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Los alumnos de la Universidad de Verano de Teruel aprenden  a amar una ciencia que genera conocimiento y desarrollo territorial Los alumnos de la Universidad de Verano de Teruel aprenden  a amar una ciencia que genera conocimiento y desarrollo territorial
Los alumnos del curso están ampliando el perímetro del yacimiento, que seguirá excavando la Fundación en agosto

Los alumnos de la Universidad de Verano de Teruel aprenden a amar una ciencia que genera conocimiento y desarrollo territorial

El curso de Paleontología interviene en el yacimiento de icnitas de El Pozo en El Castellar, que excavará la Fundación Dinópolis durante el mes de agosto
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El Castellar ha vuelto a acoger este verano a una variopinta tribu de apasionados de los fósiles procedentes de distintas partes del país atraídos por el curso de Paleontología de la Universidad de Verano de Teruel (UVT), que imparten los profesionales de la Fundación Dinópolis y en el que los alumnos aprenden a amar una ciencia que genera conocimiento y desarrollo territorial. Muchos repiten porque consideran la provincia un lugar “impresionante” por su riqueza paleontológica y por la dinámica de un curso del que los participantes valoran tanto los contenidos teóricos como la cercanía con la que les tratan los paleontólogos de la Fundación.

Los alumnos han podido excavar de nuevo en esta edición en el yacimiento de icnitas de El Pozo, un Bien de Interés Cultural (BIC) en el que la Fundación Dinópolis ha sacado a la luz más de 400 huellas de dinosaurio y que el consejero de Educación, Cultura y Deporte, Felipe Faci, visitó a principios de este año. Además, han realizado prospecciones paleontológicas en busca de fósiles en un municipio que es tan rico en este recurso que hasta la fecha han sido inventariados más yacimientos (70) que habitantes tiene empadronados (60).

El Castellar es un municipio de referencia en lo que a paleontología de dinosaurios y otros vertebrados del Mesozoico se refiere, además de ser un ejemplo de cómo un recurso autóctono se está utilizando para el desarrollo territorial de la España despoblada con el tirón que tiene el turismo de naturaleza.

El curso finalizó este viernes y a lo largo de toda la semana los participantes han podido recorrer otros emplazamientos paleontológicos en diferentes municipios acondicionados para ser visitados, además de haber  recibido formación teórica por parte de los propios científicos de la Fundación, pero lo que más valoraban los alumnos era haber podido tener las mismas sensaciones que un paleontólogo, porque bajo la supervisión de los profesionales se acercan a esta disciplina como si fueran uno más del equipo.

De hecho, desde el miércoles y hasta la finalización del curso, han hecho aflorar más superficie del yacimiento de icnitas de El Pozo, previo a los trabajos de excavación que durante todo el mes de agosto van a desarrollar en el mismo los paleontólogos de la Fundación. Su director gerente, Alberto Cobos, destacó el valor de este afloramiento por la gran cantidad y diversidad de huellas de dinosaurio que aparecen, y que lo convierten en uno de los yacimientos del Jurásico Superior más importantes de la península.

Sobre el desarrollo del curso destacó el contacto estrecho que se mantiene con los alumnos y la implicación que siempre ha tenido el Ayuntamiento de El Castellar. “Los participantes conocen todo tipo de recursos, ven la consistencia que tiene el trabajo paleontológico y que los frutos son consecuencia de la constancia”, señaló Cobos.

La casi treintena de alumnos se reparten en dos grupos y mientras unos están excavando en el yacimiento de icnitas, otros prospectan por diferentes parajes del término del municipio guiados por los paleontólogos, que les enseñan desde el rigor con el que hay que intervenir y todo el proceso que se sigue desde que se encuentra un fósil y se estudia, además de valorar la importancia que puede tener un afloramiento, y el trabajo científico que se hace tras la excavación para la publicación del hallazgo bien a través de congresos o de revistas científicas.

También les enseñan algo muy valioso para los paleontólogos, la paciencia, puesto que los fósiles pueden aparecer o no, aunque su búsqueda no se hace al azar, sino a partir del conocimiento geológico previo del terreno.

Es lo que más cuesta asimilar a los alumnos, que en cualquier caso se emocionan cada vez que encuentran alguna pequeña esquirla de un hueso, dientes o coprolitos, o bien cuando aflora la marca de una pisada de dinosaurio que vuelve a ver la luz del sol tras millones de años sepultada bajo sedimentos.

Es uno de los valores principales de este curso, que se aprecia cuando se escuchan las exclamaciones de los alumnos al descubrir algo nuevo guiados por las explicaciones de los paleontólogos, en una de las actividades de la UVT que se ha convertido en una auténtica fábrica de vocaciones científicas. Entre los participantes hay también personas interesadas por el desarrollo territorial a través de los recursos medioambientales, e incluso turolenses que una vez jubilados han querido descubrir por qué tiene tanta fama Teruel por sus fósiles.

Ese es el caso de Mabel Edo, de Sarrión, que ha vivido toda su vida fuera de la provincia y al jubilarse ha regresado al pueblo. Explicó que se apuntó al curso porque ahora quiere conocer su tierra, y que la experiencia ha sido “estupenda” por lo que ha aprendido. Destacó lo “competentes” que son los profesores de la Fundación Dinópolis, que aseguró que le habían hecho sentir “como en tu casa”.

