Los huesos encontrados en la ladera del castillo. Albalate Turístico
Hallan huesos bajo el castillo de Albalate con posible origen en la peste de 1648
La fortaleza sirvió de hospital en el siglo XVII y solo subían capuchinos y cirujanos
“Había una pobre mujer moza, cuya corrupción y hedor eran tales que todos afirmaban que era imposible acercarse a ella. El médico no la podía resistir al visitarla, sino teniendo muy cerradas las narices; el cirujano, cerrándolas, se desmayó”. Esta, que bien podría ser estos días la escena de una putrefacta performance de Halloween, es la descripción de la terrible peste de 1648 que hace Vicente Bardaviu Ponz en el libro Historia de la antiquísima villa de Albalate del Arzobispo (1914). En el siglo XVII, el castillo arzobispal fue utilizado como hospital terminal y cementerio asistido por los frailes Capuchinos. En el entorno de la fortaleza fueron inhumados al menos 41 albalatinos y se cree que en los últimos días han aparecido algunos de sus restos en la ladera del recinto patrimonial.
Las visitas guiadas a la capital cultural del Bajo Martín tendrán un nuevo aliciente este 1 de noviembre, día de Todos los Santos, tras el descubrimiento de parte de lo que el historiador local y guía turístico Alfredo Martínez Tirao considera que puede ser la fosa común de aquel episodio, “de Halloween de verdad”, en el que cirujanos –cuyas identidades se desconocen– y frailes como Francisco de Miedes y Lucas de Borja murieron junto a los apestados a los que “curaban y limpiaban las heridas, llagas y enterraban sus cadáveres en descomposición”, relata el investigador.
Días atrás, de manera fortuita y durante una de tantas sesiones fotográficas alrededor del imponente castillo para su promoción turística, al levantar unas tejas aparecieron en el terraplén que va desde la meseta del castillo hasta la calle Subida del Castillo restos óseos que se corresponderían con dos personas, al menos dos tibias y varias costillas, posiblemente aflorados por “las últimas lluvias que han movido la tierra”, indicó el guía.
A falta de una exhumación y una campaña arqueológica que verifiquen los datos con rigor, “encaja que los huesos que han aparecido allí sean los de los muertos por la peste; tenemos documentado que se enterraron a 41 albalatinos y tiene pinta de que el enterramiento se hizo deprisa, con un poco de cal sobre sus cuerpos y sin mucho boato”, subrayó Martínez Tirao. Los restos hallados coinciden con este modo de proceder.
“Un poco más arriba se hizo la plaza de toros –el año pasado se celebró su siglo de historia– y al excavar y mover tierra puede que saliesen algunos restos y los dejasen abandonados. Es una zona muy vivida”, elucubró el historiador, quien insistió en que se investigue de forma cuidadosa porque el grueso de los huesos estarían en un sitio un tanto inaccesible y “algo peliagudo”. Digamos que “están debajo de la pista de baile” de las fiestas locales. ¿Quién no ha tarareado alguna vez la canción de Siniestro Total 'Y bailaré sobre tu tumba'?
La historia de Albalate, documentada a principios de siglo XX por Bardaviu Ponz y de forma más contemporánea por José Manuel Pina Piquer, explica bien el episodio. El primero detalla en su libro que la peste llegó en julio de 1648, acarreada por “un hombre de Valencia” que llegó “con su mujer e hijos”. Fueron recibidos en una casa donde todos los que allí vivían acabaron enfermando y muriendo. “Apenas quedó nadie en aquel barrio, extendiéndose después al resto de la población”.
Primero, los religiosos asistían a los enfermos en sus casas, “ayudándoles a bien morir”. Pasado mes y medio, lo que se tardó en tener “noticia perfecta de la malignidad del contagio”, los frailes empezaron a acercarse con más respeto a los apestados.
”Fray Diego de Zaragoza y Fray Ambrosio de Huesca fueron a ayudar a bien morir al cirujano, y fue tal su descomposición y hediondez, una vez muerto, que no hubo quien se acercase a casa; pero ellos, sin otra solemnidad que cargárselo al hombro, lo llevaron a la sepultura”, relata Bardaviu Ponz.
La situación se agravó y se tomó la determinación de aislar a los enfermos en el castillo, con cuatro religiosos dentro incomunicados del resto del pueblo. Hasta allí se subieron los santos óleos para administrar la extrema unción. “El que primero subió y primero murió –estuvo en la fortaleza 15 días, 5 de ellos enfermo– fue el padre Fray Francisco de Miedes”, que “desde el púlpito se había ofrecido para ser el primero en encargarse de los pobrecitos enfermos”, cuidando de que “todos acudieran a sus ministerios con puntualidad, para que todos viviesen y muriesen con grande edificación”.
El segundo en morir fue Lucas de Borja. “En más de una ocasión, en arrebatado entusiasmo de fervor, abrazábase con los enfermos, los colocaba en el servicio y los volvía a las camas”. Lo mismo hizo con la “pobre mujer moza” referida, a quien “servía en todos sus menesteres nuestro padre, y por estar tan extenuada y la cámara muy penosa, muchísimas veces la levantaba”, contagiándose inevitablemente.
Martínez Tirao, que en las visitas guiadas (se pueden reservar en el teléfono 600 247 281) ha dicho hasta ahora que han aparecido restos óseos en la parte noreste del castillo, es decir, junto a la bodega, tiene un nuevo aliciente para dar salsa a sus explicaciones, en las que suele relatar la leyenda del fantasma del castillo, así como episodios heroicos de y batallas como la guarnición de liberales asediados por las tropas de Cabrera o el caballero del siglo XIV enterrado con espada y espuelas “que probablemente muriese de peste en el siglo XIV”.
