arquitectónico y seleccionó 14 de esas 28 para realizar una visita y dibujar plantas, secciones y hacer un levantamiento arquitectónico completo, aunque sólo pudo acceder a once porque se trata de propiedades privadas. Todo ese trabajo será fundamental si se realiza algún tipo de rehabilitación en esas construcciones.
Vigía y mucho más
La finalidad de estos edificios varía y su arquitectura denota que estuvieron destinados a distintas funciones. Su origen y motivaciones son diferentes, aunque la mayoría de los espacios responden a la tipología de casa fuerte, con un uso residencial y representativo, es decir, con un componente de prestigio combinado con ciertos elementos que le permiten defenderse a nivel de territorio.
La masía sería la unidad residencial principal y tiene terrenos asociados entre los que hay fincas de cultivo, pastos y aprovechamientos forestales, todos ellos visibles desde el torreón de la masía. "Por su altura podía servir para vigilar, aunque su principal uso sería residencial y de prestigio", destaca la autora de la tesis.
Otras de ellas eran torres palomar, también con un componente de prestigio. Por otra parte, concreta que todas ellas están bien posicionadas respecto a las vías principales de comunicación de tránsito de personas y de ganado. Esto se observa en la Torre de la Fuente del Salz, situada en un importante cruce de caminos históricos cerca de Castellote.
La fortificación más grande que hay en el Maestrazgo es la Torre Gorgue, en Villarluengo, que, con sus 9,4 metros de lado, mide 86,5 metros cuadrados y es prácticamente cuadrada. Le sigue en tamaño Torre Sancho, también en Villarluengo, de 74,5 metros cuadrados en planta (10,8 por 6,9 metros).
Pese al interés arquitectónico de muchos de estos espacios, la realidad es que la mayoría de ellos han caído en el desuso, lo que aún puede repercutir de forma negativa en su conservación. Sí hay alguno que se emplea, como la Torre del Montesanto, en Villarluengo, que se ha reconvertido en hotel; Casa Ayora, que sigue habitada o la Torre de Santa Ana, que hasta hace muy poco se empleaba para reuniones familiares y romerías, porque cuenta con una ermita adosada, y es un claro ejemplo de composición clasicista en su portada.
El coste y la propiedad complican la restauración
El estado de conservación es muy variado, comenta Martín, quien destaca que las más interesantes a nivel arquitectónico están muy bien construidas puesto que sus muros de piedra son de mucha calidad e incluso los forjados de madera están perfectamente conservados. A nivel estructural están bastante bien, nada indica que corran riesgo, aunque hay cuatro que tienen grietas de relevancia y habría que hacer alguna actuación de urgencia, según precisa Beatriz Martín, autora de la tesis Las masías fortificadas del Maestrazgo. Patrimonio arquitectónico de Teruel.
Las que no tienen tanta calidad constructiva están en peor estado puesto que la mayoría de todas ellas hace mucho tiempo que están en desuso y eso repercute en el deterioro de los interiores. Además, la especialista concreta que las que sí se emplean lo hacen principalmente con un uso agrario, ya que están arrendadas para el pasto de ovejas o vacas y la planta baja en ocasiones se emplea para resguardar a los animales, lo que también contribuye en la degradación del revestimiento de los interiores.
En cuanto a lo que habría que hacer para mantenerlas, la arquitecta especifica que el principal problema es que son edificios de propiedad privada y con un mantenimiento costoso. El foco de atención, expone, se debe de poner en las cubiertas, "porque en cuanto empieza a entrar agua se deteriora toda la edificación", recalca. Para incentivar que se realicen trabajos de cara a su preservación, Beatriz Martín comenta que sería interesante habilitar alguna línea de ayuda o incluso hacer un esfuerzo por parte de las administraciones en recuperar e impulsar las "más interesantes a nivel arquitectónico". Un posible uso para una de ellas sería su reconversión en un centro de interpretación de las masías, de cara a preservar su memoria y usos en el tiempo, detalla la especialista en este tipo de edificaciones.
Otro aspecto importante es que los propietarios conozcan las buenas prácticas a nivel de consolidación y mantenimiento que se puede hacer en las torres, y las jornadas técnicas que se hicieron recientemente en el Maestrazgo ayudan al respecto.
Es de vital importancia mantener las estructuras originales y evitar el uso de materiales que empeoren su situación y que son habituales en la construcción actual, como el hormigón o el cemento: "Resultan muy agresivo para los morteros de cal y la piedra", concreta la especialista.
Otros aspectos a tener en cuenta son la conservación de los pavimentos y los revestimientos originales, así como la no eliminación de ventanas o aspilleras, "para que las inversiones que se hagan no vayan en contra del valor patrimonial del bien", señaló. Para Beatriz Martín, sería interesante que las ayudas públicas premiaran las buenas intervenciones, es decir, aquellas que conservan ese valor patrimonial.
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