Un trabajo duro


De la experiencia de estos días valora haber podido dar fe de lo “duro” que es el trabajo de los paleontólogos, pero también de lo apasionante que es prospectar y excavar en un municipio como El Castellar “por la gran cantidad y la diversidad de fósiles que aparecen”. Pero de todos estos días se queda con la satisfacción de “descubrir que Teruel tiene algo muy interesante a nivel mundial” con su paleontología.

Distinta es la motivación de Roberto Franco, de Madrid, que ha estudiado Geología y que ahora está haciendo el máster de Paleontología. Es el segundo año que participa en el curso y asegura que su intención es seguir haciéndolo en años venideros por el “buen ambiente” que hay entre los profesores y los estudiantes. Cuenta que conoce otros cursos, pero en ninguno ha vivido la “cercanía” que se vive con la Fundación Dinópolis. Y es que desde el primer día conviven durante toda la jornada porque incluso comen juntos en el restaurante de El Castellar gracias a la colaboración del Ayuntamiento.

Otros como Aimar Sebastián buscan hacer realidad su sueño de ser paleontólogos de mayores. Tiene solo 14 años y es el segundo año que hace el curso. Es de Guipúzcoa, pero no le importa tener que desplazarse hasta Teruel con su primo para hacerlo.

Vocacional


Aimar cuenta que de mayor le gustaría dedicarse a la paleontología y que a través del curso de la UVT, tanto en la edición del año pasado como en la de este, ha comprobado que el oficio de paleontólogo es lo que se imaginaba, a pesar del trabajo que lleva y del que muy pocos son conscientes hasta que no lo experimentan. “Estoy viendo cómo es la realidad de esta profesión y veo que me gusta”, comentó.

Un poco mayor que él es Joaquín Romero, turolense de 15 años, la misma edad que tiene Oto de Diego, de Barcelona, y que este jueves excavaban juntos en el yacimiento de icnitas de El Pozo con unas ganas tremendas de que bajo la tierra que retiraban apareciese una huella de dinosaurio, aunque el hallazgo se resistía.

Pese a su edad, Joaquín tiene las cosas muy claras y aseguraba que si quería vivir de la paleontología algún día, “tengo que comprender lo que es”. “Es casi seguro que voy a estudiar esto, aunque hasta el último momento no es seguro”, comentó, si bien indicó que la pasión por comprender cómo eran los dinosaurios y los ecosistemas en los que vivían le viene desde niño. Reconoció además que desde pequeño ha vivido rodeado por la paleontología gracias a Dinópolis. “Creo que eso fue bastante importante para atraerme hacia este mundo”, precisó.

El caso de Oto es diferente. Fue su madre la que le animó a participar desde Barcelona. No sabe si acabará dedicándose profesionalmente a la paleontología pero confiesa que los dinosaurios son un hobby que siempre ha tenido. La experiencia le ha gustado aunque admite que el trabajo de campo cansa, sobre todo por el calor que está haciendo.

Otro menor que participa en el curso es Curro, de 14 años, que ya lo hizo el año pasado acompañado por su madre Maribel Jiménez, que confiesa que si en 2021 iba de acompañante, este año se siente una más porque la experiencia fue “inolvidable”. Califica el curso de “gratificante y enriquecedor”, y de “increíble” el trabajo que los paleontólogos de la Fundación Dinópolis han hecho en el yacimiento de El Pozo desde el año pasado con toda la superficie que han sacado a la luz.

Curro se siente uno más del equipo y si el año pasado quería ser paleontólogo, este lo tiene más claro todavía, aunque, eso sí, a través de los estudios de Biología porque es eso lo que le interesa, la paleobiología. “El año pasado me encantó estar con paleontólogos excavando un yacimiento de verdad”, contó, mientras que su madre destacó eso mismo y la “ilusión y las ganas” que le ponen los paleontólogos, además de haber encontrado los dos años a “gente maravillosa” entre los alumnos del curso.

Ganas de enseñar


Otro de los que está disfrutando muchísimo del curso, aunque ya es mayor y se dedica profesionalmente a otras cosas, es José Luis Bueno, de Madrid, que se define como autodidacta porque eligió en su día los estudios de letras. Descubrió el curso por las redes sociales hace un año y está gozando de la experiencia porque asegura que le gusta “estar mano a mano con los paleontólogos” puesto que en todo momento “están dispuestos a enseñarte”.

La diversidad de intereses de los alumnos del curso se pone de manifiesto también a través de Marco Antonio dos Santos, de Valencia, estudiante de FP Superior de Educación Ambiental, que quiere seguir estudiando Paleontología y que destaca de experiencias como la de El Castellar el aprovechamiento cultural y turístico que se ha hecho de los yacimientos mediante su musealización “para promover el turismo en los pueblos”. Aseguró que desde pequeño había seguido el trabajo de los paleontólogos de Teruel y de Dinópolis. De hecho, él mismo nació el mismo año que Dinópolis, en diciembre de 2001, y su vocación ha ido paralela al propio crecimiento del parque paleontológico.

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