Los hortelanos turolenses apadrinan la recuperación de hortalizas y legumbres
El proyecto FITE Siembra Teruel impulsa y facilita el cultivo de variedades localesLa lechuga negra de Calaceite, el boliche de Valbona, el cardo blanco de Andorra o la col berza de Calamocha son algunas de las especies que han sido apadrinados por agricultores turolenses con el propósito de impulsar y facilitar el cultivo de variedades locales y de ampliar y mejorar la colección del Banco de Semillas Hortícolas del Centro de Innovación en Bioeconomía Rural de Teruel (CITA Teruel).
Este programa de apadrinamiento forma parte del proyecto FITE Siembra Teruel, coordinado por la investigadora de la unidad de Hortofruticultura del Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria de Aragón (CITA), que tiene entre sus objetivos promover la biodiversidad hortícola en la provincia.
La técnico de investigación del CITA Teruel María Martín indicó que en esta primera edición del programa de apadrinamiento participan 20 padrinos y madrinas, que están cultivando 24 variedades. Entre los mismos, hay agricultores aficionados pero también profesionales que garantizan que el cultivo y el control del mismo se lleva a cabo con las indicaciones dadas por los investigadores.
Añadió que este año las condiciones meteorológicas no han sido propicias para la actividad porque primero las lluvias obligaron a retrasar las plantaciones y después hubo una sucesión de olas de calor, a lo que en algunas localidades hubo que sumar las tormentas de pedrisco.
En opinión de Martín, “no se les está dando el valor que tienen a las semillas tradicionales, con un pH muy alto y adaptadas a un territorio caracterizado por veranos más cortos pero de un calor muy intenso”. Y puso como ejemplo las judías que se utilizaban en la posguerra por su alta productividad, los tomates tardíos o los melones tempranos”. “Tienen un alto valor ecológico y forman parte del patrimonio material e inmaterial del territorio’, añadió.
Pero la visión del CITA Teruel es a largo plazo. “Pensamos en el cambio climático y en la preservación de especies que nos permitan jugar con la selección natural dado que las semillas modificadas genéticamente tienen menos capacidad de adaptación a estos cambios”.
“Teruel, por la dispersión de sus núcleos rurales y su diversidad agroclimática, ha constituido una gran fuente de biodiversidad hortícola. La promoción de estos cultivares locales tradiciones constituye uno de los objetivos de estos proyectos del FITE”, recordaron desde el CITA.
El abandono de las parcelas de cultivo por el envejecimiento de la población es una de las causas de la pérdida de esta biodiversidad. “Cuando mueren los abuelos, las semillas se pierden en bodegas y trasteros porque la gente joven compra planteros hechos de variedades híbridas, con los que no podemos obtener las semillas”, explicó Martín.
Este proyecto, que se prolongará hasta diciembre de 2024, surge por tanto de la necesidad de concienciar a la sociedad de la importancia de esta biodiversidad y, para ello, pone a disposición de todos los turolenses semillas de variedades tradicionales de hortalizas y legumbres.
FITE Siembra Teruel
El CITA Teruel dispone desde junio de 2020 de un Banco de Semillas Hortícolas que presta servicio gratuito a todos aquellos hortelanos turolenses que quieran recuperar el cultivo de las variedades tradicionales de la provincia. El banco surgió en el marco del proyecto HortalizaTE, financiado también por el Fondo de Inversiones de Teruel (FITE) y que continúa con Siembra Teruel.
A través del mismo, el CITA se ha propuesto ampliar y mejorar la colección del Banco de Semillas con la multiplicación y caracterización de las variedades conservadas, la realización de actividades para promocionar su cultivo, el fomento de modelos productivos con variedades locales como los aplicados con las judías de Muniesa y de Beceite y atender las peticiones de semillas.