El castillo de Albalate ha servido como residencia arzobispal desde el siglo XIII al XIX, como hospital para enfermos de peste en el XVII, como concurrido cuartel en tres guerras (la de secesión, la de independencia, y la primera carlista), se ha visto abocado a la ruina y expolio hasta principios del siglo XX, ha albergado depósitos de agua de 1913 a 1966, fue cárcel en la república y la guerra civil, salón de actos durante la dictadura y, hoy en día, es Monumento Nacional y museo, con un plan director para su remodelación en marcha.
Las visitas guiadas a la capital cultural del Bajo Martín tendrán un nuevo aliciente este 1 de noviembre, día de Todos los Santos, tras el descubrimiento de parte de lo que el historiador local y guía turístico Alfredo Martínez Tirao considera que puede ser la fosa común de aquel episodio, “de Halloween de verdad”, en el que cirujanos –cuyas identidades se desconocen– y frailes como Francisco de Miedes y Lucas de Borja murieron junto a los apestados a los que “curaban y limpiaban las heridas, llagas y enterraban sus cadáveres en descomposición”, relata el investigador.
Días atrás, de manera fortuita y durante una de tantas sesiones fotográficas alrededor del imponente castillo para su promoción turística, al levantar unas tejas aparecieron en el terraplén que va desde la meseta del castillo hasta la calle Subida del Castillo restos óseos que se corresponderían con dos personas, al menos dos tibias y varias costillas, posiblemente aflorados por “las últimas lluvias que han movido la tierra”, indicó el guía.
A falta de una exhumación y una campaña arqueológica que verifiquen los datos con rigor, “encaja que los huesos que han aparecido allí sean los de los muertos por la peste; tenemos documentado que se enterraron a 41 albalatinos y tiene pinta de que el enterramiento se hizo deprisa, con un poco de cal sobre sus cuerpos y sin mucho boato”, subrayó Martínez Tirao. Los restos hallados coinciden con este modo de proceder.
“Un poco más arriba se hizo la plaza de toros –el año pasado se celebró su siglo de historia– y al excavar y mover tierra puede que saliesen algunos restos y los dejasen abandonados. Es una zona muy vivida”, elucubró el historiador, quien insistió en que se investigue de forma cuidadosa porque el grueso de los huesos estarían en un sitio un tanto inaccesible y “algo peliagudo”. Digamos que “están debajo de la pista de baile” de las fiestas locales. ¿Quién no ha tarareado alguna vez la canción de Siniestro Total 'Y bailaré sobre tu tumba'?
Escenas dantescas
La historia de Albalate, documentada a principios de siglo XX por Bardaviu Ponz y de forma más contemporánea por José Manuel Pina Piquer, explica bien el episodio. El primero detalla en su libro que la peste llegó en julio de 1648, acarreada por “un hombre de Valencia” que llegó “con su mujer e hijos”. Fueron recibidos en una casa donde todos los que allí vivían acabaron enfermando y muriendo. “Apenas quedó nadie en aquel barrio, extendiéndose después al resto de la población”.
Primero, los religiosos asistían a los enfermos en sus casas, “ayudándoles a bien morir”. Pasado mes y medio, lo que se tardó en tener “noticia perfecta de la malignidad del contagio”, los frailes empezaron a acercarse con más respeto a los apestados.
”Fray Diego de Zaragoza y Fray Ambrosio de Huesca fueron a ayudar a bien morir al cirujano, y fue tal su descomposición y hediondez, una vez muerto, que no hubo quien se acercase a casa; pero ellos, sin otra solemnidad que cargárselo al hombro, lo llevaron a la sepultura”, relata Bardaviu Ponz.
La situación se agravó y se tomó la determinación de aislar a los enfermos en el castillo, con cuatro religiosos dentro incomunicados del resto del pueblo. Hasta allí se subieron los santos óleos para administrar la extrema unción. “El que primero subió y primero murió –estuvo en la fortaleza 15 días, 5 de ellos enfermo– fue el padre Fray Francisco de Miedes”, que “desde el púlpito se había ofrecido para ser el primero en encargarse de los pobrecitos enfermos”, cuidando de que “todos acudieran a sus ministerios con puntualidad, para que todos viviesen y muriesen con grande edificación”.
El segundo en morir fue Lucas de Borja. “En más de una ocasión, en arrebatado entusiasmo de fervor, abrazábase con los enfermos, los colocaba en el servicio y los volvía a las camas”. Lo mismo hizo con la “pobre mujer moza” referida, a quien “servía en todos sus menesteres nuestro padre, y por estar tan extenuada y la cámara muy penosa, muchísimas veces la levantaba”, contagiándose inevitablemente.
Martínez Tirao, que en las visitas guiadas (se pueden reservar en el teléfono 600 247 281) ha dicho hasta ahora que han aparecido restos óseos en la parte noreste del castillo, es decir, junto a la bodega, tiene un nuevo aliciente para dar salsa a sus explicaciones, en las que suele relatar la leyenda del fantasma del castillo, así como episodios heroicos de y batallas como la guarnición de liberales asediados por las tropas de Cabrera o el caballero del siglo XIV enterrado con espada y espuelas “que probablemente muriese de peste en el siglo XIV”.
El castillo de Albalate ha servido como residencia arzobispal desde el siglo XIII al XIX, como hospital para enfermos de peste en el XVII, como concurrido cuartel en tres guerras (la de secesión, la de independencia, y la primera carlista), se ha visto abocado a la ruina y expolio hasta principios del siglo XX, ha albergado depósitos de agua de 1913 a 1966, fue cárcel en la república y la guerra civil, salón de actos durante la dictadura y, hoy en día, es Monumento Nacional y museo, con un plan director para su remodelación en marcha.
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