Las ganas de normalidad y la ilusión acompañan a La Burrica en la capital
Cofrades y devotos se reencuentran en el primer desfile procesionalLa ilusión, y sobre todo las ganas de volver a la normalidad, acompañaron a La Burrica en la primera procesión que recorrió de nuevo las calles de Teruel tras dos años con los tambores enmudecidos y los pasos sin salir por culpa de la covid. Fue la primera procesión que desfiló en una Semana Santa que se esperaba con muchas ganas, sobre todo por las incertidumbres en los últimos meses de si podría celebrarse o volvería a suspenderse debido a la pandemia.
Había ganas, y se notaba en los saludos afectuosos, con besos en la mejilla incluidos, como si la pandemia fuese ya una mala pesadilla que hubiese quedado atrás hace mucho tiempo, aunque algunas mascarillas revelaban que ese mal sueño todavía no se ha ido. Lo que regresó fue la ilusión y la emoción de volver a procesionar, entre los cofrades y por parte de los devotos, en la primera procesión que salió a las calles. Lo hizo un poco antes de lo habitual al contar con el obispo de la Diócesis de Teruel y Albarracín, José Antonio Satúe, que ofició la misa y bendijo también previamente las palmas y ramos en el colegio La Salle.
Alberto Cavero, que lleva desde los seis o siete años tocando en esta procesión, porque era tan pequeño cuando empezó que no recuerda la edad exacta, comentó que el reencuentro fue muy emocionante y había sido como dar continuidad a las semanas previas de la pandemia en 2020. Aquel año habían ensayado con normalidad, pero llegó la covid y todo cambió sin terminar de asimilar en ese momento qué estaba pasando.
Al volver a vestirse con los colores blanquiazules de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, Alberto confesó que había sentido “emoción y un poco la misma ilusión de poder volver a tocar que cuando eres niño”. Lo más emotivo había sido “volver a ver a todos” con sus atuendos e instrumentos y “tocar de nuevo”, aseguró, una sensación que compartían cofrades y devotos, alguno de los cuales reconocía que había vivido con tristeza las dos últimas Semanas Santas al no poder vivir en las calles esta tradición.
El presidente de la cofradía, José Villarroya, compartió las mismas palabras para definir lo que sentía en ese momento, “emoción, ganas de volver e ilusión”, aunque mirando al cielo en los próximos días porque si bien hace tres años La Burrica pudo salir el Domingo de Ramos, las lluvias impidieron que lo hicieran las procesiones generales del Jueves y Viernes Santo.
El deseo de Villarroya era que “se pueda recuperar poco a poco la normalidad”, como así lo han podido ver con la participación de la gente, sobre todo en los últimos días. José Ignacio Ardid, jefe de peana, comentaba a este respecto que incluso se habían incorporado este año siete cofrades más y no han notado un descenso a pesar de los dos años de parón por la covid.
“A la gente la veo muy ilusionada, cada uno desde su punto de vista, ya lo viva de manera religiosa o cultural”, dijo Ardid, quien comentó que gracias a la colaboración de los padres del colegio no han tenido finalmente problemas para disponer de peaneros, aunque reconoció que el paso que llevan no tiene nada que ver con los del resto de hermandades. Lo llevan ocho y no lo cargan sino que va con ruedas, a pesar de lo cual también suelen tener dificultades hasta que completan ese número.
Al ser una cofradía muy familiar, Ardid indicó que al final echan mano de los padres y todos colaboran porque los chicos tocan en la banda de tambores y bombos. Es el caso de la familia de Teresa Martínez y Miguel Gómez, donde tocan sus hijos y sus nietos y estaban puntuales en las puertas de la iglesia de San José para verles procesionar.
“Es un momento muy emotivo y feliz”, comentó Teresa, mientras que su marido Miguel dijo que esta vez la procesión se cogía “con ganas” tras dos años sin Semana Santa en las calles. “Es un poco retomar lo que había y eso te hace ilusión con todo lo que hemos vivido; ver la procesión y que pueda salir te motiva, porque esto es una cosa muy de Teruel, que hemos vivido de siempre y con la que hemos crecido”, afirmó ella.
Aunque Miguel admitió que la pandemia “nos ha hecho polvo a todos”, ella expresó que era momento de “recuperar” lo que había antes de 2020. “Estos dos años los hemos vivido con pena y ha sido frustrante quedarse en casa; ahora ha llegado el momento de volver a vivir con alegría estos momentos”, apuntó Teresa.
Joaquín Pérez y Josefina Gimeno, otro matrimonio mayor, comentó también que tenían “ganas” de volver a ver la procesión, aunque en su caso no toca ni desfila en ella ningún familiar. Tras dos años sin poder participar en actos multitudinarios en la calle, ambos manifestaron que “hoy nos toca”.
“Tocar el tambor no se olvida, es como ir en bicicleta, algo que se te queda dentro”
En 2020 los ensayos de Semana Santa se vieron interrumpidos de forma súbita en marzo por el estado de alarma. Alberto Cavero, de la Cofradía de la Entrada de Jesús en Jerusalén, recuerda que aquello fue frustrante, a lo que se sumó el parón del año pasado. Cuenta que empezaron a ensayar en noviembre, y que no fue difícil volver a cogerle el ritmo. “Tocar el tambor no se olvida, es como ir en bicicleta, algo que se te queda dentro”, dijo
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