“Los resultados permitirán ofrecer variedades locales de alto valor estratégico”, señala el equipo responsable del proyecto. Y una de las primeras actividades organizadas para conseguir involucrar a la sociedad turolense en el proyecto ha sido el apadrinamiento de las variedades, lo que permitirá multiplicar las semillas y estudiar la viabilidad de las mismas en sus zonas tradicionales de cultivo. En este punto, se plantea el cultivo de variedades tradicionales de hortalizas y legumbres como una oportunidad de negocio con impacto económico directo en el territorio.
Las personas interesadas en adquirir semillas o participar en el programa de apadrinamiento pueden ponerse en contacto con el banco acudiendo a las instalaciones del CITA Teruel ubicadas en el número 3 de la calle Corinto del polígono Platea, llamando al número de teléfono 978641645 o enviando un correo electrónico a bancosemillasteruel@cita-teruel.es.
El Banco de Semillas Hortícolas del CITA Teruel se creó hace dos años a partir de las semillas conservadas en el Banco de Germoplasma Hortícola del CITA en Zaragoza (BGHZ-CITA) con 40 variedades locales pertenecientes a 12 cultivos (acelga, borraja, col, pimiento, garbanzo, melón, calabaza, calabacín, zanahoria, perejil, tomate y maíz) procedentes de 19 localidades turolenses (Alcañiz, Alcorisa, Allueva, Beceite, Berge, Calaceite, Cantavieja, Cucalón, Escucha, Gea de Albarracín, Híjar, La Cerollera, La Codoñera, La Iglesuela del Cid, La Portellada, Mas de las Matas, Mora de Rubielos, Olba y Valbona). La colección se ha ampliado y en la actualidad cuenta con 82 variedades.
Entre tanto, el BGHZ se creó en 1981 y conserva 18.000 muestras de más de 300 especies, lo que le convierte en un importante recurso para evitar la pérdida de variabilidad.
Pablo Játiva, padrino de la calabaza amarilla de carne naranja de Allueva: “Tenemos una gran riqueza y tenemos que aprovecharla porque se puede vivir de ella”
Pablo Játiva, que inició hace cuatro años el negocio El huerto de presi en Santa Eulalia del Campo, es uno de los participantes más activos y comprometidos del programa de apadrinamiento de variedades hortícolas locales puesto en marcha este año por el Centro de Innovación en Bioeconomía Rural de Teruel (CITA Teruel) en el marco del proyecto FITE Siembra Teruel.
Este joven agricultor es el padrino de la calabaza amarilla de carne naranja de Allueva, del melón y del cardo blanco de Andorra y de diversas variedades de zanahoria amarilla y morada, garbanzos y puerros, a las que sumará la próxima temporada tomates.
Játiva entró en contacto con el CITA Teruel a través de las jornadas informativas organizadas para dar a conocer los resultados de los proyectos correspondientes a las últimas convocatorias del Fondo de Inversiones de Teruel (FITE). Por eso, cuando el Ayuntamiento de Santa Eulalia del Campo lanzó un bando informando de que buscaban semillas, no dudó en participar en la iniciativa, que le ha llevado ahora a sumarse al apadrinamiento.
Desde su experiencia, ha visto como se pierden las simientes conforme la gente mayor abandona la actividad agrícola “porque no dejan nada escrito”. Ahora, desde el CITA Teruel le orientan para que lleve un calendario de siembra y recogida, o para que explique que recomendaciones de los agricultores locales aplica en los cultivos de las distintas variedades de hortalizas y legumbres.
“Tenemos una gran riqueza y tenemos que aprovecharla. Además, podemos vivir de ella, hay muchas posibilidades”, aseguró. Ejemplo de ello es El huerto de presi, que comenzó su andadura en 2018 en Santa Eulalia del Campo, y que le ha permitido convertir la actividad hortícola en su medio de vida.
Este es el tercer año en el que abre las puertas la tienda física en la localidad, a la que se acercan personas de las comarcas Comunidad de Teruel, Sierra de Albarracín y Jiloca, e incluso de varias localidades de Guadalajara. “Es también una forma de agroturismo porque los clientes entran al huerto a recoger sus tomates, por ejemplo”, indicó. “Se llevan el producto fresco porque cogemos en el momento la lechuga o la borraja. Por eso les digo que no hace falta que llenen la nevera porque tienen aquí la mejor despensa”, añadió. Además realiza repartos en restaurantes y tiendas de toda la zona y envíos a otros lugares, como Madrid o Barcelona.
En su opinión, cada vez la gente busca comer más sano. Su objetivo es ofrecer productos de buena calidad y que tengan el sabor de los que se comían antes. Por eso, solo utiliza embalajes de cartón o madera e incluso ha instalado placas solares para producir la energía que necesita para el trabajo de la parcela.
Víctor Sanz, padrino del Boliche de La Puebla de Valverde: “Si no se materializa este proyecto, perderemos todo lo que tenemos”
Víctor Sanz es el padrino de la judía denominada boliche de Valbona, que hace décadas era uno de los principales sustentos alimenticios y económicos para muchas familias de la localidad. Así, recuerda como hace cien años su suegro plantaba muchas y luego las vendía o hacía trueques por otros productos.
Sanz, que es tío de la técnico de investigación del Centro de Innovación en Bioeconomía Rural de Teruel (CITA Teruel) María Martín, sostiene que tan solo a través de programas como el de apadrinamiento puesto en marcha a través del proyecto FITE Siembra Teruel se podrán conservar las variedades locales de hortalizas y legumbres.
“Hay muchas cosas en los pueblos, también frutales autóctonos, que hay que rescatar. Para eso, es imprescindible que el CITA Teruel conecte con la gente que todavía las cultiva o que conoce de su existencia”, señaló. Y como sabe que es complicado conseguirlo, sostiene que los servicios comarcales podrían servir para localizarlos y ponerlos en contacto con los investigadores.
Víctor Sanz se ha tomado con mucho interés la recuperación del boliche de Valbona, “una judía redonda pero ligeramente aplanada y con una veta marrón, de piel muy suave que no se deshace al cocerla”.
Se trata de una judía muy poco exigente en nutrientes, que se solía sembrar para San Juan, una vez que se había cortado la cebada dado que se aprovechaba el rastrojo para el crecimiento de las matas. En ocasiones, se tiraban también simientes de maíz con el objeto de que nacieran al mismo tiempo y sirvieran de soporte para las matas de la judía.
Para comerlas tiernas, había que cogerlas muy tempranas porque enseguida echaban hilos, así que la mayor parte se destinaba a guardarlas secas, únicamente el grano. “Se permitía regar medio cuarto, un cuarto o un jornal de judías porque estas servían como sustento del año”, explicó. Así, su suegro sembraba una gran cantidad, que luego vendía o cambiaba por otros productos de primera necesidad.
La siembra se realizaba a boleo o a churrillo y después se pasaba el arado para envolverlas y se tableaba la tierra para que las semillas quedaran cubiertas. Nacían a los cinco o seis días y comenzaban a regarse cuando tenían cuatro hojas.
El intenso calor de este verano ha hecho que las que ha sembrado Sanz en Valbona comiencen ahora a florecer, cuando en condiciones normales ya deberían haberse formado las tabillas. “No sé si este año llegarán a efecto porque cuando se pasa de 35 grados las plantas tienden a tirar la flor”, argumentó. La recolección, en cualquier caso, se realiza en octubre, cuando la vaina está granada y seca.
“Se recolectan por la mañana temprano para que las judías no se caigan. Luego hay que apalearlas para poder desgranarlas y luego, porgarlas con la criba”, añadió.
Y en cuanto a la forma tradicional de comerlas, explicó que se cuecen a fuego lento con cebolla frita y después se les añade un chorro de aceite de la conserva y vinagre. “Al día siguiente, con las sobras, se puede hacer un empedrado con arroz”, comentó este hortelano.
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